Allí estaba. Más que una fiesta de aniversario, aquello parecía una gala de premios digna de Hollywood; y ella había ido en guagua.
El jardín delantero tenía tantas luces que rozaba la contaminación lumínica, y de farola en farola habían colgado varias guirnaldas de flores naturales. David nunca se había esforzado ni la mitad de eso para un cumpleaños suyo.
Había gnomos de jardín con diferentes diseños por aquí y por allá. Se podía oír el rumor de la música, que al parecer era bastante verbenera.
Bella respiró profundamente mientras se decía que podía hacerlo y después entró en el hotel, que ya a aquella hora estaba atestado de gente.
La muchacha se había comprado unos zapatos de cuña de color amarillo, como su vestido, por temor a que no la dejasen entrar si llevaba las Converse. Llevaba una coleta alta, pues era lo mejor que había podido hacerse ella misma. Su vestido era de manga hueca, con una pinza en cada pecho haciendo el canesú, entallando el cuerpo; la falda, que le llegaba a la rodilla, formaba muchos pliegues; en la cintura había un fino fajín que unía la parte de arriba con la de abajo; tenía cuello de barco y toda la pieza estaba cubierta por un encaje de flores que caía hasta unos centímetros más abajo que el forro.
Hizo bien al no llevarse un abrigo, hacía calor en la calle y, cuando entró en el hotel, comprobó que allí la temperatura era aún más alta; aunque tampoco le resultaba extraño con tanta gente.
Se agobió. Aquello parecía una verbena cualquiera y no la fiesta de aniversario de un hotel con años de renombre. La gente bailaba con bebidas en vasos de tubo en su mayoría y no sabía ni dónde meterse. Por un momento incluso se preguntó qué demonios estaba haciendo ella allí.
Había buscado la forma de que el vestuario le saliera bastante barato para guardar el resto para la guagua y un taxi si era necesario, pero lo cierto es que la primera la dejó muy cerca del hotel, así que ese dinero se lo devolvería a Alberto después de la bronca que se llevaría tras esa noche por su parte.
Bella sonrió al pensar en ello: al menos esa sí se la merecía.
Bella sonrió al pensar en ello: al menos esa sí se la merecía.
En casa no tuvo problemas para salir, pues Alberto y a Aarón ya se habían marchado cuando ella se fue. La pareja también estaba en la fiesta, Alberto aún tenía cosas que hacer con el hotel, ya que seguía siendo el socio de David, y Aarón quería acompañarlo para ver si de ese modo podía obtener alguna nueva información sobre el padre de Bella.
Se preguntó si Aray iría a la fiesta. No había querido mirar el teléfono para no desanimarse si no veía respuesta alguna por su parte, ya había pasado por eso lo suficiente. Tampoco tenía intenciones de comprobarlo estando allí, pues la posibilidad de que el chico llegase le daba algo más de agallas. Sí, había dado el primer paso para tomar las riendas de su vida de una vez por todas, pero una dosis extra de valentía no le iba a venir mal.
Un hombre de unos treinta años invitó a la muchacha a bailar, pero ya estaba apestando a alcohol y de todos modos ella no quería bailar. El tipo se enfadó, la insultó y se fue por donde vino, pero ella no le hizo caso y siguió mirando a todos lados en busca de algo que la ayudase. La idea era clara: exponer a su padre; pero el plan hacía aguas por todos lados. Había actuado de forma muy precipitada, pero había tomado valor en el último momento y no se le presentaría una oportunidad como aquella fiesta en mucho tiempo.
Ahora, la cuestión era cuál sería el paradero de su padre. Conociéndolo, seguramente se encerraría en alguna suite del hotel, alejado del bullicio y, sobre todo, de la música estruendosa que resonaba en las paredes del vestíbulo y de la sala de fiestas, hacia donde Bella se estaba dirigiendo. Y luego saldría de allí para dar otro discurso tan falso e hipócrita como el que la chica había escuchado por la televisión autonómica antes de volverse a su suite, donde seguramente pasaría la noche y dormiría sin ningún remordimiento.
Ya había varias mesas llenas con gente en pareja o en grupo, pero Bella se dirigió directamente a la barra y pidió un refresco.
—Aquí tiene, señorita. Disculpe la indiscreción, pero siento que la he visto por aquí antes.
A Bella se le hizo un nudo en el estómago. Hacía años que no pisaba aquel hotel y, de hecho, la última vez había sido porque Alberto la había llevado. Ella conocía al camarero, estaba algo más calvo que la última vez que lo había visto y tenía el bigote canoso, pero pensaba que él no la reconocería después de varios años... y menos llevando medio rostro cubierto.
—No creo, señor, es la primera vez que vengo —respondió la joven—. Pero con camareros tan simpáticos me dan ganas de volver.
—Oh —dijo el hombre y Bella pudo ver cómo los mofletes blanquecinos del hombre enrojecían—. Muchas gracias...
En un rodeo visual, Bella distinguió a Alberto y a Aarón en una mesa. Parecían hablar de forma distendida hasta que, como si Bella hubiese previsto el futuro, el volumen de la música bajó casi bruscamente y se oyó a un hombre saludando a los invitados. Bella casi soltó una carcajada sarcástica, conocía a su padre como la palma de su mano. Allí estaba, dispuesto a dar otro discursito aparentemente culto, pero que realmente estaba más vacío que la antigua casa de un cangrejo ermitaño.
«Sería un buen político», pensó la muchacha.
—He de ser sincero, ¡no esperaba ver a tantos asistentes! —dijo el hombre con actitud jovial. Bella lo miró: el hombre lucía exactamente igual, con un traje con el que debía de estar asándose y sus carísimos zapatos de Louis Vuitton; y, por supuesto, no llevaba antifaz— Me alegro de que estén aquí y espero que lo estén pasando estupendamente bien. Como esta fiesta está dirigida a personas de diferentes edades, habrá variedad de música, ¡pero no se preocupen! Prevalecerán las canciones para bailar hasta que el cuerpo aguante. Por favor, quédense hasta el final de la noche para poder ver la sorpresa que el hotel tiene preparada. ¡Guarden los tiques de sus consumiciones!
«Ni siquiera se ha esforzado en sonar culto. Sólo ha intentado ser súper simpático», pensó, haciendo una mueca de asco.
Siguió con la mirada a David y se apresuró a dejar dinero en la barra antes de levantarse de su sitio, con el vaso de refresco en la mano, y tratar de seguirlo. Pero cuando él se alejaba por el vestíbulo hacia las escaleras, alguien la agarró del brazo sin ser violento, pero con firmeza.
—Suéltame —dijo la chica, sacudiendo su brazo, pero cuando se giró, los nervios en su estómago se agitaron.
—¿Qué haces aquí, Bella?
Era Aarón.
—Contéstame —exigió el hombre al ver que la muchacha no decía nada, pues no encontraba las palabras.
—Dijiste que sería difícil, Aarón, encerrar a mi padre. Quería presionarlo para que él mismo se mostrase tal y como era.
El hombre frunció el ceño.
—¿Y cómo pensabas hacer eso?
—¡No lo sé! Pero aquí hay mucha gente, testigos.
—¿Y qué esperabas, Bella? ¿Dejar que tu padre te mate? Se suponía que debías estar escondida hasta que todo esto acabase.
—Ya no puedo estar más tiempo escondida, Aarón, si sigo así me sentiré como si estuviese muerta en vida. Por favor, suéltame, o no podré alcanzarle y no sabré dónde se queda.
Aarón hizo una mueca, parecía debatir internamente sobre qué hacer al respecto.
—Vamos a pensar las cosas un momento, Bella. Yo también quiero encerrarlo entre rejas, pero hay que hacer esto bien, sobre todo porque, aunque sea guardia civil, no tengo ningún permiso aquí y no estoy de servicio. Aunque la gente no tiene por qué saber eso... —el hombre suspiró— Ve a averiguar dónde se encuentra, seguro que te lo dirán si dices en la recepción que eres su hija y no creo que te descubra antes de tiempo. Pero no vayas sin decirme nada, te esperaré junto a la escalera principal.
—¿No le vas a decir nada a Alberto...? —inquirió Bella, asombrada por el hecho de que Aarón la estuviese apoyando en su loca cruzada.
—No hay necesidad de preocuparlo, no hay nada de lo que preocuparse si hacemos las cosas bien, ¿entiendes?
Bella asintió y le dio un abrazo.
—Gracias.
El hombre, que la abrazó de vuelta suavemente, palmeó su cabeza.
Cuando se separaron, Bella se dirigió a la recepción, lo cual fue más difícil de lo que esperaba, pues la gente se había acumulado en el vestíbulo para hablar sin tener que dar gritos por la música, que ya volvía a sonar por toda la sala de fiestas.
Pero antes de llegar a su destino, otra persona la detuvo por el brazo. Pensó que sería Aarón de nuevo, pero no era él.
Era una persona con el cabello negro peinado hacia atrás y sujeto con laca. Llevaba un traje sencillo de color azul cobalto, con dos bolsillos interiores y uno superior en la chaqueta, y una camisa de un azul tan suave que casi podía confundirse con el blanco.
—Aray... —susurró la chica, con una sonrisa temblorosa en el rostro, pero el chico estaba lejos de sonreír.
Tenía una cara de pocos amigos que podía notarse incluso tras antifaz azul con adornos rayados dorados.
—Bella, ¿qué estás haciendo aquí? ¿Me mandas ese mensaje diciendo que te ibas a meter en la boca del lobo y luego te desentiendes del móvil? Te pedí que no vinieras y ni siquiera viste el mensaje.
—No quería ver que me ignorabas otra vez, pensar que quizá vendrías me daba más ánimos.
Tras aquellas palabras, el gesto de enfado de Aray pareció perder algo de fuerza.
—Además, no sé de qué te quejas, tú has ignorado todos mis mensajes. He llegado a pensar de nuevo que sólo jugaste conmigo —dijo Bella, poniendo mala cara al recordar aquella horrible sensación y sacudiendo su brazo, consiguiendo así que él la soltara; y aquello terminó por desmontar el aspecto enfadado del chico.
—No jugué contigo, Bella... estoy aquí porque te quiero y estaba preocupado por ti, pero quería dejarte espacio, para que no te acordaras de lo mal que lo pasaste todos estos meses por mi culpa, para que te olvidaras de mí si hacía falta...
—¡Eres un idiota! ¡¿De verdad pensabas que así iba a olvidarme?! ¡Todo lo contrario! Deja de pensar cosas por tu cuenta porque eres muy listo para unas cosas y muy tonto para las relaciones.
—Ya, por eso estoy más solo que la una —dijo y Bella se dio cuenta de que había una nota de dolor en la voz del chico. A la muchacha se le encogió el estómago mientras hacía una mueca.
—Lo siento, no quise...
—Lo sé —dijo él antes de que ella terminara y suspiró. Luego alzó ambas manos y tomó el rostro de la muchacha—. Bella, vámonos de aquí. Te dejaré en donde quieras, pero tienes que irte de aquí.
—No voy a irme, Aray. Voy a exponer a mi padre y así se acabarán mis problemas, estoy harta de vivir con miedo. Puedes ayudarme si quieres, pero si te vas, lo harás solo, porque yo me voy a quedar aquí.
Aray la miró largamente antes de contestar.
—No me voy a ninguna parte. Te ayudaré.
—Vale. Pues el novio de Alberto es guardia civil y también me está ayudando. Alberto también está aquí, pero no sabe que yo he venido; su pareja me descubrió por casualidad... En fin, que tengo que ir a la recepción a preguntar dónde está mi padre para ir y encararlo.
—Espera, espera, espera, ¿qué? ¿Cómo que encararlo? ¿Estás loca?
—No. Aarón estará cerca para protegerme, y ahora que estás tú aquí... también.
Aray tenía un gesto de verdadera preocupación.
—Bella... ese tipo me contrató para matarte, es capaz de cualquier cosa. Tengo miedo de que te pase algo malo...
Bella se sintió conmovida por aquellas palabras y lo imitó, sujetando su rostro entre sus manos.
—No me pasará nada, Aray, y luego podré salir sin miedo.
Aray cerró los ojos y suspiró profundamente.
—Esto no me convence, no me convence en absoluto, pero sé que no vas a cambiar de opinión, así que dime qué quieres que haga.
—Ven conmigo a la recepción, luego te presentaré a Aarón.
—Vale.
Bella lo tomó de la mano, contenta porque finalmente hubiese ido, y se dirigió al mostrador de recepción, donde una muchacha con el moño perfecto y unas gafas de montura negra la recibió con aspecto de estar cansada.
—Buenas noches, espero que lo estén pasando muy bien, ¿en qué puedo ayudarles?
—Hola, Mónica —lo supo por la etiqueta en la chaqueta de su uniforme—, soy Bella, la hija del dueño.
No sabía cuánto llevaba aquella mujer allí, pero no debía de ser mucho porque parecía tener una edad media entre ella y Aray, y no la recordaba de la última vez que había estado en aquel hotel. Por eso no supo si le creería, así que sacó su DNI del minibolso que había traído y se lo enseñó al tiempo que se quitaba el antifaz.
Mónica lo revisó, dándole la vuelta para —supuso Bella— ver quiénes eran sus padres. David Bethencourt y Lorena Guerra.
—Es un placer conocerla, señorita Bethencourt —dijo con una sonrisa que parecía sincera mientras le devolvía el documento de identidad.
Bella se colocó de nuevo el antifaz y volvió a hablar mientras guardaba el documento.
—Lo mismo digo. ¿Me puedes decir en qué habitación está mi padre? Se le olvidó ese pequeño detalle cuando me habló de la fiesta... supongo que estaba tan emocionado que ni se acordó.
—Oh, claro, claro. Está en la 237, pero exigió que nadie lo molestara porque iba a darse una ducha y cenar. Supongo que podría esperar un poco y dejar que termine de ducharse. Si quiere puedo llamarlo dentro de un rato y decirle que usted lo busca.
«"Exigió" y no "pidió"».
—No, no, no hace falta —se apresuró a decir—. Esperaré un rato por aquí entonces, muchas gracias, Mónica.
—Un placer ayudarla, señorita Bethencourt —se despidió la recepcionista, aún esforzándose por no parecer agotada. Pobre muchacha.
Lo cierto es que Bella nunca había hablado de negocios con su padre, aunque no porque no le interesaran, sino porque la conversación no iba a acabar bien. Y se preguntó si su padre tenía tanto dinero a base de explotar a sus trabajadores... aunque no creía que fuese sólo eso, ella había visto lo bien que iba su hotel de La Isleta, en Las Palmas, no hacía mucho tiempo. Si ese estaba tan bien, el de Arguineguín, que se encontraba en el sur de la isla —donde se congregaban los turistas extranjeros—, tenía que ser una mina.
—Bueno, pues hay que dejar pasar un poco el tiempo —le dijo a Aray, aunque él hubiese oído toda la conversación—. Vamos a hablar con Aarón —continuó, buscándolo con la mirada.
Cuando lo vio, cerca de la recepción como él le había dicho, caminó hacia él agarrando de nuevo de la mano a Aray, que no se quejaba en absoluto.
—Está en la 237 —informó Bella al guardia y él asintió, pero su mirada estaba fija en el hombre que tenía en frente—. Es mi novio —aclaró Bella—. Estuve con él estos meses, es de fiar.
Aarón, aun así, parecía escéptico. Mas no dijo nada al respecto.
—Pero tenemos que esperar, la recepcionista me dijo que se iba a duchar. Le he pedido que no le diga que lo estoy buscando.
—Bien, esperaremos entonces. Voy a volver con Alberto un rato y regresaré aquí en quince minutos, no se alejen demasiado.
—Vale.
Y no lo hicieron, sólo se acercaron un poco a la entrada a la sala de fiestas, donde se podía escuchar la música —que había cambiado a una más tranquila— sin que fuese tan estridente.
—Trajiste un traje azul —dijo Bella, colocando sus manos en la nuca de Aray—. ¿Es porque traje un vestido amarillo?
—Sí —respondió él, colocando las manos a cada lado de la cintura de la muchacha.
—Me alegra que hayas venido... —dijo la muchacha, comenzando a moverse al ritmo de la música— que estés aquí conmigo. Pensé que no me querías y que no volvería a verte... sentí que se me iba a partir el corazón.
Aray suspiró.
—Lo siento, Bella. Lo siento. Lo he hecho todo mal, todo.
—No todo. Y estás aquí, eso no es malo.
El muchacho bajó la cabeza y apoyó la frente en la de ella, cerrando los ojos por la preocupación.
—Tengo miedo, Bella, no quiero que te pase nada malo.
—No me pasará nada malo, para esto estás aquí, ¿no?
—Confías demasiado en mí... más de lo que deberías.
—¿Y por qué no debería hacerlo?
—No soy un superhéroe, no sé pelear.
—Da igual, tenemos a Aarón para ayudarnos con eso. Yo me conformo con que tú estés aquí.
Tres canciones después, la música volvió a cambiar para dar paso al rock and roll, que los hizo bailar con más energía e incluso reír. Aray no sabía bailar muy bien, pero era divertido hacerlo con él igualmente.
Cuando acabó esa canción, Aarón llegó junto a ellos y le indicó a Bella que ya habían pasado quince minutos. Ella asintió y se separó de Aray, suspirando.
—Vale, pues voy a subir...
—Yo voy a ir a la zona de vigilancia, quiero asegurarme de que nadie borra nada de lo que se grabe. Ahora que está tu amig... tu novio aquí puede respaldarte mientras yo me aseguro de que las cámaras graban algo que podamos usar en su contra. Eso sí, Bella, recuerda que lo que ocurra dentro de la habitación no se grabará de ninguna manera porque allí no hay cámaras.
—Lo sé...
—Iría yo contigo, pero a mí me pueden dejar entrar porque tengo mi identificación, pero a él no.
—Vale, vale, lo haremos así entonces.
—Ten cuidado, Bella.
—Lo tendré.
Después Bella echó a correr, seguida por Aray, todo lo rápido que la gente y sus zapatos le permitían. Se detuvo al llegar a las escaleras, pero enseguida comenzó a subirlas, a un paso más lento. Respiraba hondo de vez en cuando bajo la mirada de reojo de Aray. Nadie podría decir quién de los dos estaba más tenso y asustado.
—Bella, tengo miedo... ¿Y si sale mal? —dijo el chico cuando llegaron al piso en cuestión y se dirigían a la habitación de David.
—No pienses, Aray —dijo ella—. Ya estamos aquí, tengo que hacer esto. Podremos hacerlo, ¿vale? Podremos.
A Bella le pareció curioso el hecho de que esperaba que él fuese para darle valor y al final estaba siendo más valiente que él. También pensó que era normal, las circunstancias la habían forzado a ser valiente. Era una especie de morir de pie antes que vivir de rodillas. Su padre ya le había destrozado suficientes años de su vida, no permitiría que lo siguiera haciendo.
Vio cómo el chico tragaba saliva, pero luego asintió.
—Ahora deberías quedarte aquí... es una distancia suficiente como para que no te descubra y puedas oírme si grito.
—Es... está bien —dijo el chico con la voz temblorosa. Bella quiso calmarlo, así que volvió a tomar su rostro entre sus manos y lo besó en los labios. Él rodeó su cintura y le devolvió el beso con la misma pasión con la que le había hecho el amor—. Por favor, ten cuidado... cualquier cosa, grita...
—Lo haré.
Estaban en un pasillo con varias puertas, cerca de la esquina más próxima a las escaleras por las que habían subido, y la habitación 237 estaba en la otra esquina, donde había otras escaleras. Eran unas construcciones de mármol con pasamanos de madera de bocote y una barandilla desde la cual se podía ver el vestíbulo.
Bella se detuvo frente a la puerta en cuestión, respiró hondo mientras cerraba los ojos y, cuando los volvió a abrir, sacó su móvil del bolso y puso en marcha la grabadora. Esperaba que un móvil tan caro grabase bien aunque estuviese metido en su bolso, a donde lo devolvió. Luego tocó en la puerta.
—¿Quién es? —inquirió David con brusquedad.
—Soy yo.
No hubo respuesta, así que Bella abrió la puerta por su cuenta y observó la habitación. El hombre estaba frente a la entrada, con el pelo canoso húmedo, pero con otro traje. Miraba hacia su ubicación con cierto miedo en el rostro.
—Tú no eres real, estás muerta.
Bella apretó los labios antes de decir nada.
—Claro que soy real —dijo entrando en la habitación y cerrando tras ella—, aunque tú ordenaras matarme.
—¡¿Qué?! ¡No, yo jamás haría algo así! —exclamó acercándose a ella, alarmado, y asustándola. No se detuvo hasta que la tuvo acorralada contra la puerta— Yo jamás te haría daño, te amo.
—¿Qué? —dijo ella, poniendo cara de completo asombro— ¿Intentas tomarme el pelo?
—¡Por supuesto que no! ¿Cómo pudiste pensar que yo...? Yo no te haría algo así, ¡fue ella! ¡Ella te mató!
—¿De qué narices estás hablando? ¡¿De qué estás hablando?! —exigió saber, empujándolo. El haberlo tomado por sorpresa hizo que el hombre retrocediera.
—¡Bella te asesinó! A ti, la mujer a la que más he amado...
Bella se quedó fría al escuchar eso, hasta el punto de no saber qué decir.
—Lorena, tienes que comprender que ya no podía...
—Yo-no-soy-Lorena —masculló, remarcando cada palabra—. Soy Bella —dijo quitándose el antifaz y arrojándolo al suelo—. Yo soy tu hija, a la que mandaste a matar porque no tienes corazón.
En ese momento, quien se quedó frío fue él, estático en su sitio y con los ojos abiertos de par en par.
—No...
—¡¿Cómo pudiste?! ¡¿Cómo?!
—¡Tú también estás muerta, no estás aquí!
Bella le dio una bofetada con todas sus fuerzas por la rabia mientras sentía las lágrimas caer por sus mejillas.
—Estoy aquí, estoy viva porque él tuvo más corazón que tú.
David apretó los labios y los puños con fuerza, aunque Bella no se percató de eso último.
—No puede ser, no puede ser —dijo con desespero, moviéndose de un lado para otro antes de volver a acercarse a ella y agarrarla por un brazo, como si haber recibido una cachetada no hubiese sido suficiente prueba de que la chica era real. Al darse cuenta de ello, apretó su presa. Bella se asustó al ver la expresión de odio de su rostro, enviando la rabia a algún rincón de su mente—. Te lo merecías —masculló el hombre—. Merecías morir después de haberte llevado al amor de mi vida.
—Yo no me la llevé —dijo intentando que le soltara el brazo—. Yo simplemente nací, no fue culpa mía. Eres el único que no quiere verlo, estás enfermo. Verla morir te volvió loco y necesitabas echarle la culpa a alguien. Te fue muy bien atormentándome toda mi vida —sollozó la joven—, toda mi vida... por algo que yo no hice. Ojalá hubiese podido conocer a mi madre, ojalá hubiese tenido un padre normal.
—¡No! —gritó el hombre— ¡No, no, no! ¡Tú me la quitaste! —continuó, agarrando su otro brazo— ¡Tú mereces morir por lo que le hiciste!
Aquel hombre no era el que conocía, si bien sus enfados siempre habían estado fuera de lugar, aquella vez estaba fuera de sí. Bella no entendía qué lo tenía tan alterado, pero ya lo estaba desde antes de que ella llegara... si incluso la había confundido con su madre, que llevaba muerta veintiún años...
—¡Suéltame! —exclamó intentando librarse de sus manos, pero él apretaba más con cada forcejeo hasta el punto en que la chica apretó los dientes por el dolor.
—No pienso soltarte, si ese inútil no lo hizo, yo haré el trabajo sucio, pero ya no soporto que sigas respirando el mismo aire que yo.
—¡Estás loco! ¡Vas a ir a la cárcel! —gritó la muchacha, aún forcejeando con él— ¡Hay cientos de personas aquí, no puedes matarme!
—No me importa nada, me las apañaré.
—¡Aray! —gritó justo antes de que el hombre la agarrase por el cuello y apretase.
—¿Aray? —repitió él— ¡¿Cómo que Aray?! —David apretó los labios al tiempo que oprimía también el cuello de su hija— Habría sido tan fácil como esto, pero no pudo hacerlo.
—¡Bella! —exclamó Aray al otro lado de la puerta.
David lanzó a Bella contra el suelo, hacia su espalda, y abrió la puerta de forma brusca, haciendo que Aray casi se cayese al suelo. Pero no importó que mantuviese el equilibrio, porque David se aprovechó de la situación y le dio un puñetazo en la cara que sí lo derribó.
Bella quiso chillar, pero aún estaba tosiendo por la falta de aire de hacía unos segundos.
Aray se recuperó sorprendentemente rápido y se lanzó contra David, que retrocedió unos pasos, pero no consiguió tirarlo al suelo; y como se quedó inclinado hacia adelante, agarrando al padre de Bella por la cintura, este lo golpeó en la espalda con el codo, dejándolo tirado en el suelo sin casi moverlo.
—¡Aray! —pudo gritar Bella finalmente y se puso en pie, mirando a su alrededor en busca de algo que pudiera usar para defenderlos a ella y a Aray, pero no había nada que fuese contundente.
David se acercó a ella, pero ella consiguió esquivarlo y corrió hacia la puerta para pedirle ayuda a Aarón, que si había conseguido llegar a la sala de seguridad, la vería a través de las cámaras.
No obstante, en cuanto puso un pie en el pasillo, su padre la agarró por la coleta y tiró de ella hacia adentro, volviéndola a arrojar al suelo y cerrando la puerta de nuevo.
—¡Estás completamente!
Aray se puso de rodillas, intentando levantarse, pero David percibió el movimiento a pesar de que estaba mirando a su hija y lo sujetó por la corbata. Sin embargo, Aray no esperó a ninguna reacción, levantó el puño y golpeó a David en la cara con fuerza, haciendo que lo soltara. Luego permaneció en una posición defensiva, preparado para volver a golpear si se acercaba, pero cuando lo hizo y el muchacho fue a asestarle otro golpe, David fue capaz de detenerlo. Tiró de él y lo atrapó poniendo su brazo sobre el cuello del chico.
—Sólo tenías que hacer un trabajo, maldito pobretón de mierda, uno muy simple. Y en cambio montaste un maldito teatro para engañarme y dejar a esta sanguijuela viva.
—Bella no es una sanguijuela, tú sí lo eres.
—¡Suéltalo! —gritó Bella, con el miedo escapándose de su cuerpo en forma de sudor.
—¿Por qué? ¿Es importante para ti este chico? —inquirió David, haciendo fuerza para que Aray no pudiese liberarse con los forcejeos que estaba haciendo— Quizá debería pagarte con la misma medicina.
Bella abrió los ojos de par en par, sin poder evitar que aquellas palabras la aterraran.
—¡No! —gritó— ¡Por favor, no!
David hizo oídos sordos y lanzó a Aray con fuerza contra la pared, avanzó hasta él rápidamente para agarrarle por el pelo y golpeó su cabeza de nuevo, dejándolo caer al suelo como un peso muerto.
El chico cayó de cualquier manera y después se desmoronó de forma que Bella pudo ver una herida sangrante en su frente.
Había intentado alcanzarlos antes de que David le diese el golpe fatal, pero sólo llegó a tiempo de volver a ser atrapada.
—¡Aray! —chilló— ¡Aray, levántate!
Era como una pesadilla, una auténtica pesadilla.
David le dio un puñetazo que alcanzó su ojo y le hizo soltar un quejido de profundo dolor.
La fuerza del golpe también hizo que cayese al suelo de nuevo. Esperaba que después de la primera caída, su móvil siguiera grabando... y si tenía cabeza para pensar en eso era porque si estaban pasando por aquello esperaba que al menos no fuese en vano... sobre todo viendo parte del rostro de Aray ensangrentado por el líquido que caía desde su frente.
Le ardía el ojo y no sabía qué hacer, pero sí que tenía que hacer algo, lo que fuese. Sin embargo, para cuando quiso levantarse ya tenía a su padre prácticamente encima. Le abofeteó con rabia, girándole la cara, y volvió a agarrarla por el cuello, apretando tan fuerte que Bella pensó que, en lugar de estrangularla, se lo acabaría partiendo.
Apretó la mano de su padre, pataleó en busca de una forma de escapar, pero no fue hasta que lo arañó cuando consiguió que bajara la guardia. Lo empujó como pudo y, haciendo acopio de fuerzas, se levantó rápidamente y volvió a correr hacia el pasillo, donde se acercó a la cámara —que se encontraba cerca de la barandilla— y gritó pidiendo ayuda.
Cuando miró hacia la habitación, para vigilar a David, vio que este corría hacia ella como un toro enfurecido. Estaba a punto de empujarla cuando consiguió reaccionar y apartarse.
—¡Bella—exclamó Aarón, que venía corriendo por el pasillo.
David se precipitó contra la barandilla y por la velocidad a la que iba corriendo, se quedó colgando de ella. Gritó del susto.
—No me importa... —dijo finalmente, con voz derrotada, mientras Bella se acercaba a él con intención de ayudarlo— Si muero volveré a verla...
—No, porque si existe el infierno, tú irás allí —dijo Bella con rencor. Había pensado en ayudarlo porque, a pesar de todo, ella no quería que muriese, pero no tuvo tiempo antes de oír aquellas palabras que la llevaron a contestar verbalmente.
—Pues entonces no nos quedará de otra que vernos allí —masculló el hombre y sujetó a Bella de un pie, con la clara y firme intención de tirarla junto con él, pero su enajenación no le permitió razonar que ella no podría caerse porque la barandilla la protegería de eso. Sin embargo, la tiró al suelo y el movimiento dejó mal posicionado su pie. Bella sintió un pinchazo en el tobillo y después un dolor que la hizo gritar, pero no tan fuerte como David mientras caía al vestíbulo.
Un grito colectivo interrumpió la fiesta y cuando Bella sintió a Aarón recogiéndola entre sus brazos, se dejó caer hacia atrás. No pudo soportar más tantas emociones fuertes sumadas al dolor y la inconsciencia se la llevó, no sin antes susurrar algunas cosas que el guardia civil escuchó por los pelos:
—Mi móvil... lo grabé... Aray.
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Estocolmo
TeenfikceUna joven de Gran Canaria lo tiene todo excepto el cariño de sus padres. Su padre, un millonario dueño de una cadena de hoteles, siempre la ha culpado por la muerte de su madre, por lo que la vida de Bella es un infierno oculto tras las apariencias...