Fourteen

622 86 52
                                    

Dedicado a AcidRain9

•••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••

"Un pintor debe empezar cada cuadro con un baño negro al lienzo, pues todas las cosas en la naturaleza son oscuras excepto cuando están expuestas a la luz". - Leonardo da Vinci.

°°°

Ambos hombres corrían sin rumbo por el bosque, escuchando el murmullo rabioso de los diez, quizás quince, miembros de la familia Charlotte que los perseguían.
Shanks les había dicho que la patrulla llegaría tan breve como fuera posible, así que tanto Katakuri como Zoro tenían que aguantar hasta que llegaran... Cosa que no era fácil, ni aunque el peliverde cortaba algunos árboles para impedir el paso a sus perseguidores y así ganar algo de tiempo; y tiempo es algo de lo que andaban bien escasos.
Pero ahí seguían, corriendo para ver si encontraban algún día la manera de torcer sus pasos y encontrar la salida a la carretera, sin encontrarse algún familiar Charlotte patrullando el perímetro.

Era lo malo de haber engañado a una de las familias más jodidamente numerosas de toda la región.

Dejando eso a un lado, ninguno de los dos sabía cuánto habían corrido, porque toda la extensión boscosa se le se antojaba igual. Ellos solo se guiaban por el momento del día que marcaba el cielo... aunque en ese, precisamente, era ya de noche, con lo cual se tenían que iluminar con la luz de la Luna -si usaban la linterna del móvil de Zoro, obviamente los iban a descubrir-, lo que no era muy sigiloso debido a las prominentes raíces de los árboles y las enredaderas que colgaban de las ramas, lo que dificultaba su caminar y su visión, ya de por sí no muy buena.

De repente, Zoro captó un leve resplandor en su periferia visual y cogió a Katakuri por el brazo para guiarle hasta allí. Esperaba que el suave sonido que llegaba a sus oídos no fuera un engaño.
Y acertó.
-Un lago -susurró Katakuri acercándose y arrodillándose en el suelo para juntar sus manos, coger agua y beberla con cierta ansiedad.
-Descansemos aquí un poco, pero mantengámonos en guardia por si vienen -propuso Zoro, sentándose e la hierba. Katakuri asintió, colocándose a su lado.
Los minutos empezaron a correr, mientras ellos descansaban de su huida, dejándose arrullar por el sonido del agua al ser suavemente removida por la brisa.
Ambos estaban muy exhaustos, pero dormirse no era una opción en aquel momento y eso lo sabían perfectamente. Así que, para mantenerse despiertos (al menos, un poco), Katakuri se giró hacia su compañero peliverde, para preguntarle:
-¿Qué harás cuando toda esta locura termine?
Aquello descolocó un poco a Zoro, por lo que guardo unos segundos de silencio para pensarlo con tranquilidad, mientras fijaba su mirada en el cielo.
El brillo de las estrellas le recordó al que tenía los ojos azules del rubio de las cejas rizadas, lo que le hizo sonreír instantáneamente.
Zoro comprendía que la forma en que conoció a Sanji no fue ni la mejor ni la más convencional -o sea, lo había conocido para saber a quién tenía que matar por órdenes de Big Mom-, pero no por ello significaba que lo quería más o menos.

Puede que el peliverde no estuviera muy seguro de qué hacer con su vida, de ese día en adelante, pero sí de con quién pasarla.

Zoro no lo iba a negar. Quería a Vinsmoke Sanji más que a cualquier otro hombre o mujer que hubiera conocido y del que se hubiera enamorado antes.
Y, también, lo echaba demasiado de menos. Quería estrecharlo entre sus brazos y no soltarlo para el resto de lo que les quedara de vida.
Así que, tras quedarse pensando la pregunta del mayor, dejó que sus labios se curvaran en una suave sonrisa mientras respondía:
-Celebrarlo a lo grande con mi chico.
Esa respuesta hizo que la sonrisa que portaba el peliverde se contagiase en Katakuri quien, automáticamente, pensó en que haría lo mismo con el suyo, si todo entre ellos salía bien.
De repente, oyó un suave crujido a su lado y se volvió para ver como Zoro se despegaba los brazos del torso, ya que se había intentado abrazar a sí mismo, y metía la mano en el bolsillo de su cazadora.
-¡Ah! Es la foto que me dio Ichiji -murmuró sacando la instantánea que el pelirrojo Vinsmoke le había dado antes de que Zoro se marchase: era una foto de Sanji con unos ¿13 años? tal menos. No le había dicho nada al dárselo, simplemente se lo había quedado mirando inexpresivo.
-¿Por qué te dio esa foto? -preguntó Katakuri, a lo que el peliverde se limitó a encogerse de hombros y poner la foto frente a sus ojos para observarla mejor.
Si de algo le había servido la misión de Big Mom de exterminar a los Vinsmoke, es que se había visto en la tesitura de investigar a todos y cada uno de los miembros; eso significaba que sabía que Ichiji siempre hacia las cosas con alguna intención, solo tenía que averiguar cuál era la que tenía al darle esa foto.
De repente, cuando la bajó, vio algo destacando contra la suave luz que emitía el lago ante el brillo de la luna, y, al darle la vuelta a la instantánea... lo vio.
Era una serie de números, con aspecto de ser un teléfono, con lo que sacó el móvil no rastreable y los escribió con cuidado. Le dio a la tecla de llamar y se llevó el móvil a la oreja:
- Ubicación localizada. Mandando coordenadas geográficas... -fue lo único que oyó antes de que colgaran.
-¿Qué demonios...? -masculló por lo bajo.
-¿Qué pasa? ¿A quién has llamado? -preguntó Katakuri, alzando una ceja.
-No tengo la menor idea. Tu marido es muy extraño, Katakuri -dijo mirando al mayor de reojo quién soltó una suave carcajada.
-Es parte de su encanto- comentó este mirando al lago, mas no pudo evitar que el peliverde viera la añoranza brillando en sus extraños ojos rojos.
-Volveremos a casa, ya verás -le intentó animar, dándole un suave codazo en su brazo.
Sin embargo, la suerte había dejado de estar de su parte... y lo supieron perfectamente cuando oyeron una voz chillona y femenina venir de su espalda:
-Eso lo dudo mucho, traidor.
Ambos hombres se levantaron y se giraron al unísono, para ver como la mismísima Charlotte Linlin emergía de las sombras, acompañada por todos los hijos que le habían seguido en la búsqueda para encontrarlos.
-Linlin... -susurró Zoro, echando mano a sus espadas... o intentándolo, ya que ya no se encontraban sujetadas a su cadera, sino en las manos de Charlotte Flampe, que se burlaba de su lentitud mientras le sacaba la lengua, alejándose de él para acercarse a su madre.
-Zorra -gruñó, apretando los puños.
-Muerto de hambre -dijo Flampe, con una sonrisita petulante.
-¡Basta! Ambos me tenéis muy cansada. Me he perdido la hora de la merienda por perseguir a dos imbéciles insurgentes como vosotros -exclamó Big Mom, con un tono enfadado e histérico-. No voy a soportaros ni un minuto más, es hora de vuestra ejecución. ¡Obligadles a arrodillarse y que alguien me traiga a Napoleón! -ordenó. Al instante, Zoro se vio de rodillas en el suelo, a causa de la fuerza de Perospero, Smoothie y Amande. Miró a su lado y vio a Katakuri, también de rodillas, y sujetado por sus hermanos gemelos.
El sonido de una espada al ser desenfundada le obligó a centrar su atención en Charlotte Linlin, quien ahora portaba una espada larga entre sus manos. Zoro tragó saliva y gruñó por lo bajo cuando Perospero le tiró del cabello para que agachase la cabeza, mientras Big Mom se acercaba y se ponía a su lado. "¿Nos va a cortar la cabeza a ambos de una sola vez?", se preguntó viendo de reojo que le habían pegado más a Katakuri, tanto que sus brazos se chocaban entre sí.
-¡Muerte a los traidores! -chilló la mujer, siendo secundada por todos sus hijos con la misma frase o algunas risas. "Maldita sea, este no puede ser el fin...", se dijo Zoro, cerrando con fuerza los ojos...

Lo primero y lo último que pasó por su mente, fue la carita sonriente de su rubio favorito, al igual que cierto pelirrojo, astuto y hermoso, se instalaba dentro de la cabeza de Charlotte Katakuri...
Querían tanto a sus parejas, que si tuvieran una última oportunidad...

Y al parecer, el universo -o lo que fuera que eligiera y controlara los momentos que vivimos en nuestras vidas- se puso de su parte, ya que, rápidamente, todos los Charlotte ahí presentes fueron rodeados por un círculo enorme de policías, con sus pistolas desenfundadas y apuntando sin miedo alguno.
-¡Linlin! ¡Suelte ese arma y ponga las manos donde podamos verlas! ¡Ahora! -exclamó Akagami Shanks, saliendo de la espesura, acompañado de Dracule Mihawk, ambos apuntando a la mujer que, de la impresión dejó caer la espada.

Menos mal que Zoro y Katakuri pudieron apartar la cabeza a tiempo, porque si no la ejecución se hubiera realizado de verdad.

Mientras dos policías ayudaban a Zoro y a Katakuri, Shanks y Mihawk se adelantaron e inmovilizaron a Big Mom, esposándola.
-Charlotte Linlin, queda usted detenida -le informó Mihawk, sin poder evitar contagiarse de la sonrisa victoriosa que en esos mismos instantes adornaba los labios de su compañero pelirrojo.

Por fin lo habían logrado.

Don't Touch MeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora