Seven

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Buenas chicos, ¿cómo están? Espero que bien.
Aquí os traigo un capítulo nuevo en forma de regalo de Año Nuevo.
¿Cutre? Pues no, porque me encanta esta pareja y yo sé que a vosotros también. No mintáis 😏

Ya os digo que en estos días no estaré muy activa, así que disculpas anticipadas.

Espero que disfrutéis este capítulo y que paséis un increíble y feliz comienzo de 2019 💟

Dedicado a AcidRain9 (y a todos los demás lectores y lectoras [mayoritariamente lectoras] que tras la pantalla, dais apoyo a esta historia desde que comenzó 💖)

Pd: A partir de ahora, pondré algunas citas célebres para decorar un poco los comienzos de los capítulos.

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Lo contrario del amor no es odio, es la indiferencia

—Elie Wiesel


Unos cuantos días más tarde, Ichiji se encontraba echado en el jardín trasero de la mansión con los brazos cruzados tras la cabeza en forma de almohada, vestido con una sencilla camiseta blanca de manga corta y unos pantalones de pijama rojos. Tenía los ojos cerrados, mientras se dejaba acariciar por la suave brisa que envolvía el atardecer de ese veraniego día.

Un día cálido, a pesar de ser mediados de junio, que podría ser perfecto... si el pelirrojo estuviera en su verdadero hogar.
Porque la verdad era que no se sentía como si estuviera en su propia casa, por mucho que el contrato matrimonial dijera lo contrario.

Y menos a gusto se sentía desde ese día en que decidió dejar en claro su posición, negando cualquier tipo de nuevo roce entre él y el Charlotte
Desde ese maldito día, Ichiji había podido sentir como un enorme e insalvable precipicio se abría entre él y Katakuri, donde antes solo había una brecha simple, pequeña e insignificante.

Pero también había podido ser testigo de cuán equivocado estaba con respecto a sus sentimientos.
¿Qué quiere esto decir? Pues, bueno, desde aquella discusión poscoital, Katakuri le había otorgado al pelirrojo lo que este creía ansiar en su relación: distancia.

Y es que apenas se hablaban, si no era por cosas de suma importancia y en momentos de necesidad -como en las cenas de empresa a las que el de pelo granate le "invitaba" a ir (más para no tenerlo todo el día en casa, que por gusto)-; apenas se tocaban si no era para saciar el ansia de los fotógrafos de prensa rosa, en las contadas ocasiones en las que que ambos decidían salir juntos a la calle.
Pero, cuando volvían a la privacidad otorgada por su casa y a los amenos días sin nada que hacer, la verdad era que el pelirrojo pasaba interminables horas a solas, desde muy temprano, esperando inconscientemente a que Katakuri cruzara el umbral de la puerta, siempre vestido con un impecable traje hecho a medida y cargando con su casi sempiterno maletín de cuero negro.
Aunque no sabía por qué, si de todas formas, ninguno de los dos se hablaba, ninguno de los dos se saludaba y mucho menos se querían como lo tendría que hacer una pareja casada.
Es que ni siquiera dormían juntos, pues Katakuri le había cedido el dormitorio principal mientras que él dormía en el cuarto de invitados.

