24. Es hora

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Fred

Entender que tan destrozado podía estar alguien era por mucho un don y a la vez una maldición, todo por el simple hecho de que ésa persona tiene a alguien que la entienda, porque sabes que la entiendes... Que eso los hace tener un vínculo de una u otra forma. Pero vamos, siendo sinceros, ¿a quién le gusta sentir dolor? No me refiero al físico. Me refiero a ese que te hace desear ser abofeteado por horas o que te golpeen con un objeto hasta sangrar antes de que sientas dolor emocional.

Porque el dolor emocional es algo que no se cura con una pastilla o un simple jarabe, una bandita o un remedio extraño o casero. El dolor emocional es por mucho una de las peores cosas que puede llegar a sentir una persona, simplemente te carcome por dentro.

Lo peor es que una cosa lleva a la otra.

Si sientes dolor emocional, eso te llevará a sentir dolor físico, si tienes dolor físico eso te va a llevar a sentir dolor emocional.

El dolor está en todas partes y las personas no siempre saben cómo curarse.

Lamento no poder curarnos, _____.

—Fred... Amigo, ¿nos estás escuchando? —dijo Gold logrando hacerme despertar de aquél pequeño trance. Todos en la habitación tenían sus ojos sobre mí, extrañados, posiblemente deseando decirme, "¿estás loco?"

—Lo siento —me disculpé con una tenue sonrisa—. No sé que estaba pensando... ¿Pueden repetirlo?

Spring giró sus ojos y al igual que todos; soltaron un suspiro de cansancio.

—El plan, básicamente Spring va a atacar el hotel y distraer a _____ mientras que nosotros vamos con Gold. Él nos dijo ya todo lo que sabe, sin embargo, ha estado ahí ya, así que nos guiará para encontrar el sótano en donde se encuentran los niños en lo que Spring y sus hombres atacan —explicó Nahel con detenimiento, como si estuviese diciéndo el plan para sí mismo una vez más; sólo para que quede claro—. No creo que fallemos... Somos más y ella no sabe que tú estás aliado a Spring. Es una locura ante sus ojos y para ser sincero lo es, pero es lo que pasa.

—En pocas palabras, ella sólo se concentrará en atacar a Spring —habló Alfie—. Sabemos que las niñas están con ellos... Y qué quizás ellas ya le dijeron todo. Pero, sino te ven a ti o a alguno de nosotros, ella posiblemente actúe muy tarde. Para entonces nosotros ya tendremos a los niños.

—Es sencillo... —musitó Spring con un leve aire de egocentrismo— Mientras que uno de ustedes no la cague.

—¿Cómo estás tan seguro de que tú no la vas a cagar? —cuestioné arqueando una ceja y cruzándome de brazos; esperando su respuesta.

Pero bien, el muy maldito se veía tranquilo y seguro de sí mismo. Quizás él ya estaba preparado mentalmente para ganar... Quizás yo debería de hacer lo mismo.

—Sólo lo sé, Fred —murmuró encogiéndose de hombros y encaminándose hacia la salida de la habitación, abrió la puerta y se detuvo ahí unos segundos aún de espaldas—. Lo sé.

Y salió.

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Sentarme en el jardín y contemplar las estrellas era una de las cosas que hacía con más frecuencia en ésa casa. La siguiente era ver a las niñas jugar, pero... Para ellas la cosa con más frecuencia que hacían era dormir. Y no podía verlas mientras dormían; era raro... Según ellas.

Fred había tardado un poco en aquélla pequeña junta en la que no fui participe, por lo tanto sólo me dediqué a tratar de desestresarme desde entonces.

—Se está volviendo costumbre verte por aquí.

Ésa voz logró hacer que me sobresaltara, no obstante, sólo me giré sobre mi lugar y abrí levemente mis ojos al presenciar la pacífica y cálida mirada que había sobre mí. Debía admitir que estaba hipnotizada, y todo por el simple hecho de que nunca había visto cosa semejante en él.

