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A la mañana siguiente, el típico y delicioso aroma a café la despertó, llamándola como el canto de sirenas a un marinero. Sonrió un poco y se estiró en la cama, a gusto por lo relajada que se sentía. Algunos huesos tronaron un poco, pero sus músculos ya no estaban tan tensos como los últimos días. Sin duda había logrado dormir más de las cinco horas regulares.

Luego de unos cuantos bostezos, se giró hacia la derecha para revisar la hora en su despertador. Sin embargo, la mesa estaba mucho más alejada de lo que pensó. Ella estaba recostada del lado izquierdo de la cama. Ese era el lado de Seokjin. Su ceño se frunció aún más cuando se giró hacia el otro lado y sobre la mesa de noche vio una lámpara de lava. Fue entonces cuando abrió enormemente sus ojos y su cerebro pareció reaccionar.

Ella no estaba en su habitación, ni en su casa. Y aquel aroma a café que sentía no era el mismo que olía cada día.

Con pasos torpes, se levantó de la cama colocándose sus bragas y la sudadera de Hoseok que había encontrado sobre el mueble. Se miró unos segundos en el enorme espejo sintiéndose extraña. Esa era la primera vez que usaba la ropa de Hobi y presentía que el otro diría algo como «me siento atacado». Rio apenas y arregló un poco sus mechones dispersos y se encaminó a la cocina.

De golpe detuvo sus pasos cuando oyó otras voces además de la cantarina de Hoseok. Sacando apenas su cabeza por el pasillo, divisó a Hope de espaldas terminando de sacar los últimos hotcakes mientras tarareaba la canción que sonaba en la radio. Namjoon mantenía una amena conversación con Jungkook mientras ambos preparaban todo para desayunar sobre la isla de la cocina. Se miró a sí misma y de pronto sintió vergüenza por pensar en salir así de la habitación sin comprobar antes si era apropiado o no. Sin embargo, cuando estuvo a punto de huir de nuevo al cuarto, alguien la llamó.

—¿Nena? ¡Al fin despiertas! —No pudo evitar congelarse en su sitio cuando escuchó la voz de Namjoon. Al moreno lo siguió Hope y pronto Jungkook, los tres igual de alegres.

No tardó en chillar cuando unos brazos la elevaron en el aire y pronto unos labios se hicieron dueños de los suyos. Labios que, después de semanas, ya conocía muy bien.

—Buenos días, muñeca —sonrió el menor de todos luego de susurrarle aquello.

—Buenos días, Kookie —el pelinegro la besó una vez más y luego la bajó, dejándola que caminara por sí misma hasta la cocina, pero sin soltar su mano.

—Buenos días, nena —susurró Namjoon sobre sus labios, cuando tomó asiento junto a él. No iba a negar que se sintió algo cohibida por tantas demostraciones a las que ninguno parecía protestar. Pero bueno... la noche anterior había dormido con Hoseok y se sentía un tanto incómoda que los otros dos la besaran mientras el pelirrosa servía el desayuno.

Una vez lista su tarea, Hoseok limpió sus manos como si nada, se quitó el delantal y rodeó la isla para detenerse detrás de ella y envolverla en sus brazos.

—Esto es jugar sucio, pero me encanta cómo te queda mi sudadera —susurró en su oído y besó sonoramente su mejilla, haciéndola sonrojar mientras trataba de ocultar su sonrisa con una gran porción de hotcakes en su boca. Los otros dos solo sonrieron y le guiñaron un ojo antes de comenzar a comer también. Sin duda eso se sentía muy extraño e inusual, pero no iba a negar que le gustaba.

—Ah~ esto se siente como estar casados ¿no creen? Mi Lilith bonita, despertando de un sueño reparador, para luego desayunar lo que su lindo esposo preparó para ella.

—Oye, yo ayudé —se quejó Jungkook, interrumpiendo el parloteo de Hoseok mientras Namjoon le pedía a la pelirroja que abriera su boca para alimentarla.

Luxuria [BTS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora