Capítulo 9

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Aray llevó a su madre al centro el veintiséis por la mañana. Bella salió de la habitación sólo para despedirse de ella, pero después volvió a meterse en la cama.

—Bella... apenas has comido, tienes que salir de ahí...

«¿Para qué? ¿Para dar vueltas entre otras cuatro paredes?», pensó, pero no le dijo nada.

—¿Qué puedo hacer para que te sientas mejor?

Cuando Bella pensó en la respuesta, en vez de decirla, se echó a llorar.

A Aray, que ya lucía preocupado, se le tornó la expresión a una dolida.

—Bella... Bella, yo... —dejó la frase en el aire, pues no fue capaz de continuar con una respuesta que mereciese la pena decir— Lo siento, Bella... —dijo, sintiéndose estúpido, y volvió a marcharse de la habitación.

En los siguientes días, Bella apenas comió lo que Aray le dejaba en la cama, ya que la chica se negaba en silencio a salir de ella, y no soltó ni una sola palabra. Parecía muerta en vida, simplemente hacía lo mínimo para subsistir. Bella era un alma libre y, como un pajarito salvaje enjaulado, se estaba muriendo de pena poco a poco.

Un año nuevo comenzó y Bella sintió que había pasado una eternidad desde que Aray la había dejado inconsciente en el Parque Doramas

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Un año nuevo comenzó y Bella sintió que había pasado una eternidad desde que Aray la había dejado inconsciente en el Parque Doramas. El tiempo que hacía allí y el frío no ayudaban a su estado de ánimo y seguía metida en la cama, durmiendo muy poco cada noche y viendo la vida pasar ante sus ojos sin que ella pudiera hacer nada para cambiar su situación.

Aquella noche se despertó por un gran estruendo que le puso el corazón a mil por hora. Se levantó muy deprisa de la cama con un chillido cuando oyó otro golpetazo que venía de arriba. Oía el viento soplar en la calle, contra las paredes del balcón, pero aun así se asustó al oír aquel ruido tan fuerte arriba, como si alguien estuviese intentando entrar a golpes.

Se encontró con Aray fuera de la habitación. El chico estaba en pijama con cara de malas pulgas.

—Me cago en la hostia, ¡ya se ha vuelto a soltar la puta contraventana! —Se quejó, preocupando a Bella, aunque esta se sintió aliviada al pensar que no era una persona.

—¿Contraventana...? ¿Entonces sólo es el viento...?

Aray la miró con los ojos bien abiertos.

—Hablas... —dijo, perplejo— Bella, has vuelto a hablar...

—¿Esos estampidos son de una contraventana que está suelta?

—Sí... siempre se suelta cuando hace mucho viento porque está sujeta con una cuña. Tengo que ir a cerrarla de nuevo o seguirá dando golpes. Quédate aquí, no quiero que te resfríes.

Bella no dijo nada, simplemente volvió a su habitación y se quedó sentada en la cama, casi sin moverse hasta que el chico volvió a bajar y entró en la estancia.

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