Thirteen

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Nota: Leve modificación en la imagen que tenéis arriba debido a que este capítulo no se centra en las vivencias de Ichiji y/o Sanji, sino en las de Katakuri y Zoro.
¡Qué disfrutéis!

Dedicado como siempre a AcidRain9

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“Prefiero reír con los pecadores que llorar con los santos”.
— Billy Joel


El timbre reverberaba por las paredes de la enorme cabaña, mas nadie atendía al llamado; no obstante, quien estuviera al otro lado de la puerta no se rindió y siguió pulsando el timbre sin cesar hasta que la enorme mujer se levantó y fue a abrir.
–¡¿Qué demonios quer...?! -la mujer dejó el grito a medio formar cuando sus avispados ojos, maquillados con tonos de morado y rosa chillón, se cruzaron con una mirada que ya casi se podía decir que echaba de menos–. ¡Pero bueno! Mira quién tenemos aquí. Te has tardado lo tuyo, ¿eh, Roronoa?
–Yo también me alegro de verte, Big Mom -saludó el recién llegado con un ligero asentimiento de cabeza.
–Pero bueno, hombre, entra. Siéntete como si estuvieras en tu casa -le invitó la mujer, dejándole pasar mientras el peliverde pensaba que, si de verdad ese sitio fuera su casa, no tardaría mucho en coger las maletas e irse lo más lejos posible.
No obstante, Zoro borró ese pensamiento de la cabeza tras sentarse en el enorme sofá de aquel recibidor. El ambiente olía a una mezcla imposible entre madera de nogal y azúcar, mucho azúcar. Demasiado, quizás.
–¿Y bien? ¿Cómo te fue? -preguntó la obesa mujer, sentándose frente a él. Ahí es donde entraba en juego la historia que Zoro había ido construyendo en aquella larga semana de entrenamiento:
–Sanji está finiquitado. Judge huyó a Francia, pero me encargaré de él incluso antes de que los policías lleguen al aeropuerto. Y en cuanto al resto...
–Me enteré de que están de vacaciones, así que puedes eliminarlos en cuanto vuelvan, como a su padre -le sugirió Big Mom, a lo que Zoro asintió lentamente–. Bien, pero hay algo que debo preguntar: ¿Qué has hecho con Ichiji?
–Me pareció que con la traumática velada que pasó con Oven, el chico tenía más que suficiente. Además, me dijiste que no lo tocara.
–Eso fue antes de que dejase a Katakuri. Si es necesario, te pagaré más... pero quiero que elimines a ese pelirrojo impertinente.
–Lo haré, cuando la policía no lo proteja las veinticuatro horas -dijo el de pelo verde, cruzándose de brazos con el ceño fruncido.
–Cierto es. Me puso tan triste el enterarme de que arrestaron a mi Oven y a mi Daifuku, pero sé que no hay peligro alguno. Ellos no delatarían a su madre -exclamó Linlin, muy segura de sí misma.
Dicha convicción hizo que a Zoro le entraran ganas de reír, pero mantuvo su expresión impasible.
–Sí, son duros de roer. Me costó bastante que Daifuku me dijera donde te encontrabas - “Aunque realmente sólo me costó cinco minutos con él, en una sala de interrogatorios, con el capitán Shanks”–. Guardarán bien el secreto de tu ubicación, no te quepa la menor duda.
–Eso me reconforta, la...
–¡Mamá! -exclamó una chica morena, irrumpiendo en la habitación; tenía el  pelo recogido en una coleta alta y llevaba puesto un pomposo vestido lila de lunares rojos, con medias negras y manoletinas rojas. Zoro la conocía casi demasiado bien: era Charlotte Flampe–. Katakuri me ha... -cuando la muchacha cayó en la presencia del peliverde, se calló abruptamente, dedicándose solamente a ese chicle que masticaba a todas horas (aunque Zoro no sabía realmente si era el mismo siempre o lo cambiaba en algún momento del día). Big Mom, por su parte, miró a su hija con una clara expresión aburrida.
–Por última vez Flampe, te dije que Katakuri podía ser tuyo si querías, pero no te aseguré en ningún momento que esa idea le fuera a gustar a él -le explicó de forma que parecía que Flampe sufría algún trastorno se déficit de atención, o algo por el estilo–. Con lo cual si te ha mordido, o te ha escupido, o te ha empujado, siento decirte que no le puedo hacer nada, porque no creo que lograra cambiar en algo su decisión, ni aunque le sometiera al electroshock.
–¿Tienes encerrado a Katakuri o algo? -preguntó Roronoa, sabiendo que podría estar arriesgándose al formular esa pregunta. No obstante, Linlin asintió, tras emitir un pesado suspiro– ¿Por qué?
–Es mi cárcel personalizada para él, como castigo permanente por su fallo -respondió la mujer, entrelazando sus dedos gordos entre sí–. Y me alegra que preguntes, casi tanto como el hecho de que estés aquí ahora.
–¿Y eso?
La mirada de la mujer se clavó en la suya con tal intensidad que, por un momento, Zoro temió que pudiera ver a través de él, que pudiera averiguar sus intenciones.
Pero eran simples imaginaciones suyas.
–No me fío ya de él. En cuanto a mí respecta, se ha convertido en un traidor en contra mi causa - “Una causa a la que no quería ni unirse, hasta que le obligaste y lo casaste con Ichiji”, pensó él–. Es por eso que, para evitar riesgos innecesarios, quiero que me lo vigiles. Las 24 horas al día, al ser posible -añadió con un tono serio–. Si es necesario, te pagaré la cifra que tu me pidas. El dinero no es el menor de mis problemas si así evito el riesgo de algún tipo de escape. Crié demasiado bien a ese hombre... -susurró Big Mom, apartando la mirada.
–La cifra de pago ascenderá el triple pero lo haré -accedió Zoro, tras dejar pasar unos cuantos minutos, teniendo en cuenta que esa decisión ya la tenía tomada incluso antes de que la mujer se lo propusiera–. Dime dónde está y empezaré enseguida.

Don't Touch MeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora