Shail caminaba a paso ligero. Deprisa. El tono de voz de sus hijos le había alarmado lo suficiente. Vivían en Haai-Sil, no muy lejos de los límites, con lo que había un pequeño bosquecillo cerca. Ahí solían ir los niños a jugar, no había peligro. La cara de Miriay le había hecho replantearse este último pensamiento.
Llegaron a un pequeño claro. Parecía normal, del todo normal, pero Shail se percató de algo extraño en la vegetación. Era el bosque, en todos ellos, las plantas crecen hacia el cielo, intentando alcanzar la luz. Se expanden por el espacio disponible. En este claro, era como si la vegetación intentara apartarse hacia los bordes. Sin tocar la luz, alejándose del centro, en el que había justo dos grandes pisadas de gigante.
Hoight, que había tomado la delantera del pequeño grupo, la señaló:
-Ahí, papá. Estábamos jugando por aquí y, de repente, nos encontramos esto.
Shail sonrió. Se había preocupado por nada. Se agachó y revolvió el pelo de su hijo de ocho años.
-No pasa nada, cielo. Los gigantes pasan a veces por el territorio y sus pies son…- rió- son muy grandes. Dejan marcas así. No es peligroso.
Iszar encaró a su padre. Tenía las manos manchadas de tierra, de revolver la huella del gigante.
-Pero hay más- insistió, enseñando su mano. Entre la tierra, había unas escamas azules, de varu, y se apreciaban pequeños hilos blancos, manchados de sangre.
Zaisei se agachó junto a sus hijos, llevando a Miriay de la mano. Frunció el entrecejo.
-No sabemos qué puede haber pasado- dijo con delicadeza.
Shail siguió las huellas con la mirada. Solo había un par y, a continuación, nada. No, nada no. Se acercó. Se acercó más. Después de las huellas gigantescas, había otras más pequeñas. Como si el gigante hubiera desaparecido.
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Eva estaba meditando. Normalmente, le gustaba hacerlo en el bosque, porque podía sentir la energía traspasando su cuerpo. Incluso lo había hecho una vez en un acantilado, con Aedion, el viento silbando en sus oídos. Pero no, aquella vez había elegido las profundidades de una cueva. Había otro tipo de silencio allí, únicamente con el ruido del goteo del agua en las profundidades.
Meditar le gustaba, le ayudaba a sentirse mejor, como si tuviera un peso interior y pudiera hacer que se evaporara. Se ponía en una posición cómoda, y dejaba que su cuerpo simplemente… se relajara. Se concentraba en el medio en el que estaba, y en su cuerpo. En sus sensaciones. Cuando llevaba un rato en ello, estaba tan metida que apenas sentía las terminaciones nerviosas de su cuerpo. Todo era pesado, y abrir los ojos era como nadar contracorriente: exasperantemente difícil.
Ahora mismo, podía sentir la sangre recorriendo sus venas, el oxígeno llenando sus pulmones. Sus pensamientos eran lúcidos, coherentes. Se había desprendido de sus sensaciones, las examinaba desde una fría perspectiva, que le permitía comprenderlas mejor. Se preguntaba si así era cómo se sentía abrazar su parte de shek. Desde luego resultaba… interesante.
Cuando se despejó de aquello que le molestaba, reconoció que tenía que volver. Empezó a mover los dedos de las manos, el cuello, las muñecas… Poco a poco, abrió los ojos. Se sentía cansada, pero, al mismo tiempo, muy en paz. En frente de ella, cosa que no le había parecido al empezar a meditar, estaba la misma mujer a la que había conocido antes. La relajación en la que se hallaba sumida le impidió empezar a temblar.
-Por favor- murmuró la mujer-, no me gustaría interrumpirte.
Eva se levantó. Sus piernas parecían de plomo; aún se estaba despertando. Los sentimientos, las inseguridades y los recuerdos volvían a agobiarla de nuevo. Intentó recurrir a la calma, no dejar que se fuera. Necesitaba paz en el alma, no podía dejarse dominar por las fuertes revelaciones que había experimentado hacía unas horas. Y, a pesar de todo lo que le habían contado, intuía que había más. Eso le abrumaba.
-Ya he acabado- mencionó Lune, aunque la mujer ya lo sabía. Estaba siendo formal, y no entendía por qué. Probablemente estaba a punto de pedirle un favor.
-Perfecto, entonces- la sonrisa de la mujer era de fascinación, sin ser muy amplia-. ¿Cómo te encuentras?
-Mejor- la pregunta le pilló por sorpresa, pero Eva siguió sin sonreír-. Gracias.
