Capítulo 21.

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—¿¡Cómo demonios no me dijiste eso antes!? —la pelirroja gritaba mientras caminaba de un lado a otro por la habitación. Ucker no entendía nada de lo que estaba pasando. Dulce ya había pasado por la etapa de la alegría, para ir al llanto, luego a la preocupación, de nuevo al llanto y ahora a la rabia. Y el receptor de ella no era nada menos que el castaño—¿Desde cuándo lo sabías? ¿Ah? ¿¡Contesta, imbécil!? —el castaño solo alzó los brazos para defenderse mientras la chica lo golpeaba en el pecho y dónde pudiera alcanzar.

—Cariño, cálmate. Alfonso me lo menciono cuando fui a decirle lo del bebé —respondio el castaño mientras eludía los golpes y la tomó por las muñecas—Dul ya, cariño está es un decisión de tu hermana y mi hermano ¿Esta bien? Así como nosotros queremos estar juntos, ellos también y... Dul, no llores —se tuvo que interrumpir para abrazar a la pelirroja que ahora sollozaba escondiendo la cabeza en su pecho. Uno de estos días sus cambios de humor lo iban a matar, pensó.

—Es que es mi hermanita y..y. y yo pensé que iba a estar aquí —Ucker se limitó a acariciar su cabello mientras ella seguía sollozando. No sabía lo que sentía Dulce, el no tenía una conexión tan fuerte con sus hermanos como para que le doliera el hecho de no estar con ellos.

Aunque últimamente la relación era mucho mejor, ahora solo sentía una pequeña incomodidad que le decía que si se quedaban juntos podían arreglar las cosas pero ya todos iban a tomar caminos separados. Solo confiaba en que Mai y Ani (sobre todo está última) mantuvieran centrados a sus hermanos.

—Podemos visitarlos cuando quieras —dijo él limpiando sus lágrimas y dándole una pequeña sonrisa. Ella hizo un puchero.

—¿Mai ya lo sabe? —pregunto ella con la voz cortada. El suspiró y se encogió de hombros.

—Supongo que no, nena. Alfonso solo me dijo que ellos vendrían a visitarnos a menudo —dijo el y ella asintió aún con una mueca.

—Quiero galletas —Ucker rodó los ojos cuando la vio haciendo otro puchero y se acercó a ella para robarle un beso mientras reía.

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Se pasó las manos por el cabello por quinta vez en los cinco minutos que llevaba solo en la habitación.
Su cabeza era una maraña en este momento. Por una parte estaba esa voz que le decía que había hecho lo correcto, no podía dejar que ella se fuera con el sin conocer todos los riesgos que conllevan y, aunque el nunca le haría daño, su temperamento podría llegar a asustarla en algún momento.
Y luego estaba esa maldita voz que le decía que era un idiota y que lo más seguro es que la había perdido antes de tenerla.

Respiró profundamente mientras aceptaba que había hecho lo correcto.

Sentía que lo que ambos sentían era suficiente para superar esto. Pero sabía que debía darle el tiempo suficiente de pensarlo.

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—Mai, cálmate.

—¿¡Cómo me dices eso, Dul!? —la pelirroja se encogió de hombros mientras mordía la mitad de la galleta. Ucker rodó lo ojos y le palmeó la espalda a un sorprendido Christian que parpadeó varias veces tratando de entender.

—Es su decisión, Mai —dijo la pelirroja luego de tragar la galleta. La pelinegra la miró con lagrimas en los ojos y el castaño paso una mano por su cara. Otra vez no, pensó.

—Pero es... Londres está.. tan lejos —la voz de la pelinegra fue perdiendo fuerza hasta volverse un susurro. Dulce la miró con una mueca triste y se acercó a abrazarla dejando que Maite soltara las primeras lágrimas.

Los hermanos se miraron.

Era un duro golpe para ellas. Pasar de verse todos los días y compartirlo todo a estar cada una por su cuenta y en distintos puntos del planeta.
Aunque a Ucker le gustaría que la rubia reconsiderara su decisión y se quedará un tiempo con ellos, al menos en el embarazo, no porque no quiera que ella y su hermano sean felices y estén bien, sino por Dulce a quien le costaría la adaptación y no sabían de qué manera podría repercutir eso en el embarazo.

International Love.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora