M&M.

Prologo; Tiempos remotos.

Prologo; Tiempos remotos.

Tres años…

—¡Melanie! ¡Mason! ¡Vuelvan aquí! —gritó Alice—. ¡No! ¡No se quiten el pañal! ¡No, no, no!

Un pequeño Mason y una pequeña Melanie gritaron divertidos y corrieron por todo el patio trasero sin ningún tipo de ropa encima, huyendo de la madre de Mason.

—¡Mason! —gritó de nuevo—. ¡No abras la llave! —ordenó—. ¡No! ¡No te mojes! ¡No mojes a Melanie! ¡No!

Ambos niños rieron divertidos y se siguieron mojando con la manguera de agua color verde, desobedeciendo las órdenes de la mujer. Alice se acercó, con intención de quitarles la manguera.

—No, Mason —dijo.

Mason sonrió y apuntó a su mamá con la manguera cerrada. El niño miró a Melanie y ella también sonrió, entonces la niña giró la llave y Alice terminó toda mojada, pegó un grito y el par de niños rieron más.

—¡Mason! ¡Melanie! —gritó enojada—. ¡No, no corran!

Pero los niños siguieron corriendo, desnudos, mojados y dejando la llave abierta.

Cinco años…

—Niños les traje unas galletas para… ¡Mema! —gritó Grace.

—Se ve bonita —dijo Melanie, acariciando la cabeza de la perra de Mason.

Era un animal con mucho pelo de color blanco y muy juguetona, aunque también muy adiestrada.

Tenía todo el cuerpo pintado con acuarelas de agua y llena de broches por todos lados. Además, llevaba puesta una camisa de Melanie, mal colocada, pero puesta, al fin y al cabo.

—¡Niños! ¡¿Qué han hecho?!

—Ahora Mema es modelo —dijo Mason y la niña asintió, dándole la razón.

Grace negó con la cabeza y se acarició las sienes con sus dedos índices.

Ocho años…

—Dios mío, ¿pero qué han hecho ahora? —preguntó Grace.

—Esta vez solo fue Mason, señoras —dijo el director Wilson.

—¿Solo Mason? —preguntó Alice, frunciendo el ceño.

—Si, al parecer… quiso defender a Melanie —dijo, pasando la vista por ambas mujeres.

—¿Defenderla? ¿De qué?

—Quién. No qué, Grace —dijo Thomas—. Al parecer una niña de su grupo dijo algo a Melanie y la niña lloró, entonces Mason hizo algo para que dejara de llorar.

—¿Qué hizo? —preguntó Alice.

—Dejemos que ellos les cuenten la historia.

Mason y Melanie entraron en la oficina del director, la última con rastros de haber llorado por su pequeña carita.

—Hola mami —dijo la niña.

—Niños… ¿Podrían decirle a sus madres que es lo que pasó hoy en clase de arte?

—Si —contestó Mason—. La maestra nos dijo que hiciéramos una escultura de macarrones. Yo hice un dinosaurio y Melanie quería hacer a Mema —explicó, a lo que la niña asintió—. Entonces Cinthia, una niña muy fea, dijo que la escultura de Mel era fea y que ella también era fea e hizo llorar a Meli.

—¿Y tú que hiciste? —preguntó el director Wilson.

—Le vacíe el pegamento en su escultura de flor y le corte su cabello con unas tijeras —contestó el niño, encogiéndose de hombros y mostrando un par de mechones de pelo de varios centímetros de largo.