-Ha sido un buen golpe.
Eva arqueó una ceja, y la mujer rió.
-Eres igual que tu padre, ¿lo sabías? Tan… diferentes del mundo- negó con la cabeza-. Espero que te comprometas con el plan que te hemos propuesto.
Eva inspiró. Realmente, solo había una opción, pero, de haber podido elegir, habría elegido lo mismo. E intuía que la mujer también lo sabía.
-Por supuesto- frunció los labios, insegura-. ¿Empezamos ya? No me ha quedado claro del todo, antes… ¿Es necesario de veras… hacerlo?
-Te necesitamos, Eva. También necesitamos hacer esto, de esta forma. Y así se hará.
La chica estuvo tentada de volver a replicar, pero no lo hizo. Aquella mujer era interesante, muy interesante. Sentía sus grises ojos encima de ella, controlándola. Algo le impedía sentirse enteramente cómoda. Al mismo tiempo, sentía que se encontraba bajo su influencia. Tenía curiosidad sobre a dónde conduciría todo eso, sobre todo con ella misma siendo el señuelo.
-De acuerdo. ¿Cómo vamos a secuestrar a los reyes de Nandelt?
La mujer sonrió muy ampliamente.
-Ohh, tendremos ayuda. Ellos… están llegando.
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Christian no sintió nada al atravesar la puerta. Lo había hecho ya demasiadas veces como para que fuera emocionante, para que le quitara la respiración o le hiciera sentir ese vacío en sus pies, lo que estaba seguro de que estaría experimentando Erik. En realidad, el único sentimiento que le devoraba era el de encontrar a su hija, como en las últimas semanas.
Aparecieron en el bosque de Awa. El verde explotó en la visión de Christian. Tanto… Después de la batalla de los Siete, Wina había hecho un buen trabajo. Incluso aunque ya habían pasado cerca de quince años, el impacto seguía visible. A su lado derecho estaban Victoria y Erik. Su mujer parpadeó un número exagerado de veces, ajustándose a la realidad. Ella tenía más práctica. Erik se dejó caer en la hierba. Seguía consciente, simplemente se ajustaba de un modo extraño al planeta.
Victoria miró a su alrededor. Sonreía. Era la primera auténtica sonrisa que tenía desde que Eva había desaparecido.
-Esto es…- cerró los ojos. Por un momento, Christian pensó que iba a transformarse. No lo hizo. Respiró hondo-. Está tan… tan lleno de energía. Por todas partes. Es…- abrió los ojos. Eran de un marrón tan especial. Siempre brillaban, pero al shek le pareció que, esta vez, tenían incluso más luz.
Se acercó y le dio un beso afectuoso en la mejilla. Incluso él podía sentirse feliz al verla así. Dos imágenes se superponían en su visión. Una Victoria más joven, adolescente, cogida de su mano y llegando a Idhún por segunda vez como humana. Recordaba esa misma mirada en sus ojos, de ilusión… Luego habían sido atacados, así que prefería acordarse solo de la primera parte.
Erik se levantó del todo y observó su alrededor.
-Vaya… Es precioso.
Marta se encontraba a su lado, cogiéndole de la mano. ¿Quizás había tenido miedo de cruzar la puerta? Christian no lo sabía, pero esa chica le daba muy mala espina. No quería que anduviera tonteando con su hijo.
-El bosque de Awa- dijo ella, más para sí misma que para los demás. Después, se giró hacia Christian-. Bueno, ¿cuál es el plan?
-Podríamos ir a Celestia- propuso Victoria-. Seguro que Shail y Zaisei nos ayudarán…, además de mantenerlo en secreto. Nandelt es peligroso, de momento.
-Yo iré a ver a Ydeon- murmuró el shek-. Necesito tiempo para pensar.
Todo sobre el último mes le agobiaba. Quería estar solo. Recuperaría un poco de su lucidez mental y, con suerte, se le ocurriría algo que tuviera sentido.
-Decidido entonces- Erik sonrió-. ¿Qué opinas, papá?
El chico se giró, esperando encontrar a Jack a su lado.
-¿Papá…?
Christian miró a su alrededor.
-¿Dónde está Jack?
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Memorias de Idhún: Hexágono
أدب الهواةErik y Eva han crecido en la Tierra, de espaldas a su verdadero mundo. Sus padres no les han revelado nada y ellos no sospechan, hasta que en la adolescencia, se empiezan a mostrar en ellos poderes y experiencias que exigirán la vuelta a Idhún...