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Periodo.

No, no el Primer periodo de E.C., ni el segundo, ni el tercero, y mucho menos el cuarto en donde al parecer hay incesto entre hermanos. Y tampoco los periodos de la historia de una nación o planeta... sino de un periodo mucho, MUCHO peor.
Es uno que solo trae sufrimiento, dolor, y deseos de matar a la persona que lo vive, aunque al principio oculta su cruel realidad causando solo estrés. Es un periodo de dificultad que lamentablemente se vive hasta que ya somos mayores, ya que se dice que allí el infierno terminará.

¿Alguien sabe de qué se trata?

—¡AHHHHH!— un aullido- no, en realidad, un grito de una niña se logró escuchar en todo el pueblo. Seguramente había visto un animal muerto o se había caído y estaba haciendo un escándalo como una Drama Queen; con esta creencia, la mayoría de los habitantes decidieron volver a sus vidas comunes y corrientes, ya que tenían muchas mejores cosas que hacer que preocuparse de una niña cualquiera que de seguro solo estaba creando una montaña de un mísero grano de arena, como le gustaba decir a las personas.
Sin embargo, el caso de dejarlo pasar o volver a sus vidas “normales” no estaba aplicado para algunos personajes –ya que ninguna de sus horrendas vidas son normales–, que fueron a asegurarse del estado de la niña que había lanzado tal grito.

Si algo habían aprendido, es que si alguien lanzaba un grito que solo podría causar de una forma natural y sin terminar arruinandose la garganta la princesa Riliane, era que algo malo sucedía... o quería probar su voz.

Un hombre de cabello castaño bien peinado y que delante de sus marrones ojos llevaba unas gafas se encontraba corriendo en dirección a dónde había oído esa brutal pedida de auxilio. Su nombre era Keel Freezis, un comerciante con bienes muy deseados por el resto del mundo.
Era alguien tan importante que se suponía debía dar una sensación de calma y seriedad por su ocupación.

Así es, se suponía.

Pero en ese momento, el Kiyoteru más responsable hasta ahora estaba viendo al mismísimo dios Sickle delante de él, marcándole que se había muerto por algo tan banal y estúpido como subir unas putas escaleras.
Ah, no espera, de verdad estaba el dios Sol ahí, delante de él.

—Necesito hablar contigo.— fue lo que le dijo, e ignorando el hecho que la hija del hombre estaba entrando en etapa Riliane, se llevó a Keel –con un gran esfuerzo y sacrificio. Sus alas ya no serían las mismas nunca más...– al culo del mundo –o eso creyó el Dios– para explicarle el horrible momento que iba a atacar a su familia.

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—¡Alguien ayúdeme YA!— la voz chillona volvía a soltar un grito de auxilio, con esperanza que algún estúpido viniera a decirle qué carajos le estaba pasando. Porque o ella estaba alucinando, o los chocolates que había agarrado de los estantes de su madre ya se habían vencido.

Mikina ya se encontraba subiendo a toda velocidad esos escalones del Averno para ver por qué su retoño mayor estaba gritando. ¿Acaso había entrado de nuevo Loki a su habitación a pedirle dinero? No, de ser eso los gritos serían de su descendiente, no de ella.

¿Entonces...?

Cuando nadie se lo esperó, un terremoto empezó –o al menos era la sensación de uno–, y una bola de polvo subió los pisos tan rápido como se lo permitiera el viento, dejando a la pelirroja perpleja. ¿Había visto algo blanco ahí dentro?
Observó por una de las tantas ventanas que estaban colocadas en la pared pegada a las escaleras, y le llamó la atención las grandes ambulancias, los camiones de bomberos, a la Agencia de Detección de Niños, a algunos vehículos que parecían ser de algo gubernamental –la ONU, cuando leyó lo escrito en las puertas–, etcétera.
Okey, su esposo iba a darle unas diez horas de explicaciones como esas cosas no se fueran en cinco minutos.

Desmadre Con Evillious Donde viven las historias. Descúbrelo ahora