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Llegué a su puerta, por un momento lo pense dos veces, deseaba fundirme con él y por otra parte no deseaba volver a sufrir, no sabía que hacer si huir o quedarme.

Ya era tarde él abrió la puerta y me emcontró ahí.

-Te tardaste mucho en venir.

-Tuve que prepararme un poco, ya no tengo 20 años para esto.

-Para mí esta noche la vamos a disfrutar como lo que somos, un hombre y una mujer, adultos los dos y sabiendo muy bien lo que sentimos uno por el otro.

-¿Y vos qué sentís por mí Bruno?

-Aún dudas de mis sentimientos gatita- ya estaba besando mi cuello- si desde que estamos juntos que vivo para hacerte feliz.

-Pero con algunos intervalos bastantes prolongados.

-Eso va a...- dejó de hablar porque succionaba uno de mis senos- cambiar, ya no vamos a separarnos nunca más.

Mis manotas andariegas acariciaban su torso desnudo, él ya estaba en boxer, esos bien ajustados, que le marcan muy bien las nalgas, el muy desgraciado ni una estría tiene y yo tengo que hacer horas de gimnasio para eliminar la celulitis e ir a la esteticista a hacerme tratamientos para eliminar el paso del tiempo.

-Este vestido es bellisimo, pero ahora molesta, tengo que sacartelo ya!

-Lo único que te pido es que no rompas el sierre- no terminé de decirlo y mi vestido caía al suelo-.

-Ya aprendí a controlar mi anciedad gatita, ya no rompo ni vestidos, ni ropa interior femenina.

-Así me gusta, porque comprar conjuntos a cada rato no está en mi presupuesto.

-Te los compro yo si es necesario, acordate que soy experto en ropa intima femenina.

-Ahá! Pero dejá de hablar y concentrate en mi cuerpo, que desea ser mimado por estas manos grandes.

Comenzó a acariciarme, observó cada centímetro de mi piel, tocó mis partes sensibles, recordaba con sumo detalle donde tenía más sensibilidad, la punta de su lengua recorrió mi vientre, me hizo erizar la piel del placer que sentía.

Nuestras miradas estaban conectadas casi todo el tiempo, la música de fondo nos acompañó todo el tiempo.

Esta noche no fué una guerra sexual, sentímos un placer  mútuo, tocandonos el uno al otro, con nuestras miradas, con nuestros besos, nuestros cuerpos necesitaban reconocerce de nuevo.

Aunque deseaba quedarme a dormir con él, mi deber de madre me hizo volver a la realidad, regresé al penthouse a las tres de la madrugada, pasé por el cuarto de mis hijas y aún dormían.

A las diez en punto, un beso en la mejilla me despertó, y una hermosa sonrisa estaba en los labios de mi hija Lourdes, ella siempre me da esas lindas sorpresas.

-Buen día mami, tengo hambre, quiero mi leche.

-Buenos días hermosa, vamos a hacerte tu lechita y a despertar a tu hermana y vamos a ir a pasear con tu papá, ¿te gustaría ir al parque y después a almorzar?

-Si mami.

-Entonces vamos a la cocina a desayunar- le dí un beso y la subí a upa, le dí vueltas en el aire, verla reir era lo más bello del mundo.

Despertamos a Belén y las tres jugamos en la cama a las cosquillas, las dejé mirando una pelicula y en la cocina recibí un mensaje de Bruno, lo abrí y sonreí.

#Princesa puedo subir a desayunar con ustedes, estoy muy sólo acá y quiero ver a mis hijas.#

*Si venís en dos minutos sí, porque ya vamos a desayunar.*

NO SUELTES MI MANO 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora