Capítulo 24: Fuerza

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Victoria se encontraba muy a gusto. Sentía los rayos del Sol en sobre su cuerpo, pasando a través de la ventana, calentando cada fibra de su piel, y era muy reconfortante. Christian estaba allí, en la cama con ella, y la abrazaba con cariño.

Ella sentía una constante presión en el pecho, como ansiedad. Le había echado tanto de menos... Casi habría dicho que había olvidado su olor, su tacto y el modo en que sus manos encajaban sobre las mejillas de Victoria..., si eso hubiera sido posible, claro. A veces tenía la sensación de que ambos Christian y Jack estaban tan entretejidos en su alma que siempre estarían allí con ella, fuera donde fuese. Pero eso no significaba que no les quisiera a su lado, que no le doliese el corazón cada vez que tenía que verles marchar..., o que les raptaban.

-Christian, has vuelto- sabía que era algo obvio, aunque la alegría era tal en su cuerpo que sentía la necesidad de decirlo. O quizás solo era porque necesitaba una confirmación verbal de que estaba allí, de que iba a quedarse.

-Claro que sí, pequeña- el apodo hizo que un escalofrío recorriera sus nervios. Era él, por fin-. Sabes que yo siempre volveré a ti.

Súbitamente, sintió un frío repentino por todo el cuerpo. Abrió los ojos. Decepcionada, se dio cuenta de que había estado durmiendo. Tenía las pestañas pegajosas por las lágrimas. Se incorporó y se obligó a respirar hondo.

Durante el tiempo que llevaban en casa de Shail, se había obligado a mantenerse fuerte. Tenía que hacerlo, por todos y por sí misma, igual que había hecho en la guerra, igual que había hecho después de la guerra. Sin embargo, ahora se encontraba en una situación extraña. Sin sus dos apoyos principales, cada vez quedaban menos miembros de su familia con los que podía contar. La ventaja de vivir sostenida por dos personas era que solías ser más estable que los demás. No obstante, cuando caías, también caías más bajo.

Y eso lo estaba experimentando ahora.

Decidió que lo que la animaría definitivamente sería ir a darle un abrazo a Erik, despertarle como solía hacer cuando era pequeño. Sabía que le había estado descuidando, quizás porque se había centrado en echar de menos a aquellos que no tenía consigo en vez de alegrarse por los que aún quedaban.

Sin embargo, había notado que, desde la aparición de Marta, Erik y ella se había hecho muy próximos. A pesar de que la chica fuera un poco mayor que Erik, sabía que este se había alegrado de tener alguien de su edad por allí. Y más una chica... Victoria sonrió para sus adentros. No sabía qué estaba ocurriendo entre ellos, pero definitivamente había algo. No sabía si comentárselo a Erik, ¿puede que decirle que su madre se encontraba allí para que le preguntara lo que quisiera?

Su sorpresa fue mayúscula cuando entró en la habitación de Kareth y la encontró vacía. La cama estaba deshecha, y su mochila con toda la ropa había desaparecido. Sintió que se mareaba, y se agarró fuertemente al cabecero de la cama para no caer, clavándose la madera en la palma y haciéndose daño. Aunque al menos el dolor parecía real.

Erik se había fugado. Minutos después comprobó que Marta también se había marchado, seguramente con él. ¿Por qué? Por mucho que se fueran por ahí, por Idhún (y que eso fuera muy peligroso), no podrían resolver nada. La huella, la profecía, la desaparición de Eva o de Jack... Todas esas cosas no se resolvían en la espontaneidad. Pero, habiendo sido adolescente, Victoria pensó que ella hubiera hecho lo mismo, incapaz de permanecer quieta y segura mientras los demás estaban en peligro.

Jack tenía que haber estado ahí, para hablar con él. Jack siempre había sabido qué decirle a su hijo. Contuvo las lágrimas. Se dio cuenta de que había pensado en él como si estuviera muerto. No. Victoria se rebeló contra esa posibilidad. No sabía dónde estaba, pero aparecería vivo y con una sonrisa radiante, como siempre.

Memorias de Idhún: HexágonoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora