Nine

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Dedicado a AcidRain9

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"Cuando hay dinero de por medio es muy difícil la libertad". -Gonzalo Torrente Ballester


Ichiji no podía creerse el semejante cambio que había sufrido su relación con Katakuri en menos de 24 horas.
Y todo gracias a unas cuantas palabras que podían tomarse como una disculpa.

El pelirrojo, obviamente, desconfiaba de aquello, de que hubiera sido tan fácil el volver a envolverse en el extraño y tétrico mundo del Charlotte. No obstante, le costaba Dios y ayuda el darle cierto sentido a sus sospechas, teniendo en cuenta que el de pelo granate embotaba todos sus sentidos, difuminando todo pensamiento racional hasta hacerlo ilegible, con tan solo rozar su piel.

Como bien le había demostrado la noche de la cena familiar.
Y es que resultaba más que obvio que Ichiji había ocultado lo ocurrido entre él y Katakuri bajo una falsa y cutre excusa... Pero eso era mejor que decir que  —sin saber muy bien cómo ni por qué— el Aston Martin había permanecido un rato aparcado a unas cuantas manzanas de la mansión Vinsmoke, mientras su conductor y el acompañante follaban de manera rápida, salvaje y delirante.
A Ichiji difícilmente se le podía olvidar la depredadora mirada de Katakuri; una mirada que lo atrapaba y lo hacia sentirse doblegado ante la imponente atracción que lo unía a Katakuri (aún sin saber si esa atracción era recíproca).

De todas formas, y para frustración de su cordura, las cosas no se habían quedado guardadas en el interior del caro automóvil, sino que habían proseguido, de forma discreta, a lo largo de la velada, con toques y caricias juguetonas por debajo de la mesa, además de un morboso encuentro sexual en el jardín trasero, en el que Ichiji lo montó con dureza, rapidez y soltura.

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El tan solo recordar eso ahora, para bien o para mal, le provocó una inminente erección que, al estar solo, pudo deshacer sin problemas.

Siempre pasaba igual, su mente le decía que debía desconfiar del Charlotte y alejarse de él, que no era tan bueno como pretendía ser... pero su cuerpo, por el contrario, ardía con cada simple toque del mayor y le incitaba a tener más, pedir y —si fuera necesario— rogar por más.
Era altamente vergonzoso, una mancha constante en su orgullo de la que no podía librarse.

Volviendo al presente, Ichiji decidió ir a tomarse un baño, para relajarse y lograr poner, aunque solo fuera por un segundo, la mente en blanco.
Cosa difícil, teniendo en cuenta que las sospechas que tenía sobre la familia Charlotte y sobre su propia familia no dejaban de dar vueltas por su cabeza. Su mente fabricaba las más disparatadas elucubraciones, y él se sorprendía muchas veces cavilando sobre ellas.
Pero ahora no es momento”, pensó una vez salió de la bañera, colocándose una toalla atada alrededor de la cintura y saliendo del baño.

No obstante, sus ojos captaron algo que lo hizo detenerse en seco.

Había usado el cuarto de baño privado del dormitorio principal, así que ahora tenía un panorama general del cuarto... pero lo que le congeló en el sitio no era que algo hubiese cambiado en la habitación, sino lo que alguien —seguramente Katakuri, pues, según la hora, ya debía haber vuelto— había colocado sobre la cama.

Ya salido de la impresión inicial, Ichiji se acercó y contempló aquel traje de conejito playboy estirado sobre la cama, con los complementos (como las orejitas e incluso la cola) a un lado.
El pelirrojo tragó saliva, cogiendo la pequeña tarjeta doblada sobre el traje con su nombre escrito en rojo.
«Ponte esto, arrodíllate en la cama con los ojos cerrados y espera» -leyó la tarjeta como tres veces, antes de volver su atención al disfraz. “¿Quién diría que a alguien como él, le van las cosas como estas?”, se preguntó. No obstante, a pesar de eso, su cuerpo no pudo evitar estremecerse ante la nueva experiencia que se le ofrecía y, cuando quiso darse cuenta, ya se había despojado de la toalla y se había puesto el disfraz, para después subirse en la cama y arrodillarse justo en el centro, como él le había pedido.
Agachó la cabeza, cerrando los ojos, mientras entrelazaba sus dedos y colocaba sus manos entre sus piernas enfundadas en aquellas medias oscuras.

Don't Touch MeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora