Capítulo 32: El perdón

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Eva caminaba detrás de Aedion con cierta desgana. Seguían las órdenes de Elodie: habían dormido a los prisioneros y ahora iban a entrenar.

Lune no quería pelear con Aedion; de hecho, no quería ni verle. Sabía que eran compañeros, y que cualquier asunto que no formara parte del trabajo debía ser dejado aparte. Sin embargo, era difícil, y aún lo era más admitirlo, aunque solo fuera a ella misma. Se había armado de toda la frialdad posible para olvidarse de cualquier sensación que pudiera sentir al lado del chico.

Así dolería menos.

Llegaron al claro donde solían entrenar. Eva aún recordaba esos primeros días, cuando, a pesar de encontrarse bajo el influjo de Elodie y Aedion, se sentía más o menos feliz. Estaba contribuyendo a una causa, se sentía útil. Él le enseñó a pelear, a moverse por el campo, a no dejar rastro. La convirtió en una perfecta asesina, pero ahora las diferencias entre maestro y alumna no estaban tan claras.

Desde que empezó a enseñarle cosas, Aedion ya sabía que Eva lo haría mucho mejor de lo que él era capaz.

El chico dejó las botellas que habían traído con agua a un lado y se giró para mirar a Lune.

-Cuando quieras- dijo, moviendo su cuello de un lado a otro, haciéndolo crujir.

Eran las primeras palabras que le dirigía desde aquella cruel conversación, y las pronunció con un tono excesivamente neutral, como si las dirigiese a un desconocido.

Oh, Dioses, iba a darle la paliza del siglo.

-No necesito prepararme- declaró, sacándose un cuchillo de la bota y lanzándolo a la maleza.

La pelea fue intensa, pero larga. Se conocían tan bien como si fueran amigos desde parvulario: cada uno intuía los movimientos del otro, se anticipaba y contraatacaba. Parecía ser un ciclo sin fin.

En un despiste, Eva atacó, dejando su flanco izquierdo desprotegido. Aedion se agachó y esquivó el golpe, para después ir a por la chica. Ella se sorprendió, intentó rectificar, pero el golpe llegó, y cayó al suelo. Se levantó con gracilidad, apoyándose en las puntas de los pies, y continuó peleando. Aedion aprovechó esos segundos, rodeó a Eva e intentó derribarla de nuevo.

Ella resistió, aunque claramente iba perdiendo. El combate era como una balanza, y los dos platos se habían desnivelado. Ahora ella debía ganar ventaja para poder recuperar el equilibrio.

Podía intentarlo. Devolvió los golpes del chico con una fuerza sobrehumana. Necesitaba que se acercara, que se arrimara demasiado a ella. Encajó un par de puñetazos, cada uno más fuerte, para que él se confiara, para que pensara que estaba ganando. Entonces, cuando Aedion iba a golpear una vez más, Eva saltó. Era una maniobra que había intentado un par de veces: se elevaba con un salto alto, daba una vuelta en el aire y caía sentada en los hombros de su enemigo.

Y, mientras Aedion levantaba la cabeza para mirar hacia arriba, eso fue lo que ocurrió.

Ventaja.

-Sabes que si muevo mis manos ahora mismo, te parto el cuello- comentó Lune.

Los ojos azul verdoso del chico la miraban con interés.

-¿Dices que es un jaque mate?- solían pelear hasta que uno de los dos quedaba inutilizado, y el siguiente paso sería la muerte.

-Sí.

Aedion esbozó una sonrisa astuta.

-Yo creo que no.

El chico deslizó su mano hasta una de las piernas de Eva, a un punto concreto. Entonces, apretó con fuerza. Esa era su debilidad. Sí, el punto flaco de la asesina, secuestradora de reyes, y nieta de Ashran eran las cosquillas.

Memorias de Idhún: HexágonoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora