Capítulo 12: Heridas

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Erik se despertó a la mañana siguiente con un fuerte dolor de cabeza. Se incorporó en su cama. Le dolía todo el cuerpo, como si miles de millones de agujas se clavaran por toda su piel. Cuando abrió los ojos, se obligó a adherirse a la realidad. A olvidar los sueños.

Se levantó de la cama y recuperó su rutina diaria, como si nada hubiera ocurrido, como si Eva no estuviera en paradero desconocido. Erik lo sabía, o, al menos, alguna parte de su mente sí. El dato estaba escondido recónditamente en algún lugar de su pensamiento, que estaba ignorando deliberadamente. El dolor le impedía pensar con claridad.

Al fin bajó al salón. La luz matinal entraba por los ventanales, iluminando toda la sala. Erik se frotó los ojos, somnoliento. Iba a sentarse en el sofá, cuando se dio cuenta de que había alguien tumbado en él. Durmiendo. Era una chica muy guapa, pese a que estaba de perfil, y no se podía ver su cara con exactitud. Tenía el pelo rubio, como el oro, el sol, o como una aurora dorada. Su nariz era alagada y fina, y sus mejillas eran sonrosadas. Tenía la boca abierta, y roncaba un poco, pero Erik no podía parar de mirar.

En ningún momento se preguntó qué hacía esa extraña en el sofá, porque, como se ha mencionado antes, el dolor le impedía pensar con claridad. Entonces la chica abrió un ojo y estropeó la feliz vista de acosador que Erik tenía. A diferencia de él, ella sí se sintió extrañada. Frunció el entrecejo y abrió la boca, como si fuera a formular una pregunta, aunque la cerró segundos después. Luego dejó escapar un largo bostezo, que no se molestó en ocultar. Parecía decidir qué pregunta quería hacer primero.

-¿Quién eres?- optó.

-Me llamo Erik- respondió el chico, con honestidad-. ¿Quién eres tú? Yo al menos vivo aquí.

La chica le dedicó una sonrisa matutina. Él se lo tomó como un pequeño halago.

-Me llamo Marta. Yo no vivo aquí.

-¿Te ha traído Christian? No recuerdo...- había algo sobre su mente que no parecía encajar del todo. Algo sobre su hermana, y anoche... No estaba muy seguro. El dolor..., ah, el dolor se estaba intensificando. Comenzó a marearse un poco.

-¿Christian? Es decir, ¿Kirtash?- pronunció el nombre en voz más baja, con el recuerdo residual de una palabra que temía quien la decía-. Sí. No...- se mordió el labio-. No sé muy bien qué hago aquí. No sé qué quiere de mí.

Erik no sabía mucho sobre el pasado de sus padres, pero conocía los suficiente como para saber lo que los idhunitas pensaban de Christian. Y lo que les hacía.

Erik depositó su mano en el brazo de la chica. Ella no se lo apartó; él lo consideró buena señal.

-Tranquila, no va a hacerte nada- le ofreció su mejor sonrisa controladora-. Christian... ya no es como dicen todas las historias. No es un asesino. En realidad, es mi padre.

Marta se relajó visiblemente, aliviando su miedo y tensión.

-¿Es tu padre?- parecía insegura. Luego le devolvió la sonrisa-. Sinceramente, no os parecéis nada.

Erik soltó una carcajada agradable.

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Victoria estaba inquieta. Se revolvía en sueños. Estaba intentando alcanzar algo, no recordaba el qué, y esto se alejaba y se alejaba sin que ella pudiera hacer nada, nada salvo extender la mano. Sabía que algo no iba bien. Entonces se despertó. Unos cálidos brazos la estaban envolviendo.

Descubrió los ojos verdes de Jack observándola atentamente. Le saludó con un beso.

-Buenos días.

Memorias de Idhún: HexágonoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora