Capítulo Noveno: Una salida al campo

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Dicen que después de la tormenta llega la calma, en mi caso después de ocurrir esos hechos petrificantes he logrado reconciliar el sueño, ya que esa cosa no me ha vuelto a molestar.

Hoy me levanté a las ocho y media como normalmente es costumbre, era un sábado y por increíble que fuese no estaba el cielo nublado ni mucho menos frío, todo lo contrario, estaba soleado y con la temperatura al gusto de Rosa, ella ama estás temperaturas (Tropical).

Como es costumbre desayuné con mi hijita lo cual en medio del desayuno decidió actualizarme por completo de esas series extrañas de origen asiático, yo por mi parte dediqué todo mi interés en prestarle toda mi atención, pero... no comprendía absolutamente nada.

Clara (mi hija) continuaba hablando y a mi juicio debía cambiar de tema ya que si no lo hacía nuestro desayuno iba a tardar más de lo que ya es habitual.

Cortaré su conversación con un elogio a Rosa, espero que no se lo tome a mal.

● Mmm, Rosa hoy se lució - Al instante de haber hecho mi comentario observé de reojo a Clara y noté  por su actitud que percibió que el tema no era apropiado y que ya estaba un tanto hastiado.

■ Si, ella siempre se luce en la cocina - balbuceó jugando con su desayuno.

● ¿Estás lista para nuestra salida de hoy? - Pregunto para intentar alegrar su estado de ánimo.

■ Por cierto, ¿Adónde iremos?

● Iremos a nuestra casa del campo, allí estaremos por el fin de semana, últimamente he estado un poco estresado y necesito relajarme.

■ Entonces iré a mi cuarto a empacar mis ropas - se despidió en un santiamén dejándome sólo en la mesa.

En ese breve momento de soledad comencé a recordar mis pláticas con la joven que conocí en el puente aquél mediodía, ya habían transcurrido diez días y no había sabido nada de ella, eché un suspiro y me levanté con destino a mi cuarto.

(...)

El campo para mi es estar en el cielo, sentir la brisa embriagadora que atraviesa cada rincón de mi cuerpo es algo mágico, visualizar la magia que existen en estos sitios es algo que puede dejarme anonadado, sentir el chillido de los pajarillos, el cotillear de las ardillas, es una experiencia que pocos saben apreciar.

Cuando estoy en el campo, nunca quisiera irme, es una fuerza extraña que me atrapa y no me permite salir de ese sitio mágico, pero bueno, sólo serán dos días, en esos días tendré planeado visitar a mi único amigo, le invitaré que se quede en mi casa del campo por esos dos días para así no estar tan sólo ya que mi hija se encierra y no sale ni aunque le peguen candela, también saldré de pesca y espero que me acompañe y también tendré momentos de meditación, conversación y adoración, me encanta la meditación en el campo porque allí puedo descansar y percibir la magia que existe, la conversación es uno de mis favoritos ya que puedo platicar con mi amigo Lucas y por último la adoración ya que puedo admirar la verdadera belleza del sitio.

(...)

Eran ya las cuatro y treinta de la tarde y ya habíamos llegado e instalado en nuestra hermosa casa, con nosotros trajimos a Rosa ya que sin ella no hay comida que valga la pena, mi hija como es costumbre se instaló en su cuarto y se encerró, yo por mi parte lo encontré normal ya que es lo único que sabe hacer a parte de comer.

Luego de habernos organizado me vestí con una ropa cómoda y con el sombrero que me regaló Lucas la temporada pasada, salí ansioso a su casa con la intención de darle una sorpresa pero creo que la sorpresa me la dio el a mí.

Lo encontré en la puerta de mi cabaña con unas pequeñas maletas que a mi juicio eran sus ropas para pasar el fin de semana con mi familia.

Lo saludé con un cálido abrazo y al instante llamé a Rosa para que tomara sus maleta, Rosa salió disparada de la puerta acto que me causó mucha risa ya que por su actitud parecía que estaba mirando por la rendija de la puerta, Rosa estaba enamorada de Lucas pero no se animaba a confesarle.

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