Otra vez el nudo en la garganta, su propósito esta vez era ahogarme.
No tenía a Carlos ni a Jenny, más bien no los quería para ese momento, pero sí me quedaba Liam, no quería perder a mi mejor amigo.
Empecé a correr en dirección que oí aquel portazo y al poco tiempo me dio un pinchazo en el talón, notaba como si me introdujeran una aguja ardiendo en el pie, un sensación horrible, pero no me podía parar y dejar que pasase el rato.
Me pareció oír un sollozo al otro lado de una de las puertas.
Abrí la puerta y ahí estaba Liam, otra vez lágrimas, pero esta vez en su cara, últimamente es de lo poco que he visto.
-Liam...- Dije en un tono extremadamente bajo e hice una mueca de dolor por el talón.
Se levantó de la silla en la que estaba sentado y yo le abracé, me sacaba como una cabeza, y tenía unos brazos fuertes, siempre los tuvo.
Me sacaba un año y sus ojos eran negros, totalmente, y su pelo castaño claro con un brillo peculiar pero precioso le caía por la frente.
Me devolvió el abrazo, creo que ninguno quería hablar en ese momento.
Nos encontramos a una enfermera que me dijo que podía volver a casa, que ya me llamarían si tenían noticias sobre los análisis. Asentí y nos fuimos en autobús hasta mi casa.
No hablamos en todo el viaje, ni si quiera nos mirábamos como hice con Carlos, creo que mirarnos en estos momentos no haría otra cosa que ponernos peor.
Llegamos a mi casa y abrí la puerta. Siempre había un aroma fresco, que en esos días había añorado. Respiré hondo, contuve el aire dos segundos y lo expulsé.
Fuimos al salón, nos quitamos los zapatos y nos sentamos encima del sofá.
-¿Quieres algo?-Alguien debía empezar la conversación, ambos sabíamos que estábamos allí para hablar.
-Agua, de tiempo, por favor...
-Estas prácticamente en tu casa, ahórrate los formalismos- Intentaba que al menos se marcara un poco su sonrisa...Pero no dió resultado.
Le lleve el vaso con agua, pero no un vaso cualquiera, un vaso precioso, adornado por arriba y abajo, parecía de un cristal carísimo, pero no lo era, con una fina grieta por fuera, la cuál pasabas los dedos por encima y era imposible de captar.
Aquel vaso también tenía su historia. Cuando teníamos 5 años estábamos en el jardín de esta misma casa, en la cuál he vivido siempre, bebiendo un vaso de leche y comiendo dos paquetes de galletas de chocolate enteros. Aquel vaso era mi preferido, y mi madre se lo puso a él, intenté quitárselo mientras el bebía la leche y se cayó, dando lugar a aquella grieta. Fue nuestra primera discusión diría yo...
Cuando lo vio creo que se acordó de todo aquello, y me atrevería a decir que si que se le dibujó una pequeña sonrisa en la cara.
-Lo siento- No tenía nada por que disculparse, pero lo hizo.
Se levantó del sofá y se fue en dirección a la puerta. Le agarré del brazo y tiré de él.
-No me puedo permitir perderte a ti también.
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Chica de cristal
Romance¿Podrían ser los sentimientos armas de destrucción contra corazones de cristal? No elegimos de qué queremos estar hechos, si de acero o de cristal, pero quizás queden personas que nos cuiden como verdaderas reliquias.