Y una de las cosas que más detestaba Ichiji — por muy frío, cruel y seco que fuera con las personas que habitaban en su vida— era la soledad.
¿Quién sabe? Quizás se lo merecía con creces.
–¿A qué viene esa cara tan larga? ¿Te despacharon injustamente de algún bar anoche o qué?- le preguntó Sanji, sentándose a su lado, manteniendo en perfecto equilibrio la bandeja que llevaba en una de sus manos. Tan ensimismado había estado el pelirrojo con sus pensamientos que ni siquiera había caído en el momento en el que su tercer hermano había salido al jardín.
–Anda y que te den, imbécil. No te invito a mi casa para que te burles de mí- se quejó, incorporándose hasta quedar sentado en la hierba.
–Lo sé, y permíteme decir que me extraña viniendo de ti. ¿Tan solo te sientes como para ignorar ese intenso odio, que tanto tú como Niji y Yonji sentís hacia mí, e invitarme a pasar el resto del día en tu casa?- preguntó el rubio, dejando la bandeja entre ambos y mostrando su contenido: un plato con donuts de diferentes sabores, otro con cupcakes de lindas decoraciones y otro con bombones rellenos tanto de chocolate como de licor, además de dos tazas de café helado.
–Sigue soñando. Te he hecho un favor al hacerte venir, porque estás más cerca de casa desde aquí que desde ese nido lleno de ratas en el que vives ahora. ¿O es que acaso no vas a ir a la cena familiar de mañana? -le respondió Ichiji con un deje de enfado bien patente en su voz. Aunque su tono enojado solo servía para ocultar la bochornosa sorpresa de saber que su hermano menor había supuesto bien, demasiado bien, en sus intenciones de traerlo a su casa. Y es que con Sanji allí — el único libre de todos sus hermanos, ya que Reiju se había ido de compras con su novia para la cena familiar, Niji estaba de fiesta en la ciudad vecina y Yonji se había apuntado para participar en una maratón nocturna— se aseguraba al menos de no cenar y, sobre todo, de no dormir completamente solo.
"Lo que hace la desesperación", se dijo sintiendo vergüenza de sí mismo.
–Ya, no me lo recuerdes -se quejó el rubio, suspirando mientras le daba un mordisco a uno de los donuts.
–¿Entonces es verdad que vas a presentarnos a tu prometido... o es una mentira de las tuyas?- cuestionó el mayor de los varones Vinsmoke, mirando al otro de reojo mientras probaba su amargo café con hielo.
–Siento decir que no me fío aún lo suficiente de ti cómo para responder a esa pregunta– respondió Sanji, con un patente tono de desconfianza impreso en su voz.
–¿Y si yo te cuento algo que tienes que mantener temporalmente en secreto?
–Entonces, sí. Un secreto por un secreto– asintió el rubio, lanzándose a la boca uno de los bombones con relleno de chocolate, que casi escupió al oír el susodicho «secreto» de su hermano mayor:
–Estoy planeando pedirle el divorcio a Katakuri.
–¿Qué? ¿Cómo? ¿Por qué? Judge nos dijo que os estaba yendo bien, a pesar de ser un matrimonio concertado. Además, apenas ha pasado un año.
–Eso ya lo sé, pero, venga Sanji, ¿desde cuándo te crees tú algo que provenga de la boca de padre?
–Buen punto– comentó el hermano menor, tras darle un trago a su propio café–. Pero, ¿qué ha pasado para que tomes esa decisión?
–Demasiadas cosas...– murmuró Ichiji, abrazándose a sí mismo, cerrando momentáneamente los ojos. Entonces, deshizo su posición, girándose hacia el rubio mientras blandía un dedo acusatorio–. Pero basta de hablar de mi secreto. Hemos hecho un trato, así que ya puedes ir contándome el tuyo.
–Bueno, vale. Me inventé lo de mi prometido porque veía que era la única forma de librarme de los planes de Judge– confesó el rubio, tras soltar un profundo suspiro.
–Ah, es verdad. Planeaba casarte de forma concertada a ti también, ¿no?– comentó Ichiji, a lo que su hermano menor asintió–. ¿Y qué harás en la cena?
–Digamos que ideé un plan con un amigo en el que él se hará pasar por mi prometido. Hemos estado trabajando en eso, para que sea más convincente y mantener a Judge contento– explicó el rubio, desenvolviendo uno de los cupcakes que tenía un curioso tono verde con una cobertura de nata color dorado, espolvoreada de trocitos de chocolate blanco.
–Ojalá se me hubiera ocurrido a mí antes, pero apenas tuve tiempo– se quejó Ichiji, resoplando con fastidio.
–Dudo que hubieras podido librarte – soltó Sanji de forma repentina, dándole un mordisco al cupcake. Ichiji se tensó, volviendo a mirar a su hermano, mientras fruncía el ceño.
–¿Qué? ¿A qué diablos te refieres con eso?
–No me preguntes a mí. Es lo que me dijo Reiju antes de la boda, cuando le advertí que tú podrías negarte al matrimonio con un completo desconocido como lo era Katakuri en ese momento.
–¿Qué te dijo exactamente? -le preguntó Ichiji, mientras una agria sensación se instalaba en algún punto de la boca de su estómago. Sus sospechas acerca de su matrimonio con Katakuri podrían verse confirmadas en ese mismo instante.
Sanji, por su parte se quedó en silencio durante unos segundos — demasiado largos, en opinión del pelirrojo—, mientras observaba la expresión sorprendida y ciertamente ansiosa de su hermano mayor.
–No mucho más, sólo me dijo que Judge jamás dejaría que estropeases sus planes de boda concertada para ti. Y añadió que tu unión con el Charlotte era uno de los sucesos más importantes para él, y no solo por ser tu padre. Aunque no me explicó a qué se refería exactamente.
»Teniendo esto en cuenta, déjame darte un consejo: no te divorcies aún. Créeme que no te hará ningún bien hacerlo. Intenta arreglar las cosas con él primero, intenta que vuestra relación vaya por un buen camino y, si ves que aún así las cosas no marchan bien, ponle punto y final. Pero no te rindas con una semilla,  diciéndote que saldrá una mala hierba, cuando ni siquiera le has dado la oportunidad de que brote.

Don't Touch MeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora