M&M.

Capítulo #12; Feliz San Valentín.

Capítulo #12; Feliz San Valentín.

Melanie sintió un cosquilleo en la parte derecha de la cara, en el pómulo, de hecho. Movió una mano en el aire, como queriendo espantar algún bicho. La molestia en su cara cesó y ella soltó un pequeño suspiro, contenta de poder continuar con su sueño en donde era la reina del mundo y Christian Grey la seducía en bóxer.

Mmm… Christian Grey… en bóxer.

—¿Quién es Christian Grey?

La voz de una persona hizo sobresaltar a Melanie de su cama, y más por la pregunta y el tono en que se pronunció. Se levantó un poco —demasiado— rápido, quedando sentada en su cama.

Su cabello estaba hecho una red de nudos, los ojos tenían esas pequeñas bolsitas que te aparecen debajo cuando estas recién levantado, labios hinchados y en la parte izquierda de su cara estaban marcadas unas líneas rojas, que seguro eran de la almohada en que tenía apoyada su cabeza.

—¡Mason! —medio gritó, quitándose un peso de encima al darse cuenta de quien había hablado era su mejor amigo y no su madre.

A la —ahora, de nuevo— peli-plateada no le iba mucho eso de leer, no es que le gustara mucho pasar su tiempo con la nariz metida en un libro, pero como todo el mundo hablaba de ese libro, decidió leerlo.

Y a Grace no le parecía en absoluto la idea de que su hija haya leído la trilogía completa de «50 sombras de Grey» porque —según ella—, no era algo que una chica de dieciséis años debía leer.

Pero como Melanie era una rebelde sin causa, había leído la trilogía.

Y le había encantado.

—Oh, hola, Melanie, buenos días —saludó el chico, con hectáreas y hectáreas de sarcasmo desprendiendo de sus poros—. ¿Quién es Christian Grey?

—El hombre de mis sueños —contestó, luego pareció pensar un poco—. Y de mis fantasías sexuales también. Umh… sí. De eso también.

Melanie asintió un poco, como confirmando sus palabras.

—Oh. Y… ¿lo conozco?

—No lo creo —contestó Melanie, levantándose para buscar un poco de ropa limpia—. Él es un tanto… diferente.

—¿Diferente?

—Inexistente, realmente.

—¿El hombre de tus sueños no existe? —preguntó Mason, con tono incrédulo—. Vaya, el catorce te está afectado, ¿eh? —comentó con una risita.

Melanie tomó una prenda de su cajón de ropa interior y la aventó a la cara de su mejor amigo, la cual le dio en la cara y parte de la cabeza.

—Wow, Mel —dijo, tomando la braga y riendo un poco más alto—. Invítame a cenar primero, ¿no?

—Dile a tu tía Janeth que lo haga—. Mason frunció el ceño.

—¿A la tía Janeth? ¿Por qué a ella?

—La braga es de ella.

Melanie se encerró en el baño de su habitación y luego escuchó un ¡ASQUITOOOOOO!, muy poco masculino de parte de Mason.

[…]

La puerta del baño se abrió, dando paso a una pequeña nube de vapor encerrado. Melanie salió del pequeño cuarto, con ropa limpia ya puesta y el cabello mojado, mientras cargaba una toalla en las manos, intentado secarlo un poco.

Su mejor amigo estaba sentado en forma de indio en su cama, con una cajita de color plateada y  un moño color plateado brillante sobre ésta, en sus manos.