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La Navidad pasó y el Año Nuevo nos encontró cenando en la casa de Arturo y Sara.

Toda la familia estuvo reunida festejando un nuevo año, deseando que la vida del padre de esta familia pueda durar lo más posible.

Al tocar las doce y comenzar el nuevo año salí al patio y miré al cielo, busqué mi constelación favorita y saludé a mis padres, cada Navidad y Año Nuevo lo hacía, me alejaba de los demás y me tomaba mi tiempo para llorar a sólas, la melancolía y la soledad me buscaban esos días.

Extrañaba horrores a mis padres, ser la hija menor me dió el privilegio de conocerlos mejor que ninguno de mis hermanos.

Mis hermanos, esos seres desagradecidos que nunca supieron apreciar lo que ellos valían.

Desde la muerte de  mi madre que no sé nada de ellos, recibí la parte de la venta de la casa y salí del departamento de mi hermana para nunca más volver a verlos, la vida me los cruzó varias veces, pero yo pasé por al lado de ella como si no la conociera.

Estoy muy feliz sin ellos, igual nunca fuímos unidos, al ser yo dieciseis años menor que ellos nunca pude lograr que me aceptaran,  nunca tuve una hermana con la cual poder hablar y tener confianza, nunca dejaron de tratarme como una nena, siendo adulta.

Mi familia ahora es esta, ellos me regalaron el placer de protegerme, ciudarme, acompañarme cuando más lo necesité y por sobre todas las cosas  nunca me abandonaron, pasé muy malos momentos en todos estos años y  esta familia me amó desde el primer día.

Por eso saber que mi padre del corazón cada día que pasa se está apagando, me pone muy triste, cuando llegue el día voy a tener que contener a mi amor, a mis hijas y a mí misma, Arturo pasó a ser mi padre, mi amigo, mi suegro, un ser maravilloso que siempre  me ayudó.

Él me salvó  la vida varias veces, y de varias maneras diferentes.

Como suegro supo apoyarme cuando Bruno me abandonó, él puso varias acciones a mi nombre para no dejarme desamparada.

Como padre estuvo a mi lado cuando murieron mis hijos y él asumió el lugar de Bruno y firmó los papeles cuando yo no podía ni pensar por mi misma.

Como amigo, me salvó de morir aquel día que intenté matarme de la tristeza que tenía.

Y siempre pero siempre me cuidó como el padre de familia que es, mis hijas y yo siempre supimos que él era especial, nunca nos abandonó como sí lo hizo su hijo, Arturo nos acompañó siempre, en la distancia o a nuestro lado, él siempre nos protegió.

Verlo hoy tan delgado, con apenas ánimo para festejar, pero no lo demuestra, siempre con la misma sonrisa, jugando con sus cinco nietas, su mirada ya casi no es la misma, pero cada día lucha contra ese cancer, para no demostrarnos que se está apagando despacio.

Volví con mis hijas, las abracé y ellas se dieron cuenta que había llorado, no pude evitarlo.

Bruno se me acercó y me abrazó fuertemente, acarició mi cabello largo y juntos lloramos como hacía muchisimos años lo habíamos hecho, desde cuando murió nuestro hijo Nicolás.

Tomados de la mano salimos a caminar por el country, pasamos por la que fué nuestra casa, esa casa donde fuímo felices y al mismo tiempo tan infelices.

Sin cruzar ni una palabra, seguimos caminando, no puedo aún asumir que ahí vive otra familia, esa hermosa casa fué hecha para mí, cada detalle fué pensado para mí, ahora hay otras risas, hay otras personas, hay otras historias.

-¿Estás bien princesa, te noto cabizbaja, hoy no tenes el mismo brillo en los ojos?

-Siempre en estas fechas me agarra la señora tristeza y melancolía, no puedo evitarlo, extraño demaciado a mis padres.

NO SUELTES MI MANO 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora