Capítulo 1

1.9K 73 48
                                    

Había calma plena en el bosque, solo se oían los movimientos parsimoniosos de un joven ciervo. El cazador no se movía, casi no respiraba, con la mirada fija en su presa y los músculos del cuerpo tensos y preparados para actuar en cualquier instante. Apenas se escuchó el suave rasgueo de la flecha contra la cuerda del arco como una dulce caricia, tensándolo por completo y fijando la dirección del blanco.

El cazador respiró, llenando el pecho de aire, y apuntó a la vez que esbozaba una sonrisa de autosuficiencia, anticipando lo que iba suceder. Pero su plan perfectamente elaborado se fue al traste cuando apareció en la escena una pieza con la que no había contado.

—¡Corre, corre! ¡Huye! —El ciervo dio un brinco y huyó asustado por el hombre que acababa de aparecer.

—¡Maldito bastardo! ¿Cómo te atreves a espantar mi presa? ¡Ya era mía! —dijo el cazador con furia, saltando con agilidad a través de la maleza.

—¡Oh, vamos, Alerigan! ¿Cómo puedes ser tan cruel? Era un pobre animalito indefenso.

—¿Un pobre animalito? ¡Era nuestra cena, Anders! Llevamos metidos en este estúpido bosque seis días, y por hacerte caso lo único que hemos comido han sido esas asquerosas bayas que no sé ni de dónde las sacas. Y ¡sí, son asquerosas y quiero un poco de carne!

—Pues no sé si lo recuerdas, amigo mío, pero la idea de estar aquí fue solo tuya. Tú querías impresionar al maestro con una disparatada expedición, pensando que encontrarías nuevas aventuras y volverías al gremio pavoneándote. Pues ¿sabes qué? Eso no va a suceder.

—¡Dioses! ¡Eres insoportable! —gritó Alerigan mientras lanzaba la flecha que tenía preparada. Esta pasó rozando la mejilla de Anders, dibujando una fina línea de sangre en su rostro impoluto.

Se miraron y, en contra de todo pronóstico, rieron de forma escandalosa.

Anders y Alerigan se conocieron en las calles de Festa, mientras mendigaban mendrugos de pan a la nobleza. Nunca tuvieron a nadie más que a ellos mismos para salir adelante, lo que les hizo convertirse en un equipo de ladronzuelos a la fuerza. Anders siempre fue inteligente, la mente del equipo, flacucho y ágil, con una capacidad muy útil para introducirse por cualquier recoveco, por eso adoptó el mote de Comadreja. Por el contrario, Alerigan era duro, frío, el Músculo; siempre andaba buscando pelea, y todas las noches se dormía con algún hueso roto o una nueva magulladura.

Así fueron pasando los años, sobreviviendo a los implacables inviernos en las calles, lo que provocaba que Anders enfermera con facilidad y que su compañero acabase cuidando de él, arrastrándolo por la ciudad en busca de una esquina que los protegiera de las gélidas corrientes de aire. Siempre hablaban de que algún día la vida les sonreiría y les daría la oportunidad de hacer grandes cosas. Alerigan soñaba con convertirse en un caballero andante, salvando princesas y siendo vitoreado por el pueblo. Anders, en cambio, quería alcanzar el máximo de sabiduría posible, ser un erudito. Pero solo eran los sueños de dos ratas callejeras.

Hasta que un día cometieron el mayor y más afortunado error de su vida.

Con quince primaveras a las espaldas ya eran unos expertos carteristas, y aprovechaban los grandes desfiles que se celebraban en Festa con motivo del comienzo de la primavera para vaciar las bolsas de oro de los ciudadanos despistados. Anders escogía con mucho cuidado a cada una de las víctimas: elegía a miembros de la nobleza con olor a vino, o a damas delicadas que estuvieran más pendientes de sonreír a los caballeros que de su propio monedero. Sin embargo, Alerigan era impulsivo y siempre buscaba nuevos retos; por suerte tenía una gran capacidad para moverse en silencio, lo que le había salvado en numerosas ocasiones de acabar en un calabozo.

La Sombra de MiradhurDonde viven las historias. Descúbrelo ahora