Esa silla.

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Me enfrento a esa silla, en medio de la noche,
y me cuenta que estuvo  inmóvil todo el día,
nos miramos, nos decimos tantas cosas,
nos odiamos, nos llenamos de envidia.

Mis celos son de ella, y su poder permanecer,
el poder quedarse en casa y rehuir del mundo.
Su envidia es de mi, de mi eterno volver,
del movimiento simple, plácido, absurdo.

Si yo fuese ella, me apostaría en la ventana,
pasar las horas vería...
Si ella fuese yo, correría...
de los duendes del cuarto,
de su naturaleza inhumana.

Esa silla, ese objeto que habla,
me pidió que en su lecho la acompañe.
Esa silla es mi amiga frecuente,
mi peso en el suelo, mi ancla.

Mis celos son de ella, por poder silenciarse,
y su envidia es de mi, por partir,
de mi escape,
de mi huir...

Carta a la autoestima.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora