Namjoon suspira y mira a la mujer a su lado una vez detiene el auto en el estacionamiento del edificio. Lilith parece tan ida en sus pensamientos mientras observa el seguro de la puerta. ¿Estaría dudando en si subir o no? El moreno sonríe apenas y se quita el cinturón para girarse hacia ella.
—Nena...
La pelirroja lo mira en silencio y él acaricia su mejilla con dulzura antes de besarla fugazmente.
—Si no quieres hacer esto podemos ir a casa o con Hope. No tienes que obligarte a hablar con Jin. En algún momento tienen que hacerlo, sí, pero no tiene por qué ser ahora —. Ella lo escuchaba con atención mientras Namjoon intentaba reconfortarla. Sin embargo, eso era algo que tenía que hacer quisiera o no. Jin era su esposo, lo amaba y necesitaba decirle cómo se sentía respecto a su relación, al sexo, a los tratos y... a sus amantes.
Sin decir algo, Lilith solo se quitó el cinturón y se bajó del auto, caminando hasta el elevador. Namjoon sabía lo testaruda que era así que tampoco insistió más y la siguió en silencio como había prometido, y porque solo así, él se sentía seguro.
Una vez ambos se encontraron dentro del elevador, Lilith puso la clave de su penthouse y el moreno aprovechó para tomar una de sus manos en lo que duraba la espera. Ella no lo iba a decir, pero agradecía infinitamente tener a uno de sus amigos en ese momento, más por apoyo moral y no porque le temiera a su esposo. Seokjin jamás había sido un hombre violento y confiaba en que eso no cambiaría ahora. Ambos amantes se dieron una última sonrisa antes de que las puertas se abrieran en su sala y fue cuando todo se fue a la mierda una vez más.
Desde su sillón hasta su cuarto, un reguero de prendas conectaba las habitaciones, de las que no solo se podían ver cosas de Seokjin, como su camisa, el cinturón o sus zapatos, sino también una blusa beige, un short desgastado y un brasier. Prendas... que no eran suyas.
Entonces lo oyó. Una mujer se encontraba gimiendo el nombre de su esposo mientras seguramente éste la embestía.
En su cama.
—Vamos —susurró ella y tomó la mano de Namjoon, arrastrándolo de nuevo dentro del elevador.
—Pero nena...
—No. Vámonos, Nam. Por lo visto, Seokjin está ocupado esta noche —rio con sorna y presionó el botón del subsuelo para regresar al estacionamiento.
Un horrible e incómodo silencio los rodeó hasta que Namjoon maldijo por lo bajo y la atrajo a su cuerpo para atraparla entre sus brazos. En verdad cada día no se cansaba de decir que Jin era un maldito, pero jamás pensó que sería tan hijo de puta como para meter a una de sus amantes en su hogar, en la cama que se suponía compartía con su esposa. Al parecer, todo el tiempo fue Lilith la que compartía esa habitación con otras mujeres de su infeliz amigo.
—Ese bastardo, juro que mañana lo mataré —sintió temblar los brazos que también lo rodeaban y su cuerpo no pudo hacer más que arder en odio. Entonces culparse fue su mejor respuesta —. Soy un idiota, debí ser más insistente, debí detenerte abajo. Debí llevarte a casa y hacerte el amor como te mereces.
—Tranquilo —susurró ella y lo miró. No había lágrimas en su rostro, pero sus ojos tampoco expresaban calma —. No es la primera vez que pasa, así que no debes sentirte mal. Hace... hace tres años estaba en un viaje de negocios con Yoongi en el que ni siquiera podía concentrarme por estar pensando en Jin. Solo quería terminar todo lo más pronto posible para regresar antes y darle una sorpresa. Lo irónico fue que la sorpresa me la dieron a mí —bufó en medio de una sonrisa y se apartó de Namjoon cuando las puertas se abrieron. El moreno no podía hacer más que verla caminar hasta el auto. A veces juraba que no entendía a esa mujer. ¿Por qué aguantar algo así? Por qué soportar que la persona que se supone te juró amor eterno, eligiera compartir tu propia cama con alguien más. Él más que nadie entendía la frase "la carne es débil", pero la estupidez de Seokjin jamás dejaba de sorprenderlo. Su amigo sí que era un maldito bastardo desconsiderado.
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Luxuria [BTS]
FanfictionLilith y SeokJin son un feliz y perfecto matrimonio de ocho años. Ambos trabajan en la empresa de su padre, donde las miraditas dulces y pequeños besos robados nunca faltan en su rutina diaria. Al igual que en sus noches de pasión, donde la ternura...