—Me gusta estar aquí... —le dije— no sabía que lo estabas comenzando a notar.

—Es mi casa después de todo —soltó con una tenue risa para después caminar hasta mí y sentarse a mi lado sin poner atención a otra cosa que no fuese el cielo. Quizás por eso ésta vez no le tuve miedo a Spring... Porque ni siquiera parecía el que yo conocía.

O quizás no lo conocía. No bien.

—Te agradezco... Que nos estés ayudando —dije—. Sé que lo haces por las niñas.

—Y es cierto —respondió haciendo una leve mueca para después voltear a verme directamente a los ojos—. Además, las otras dos tampoco tienen la culpa... Ellas no deberían de estar ahí.

—No, no deberían. Pero estás tratando de ayudarlas.

—No es suficiente.

Entrecerré mis ojos y asentí al entender que él no quería palabras de aliento como los demás. Al igual que yo. Él sólo quería decirlo todo, todo lo que sabía que estaba mal, lo que estaba bien, lo que debía hacer... Todo lo que él ya sabía. No necesitaba nada más.

—Pero, no vine aquí precisamente para hablar de problemas —dijo después de un rato de puro silencio—. Tampoco había venido para algo en específico. Pero, siento la necesidad de decir algo más que sólo eso.

Arqueé una ceja y lo miré nuevamente a la cara, así como él lo hizo conmigo de nuevo. Fueron segundos de espera, y eran lo suficiente para lograr que la incertidumbre se instalara entre ambos.

—Siempre sentí mucho más que odio y ganas de hacer mal a donde sea que llegara —explicó—. Es decir, ni siquiera yo sabía que podía llegar a sentir algo más que sólo eso. Las niñas, desarrollé cariño por ellas en un tan corto periodo de tiempo que me dio miedo incluso.

Sonreí inconscientemente al escuchar eso, lo hice porque, yo desde el momento en que las cargue me enamoré de ellas. Porque sabía lo que Spring estaba sintiendo.

—El punto es que no sólo llegué a sentir cariño por ellas, ______. Sino que también por su madre.

Abrí levemente mis ojos en un intento por no hacer tan evidente mi sorpresa, pero, fallé en ello. Él lo notó y soltó una leve risa la cual fue todo lo contrario a lo que siempre suele hacer... Ésta vez fue dulce y apacible por alguna razón.

—Spring... Ésto es raro —confesé con una risita nerviosa.

—Sí, lo sé —admitió—. Pero no te preocupes, bien... Es otra cosa de la que quería hablar.

Entre las miradas de ambos, pude ver a un nuevo Spring. O quizás nunca fue uno nuevo, sólo nunca había salido. Nadie lo había visto.

Apostaba a que ni siquiera él sabía que tenía ese lado. Uno que mostraba calidez, te daba protección y la seguridad que tanto anhelabas en momentos difíciles o de incertidumbre.

Fred no fue el único en cambiar.

En un parpadeo, él se acercó y tomó mis labios con los suyos. Tocó mi mejilla y posteriormente retiró un mechón de mi rostro. Todo eso sin dejar de besarme como si todo alrededor sólo estorbara para él.

Él era el único que hacía que ese beso viviera unos segundos, porque en realidad; yo no sabía qué hacer.

Cuando despegó sus labios de los míos, tuve la oportunidad de ver los suyos, hinchados y brillantes debido a la saliva y su tenue color coral... Pero desapareció poco a poco convirtiéndose en los pálidos de cualquier Shadow.

Sus ojos estaban cerrados y se dirigió a mi oreja, pude sentir su tibia respiración en mi costado logrando hacer que mis bellos se erizaran.

Pero entendí que él ya no necesitaba besos, que él no quería hacer nada en realidad... Sino decir algo.

—Es hora de dejarte ir... —susurró.

Nuestras sombras {Fred & Tú} EDITANDO #O3 ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora