2) "Separados".

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Los hombres siempre poseen sueños inalcanzables, lo cual es bastante tonto. Nos aferramos a cosas imposibles de alcanzar y pasamos al menos toda la vida con esa meta. Perdemos todo nuestro tiempo en algo que quizá y nunca vamos a lograr cumplir, pero de eso se trata ¿No? De mirar arriba y toparnos con la muralla que nos impide visualizar la meta. ¿Cómo la superamos? Cada quien debe resolver ese dilema. Cada uno por su cuenta vera si la saltan, la rodean, o en mi caso... La vuelo en pedazos.

Gritos y lágrimas se escuchaban a un tono muy bajo por parte de Retzel que seguía junto a Eliadar, su madre. Por un tiempo estuvo allí. Quizá el momento en el que más la admiro en toda su vida, en vida no fue capaz de llorar ante ella de esa manera y mostrar su debilidad y ahora ya no había vida en la mujer para poder demostrarle lo que sentía. Quien sabe cuánto tiempo paso, pero en ese periodo, el líder Platoniano y su amigo intentaron, junto con unos 30 hombres más, lo imposible.

- Pueden rendirse y vivir, o morir aquí. – dijo el comandante enemigo con una sonrisa bastante burlona.

- Manténganse firmes, no se cierren. – decía Robert en voz baja.

El círculo se iba cerrando más y más y los cuerpos empezaban a tocarse. El espacio era muy reducido como para luchar a gusto, como para mantener la posición y no perder.

- ¿En serio? – pregunto Adrien.

- ¡Por Platonis! – grito y corrió Robert, llevándose por delante de si a unos 2 o 3 soldados Utopianos y abrió un camino.

Tras Robert iba Adrien que se apresuró a ir con su amigo y tras él corrieron los 30 hombres. El círculo perdió forma y los Utopianos perdían la vida 1 a 1. Suena ridículo, pero era hermoso y glorioso el ver a la minoría prevalecer sobre la tropa real de la Utopía, quizá por eso es que El Emperador desea tenerlos sometidos ya que son una amenaza.

- ¡Vamos! ¡Muerte a todos! – ordenaba Robert y sus hombres daban voces de guerra y seguían y seguían luchando sin dar paso atrás, cada vez más y más cerca del comandante enemigo.

- La señal mi señor. – informo un Utopiano.

A lo lejos entre los arboles Robert logro ver como una pequeña tropa Utopiana iba en dirección hacia el Este. El comandante dio la orden de retirada. La "victoria" era de Platonis.

- ¡Se van! ¡Victoria! ¡Platonis! ¡Ganamos! – gritaban los 30 de plata.

- Eso no es normal...incluso para un cobarde. – dijo Adrien cerca de la oreja de Robert.

- No... ¡No! ¡Vuelvan todos! – ordeno. Sintió ese dolor, aquel que te viene cuando sabes que algo malo ocurrió y que nada puedes hacer para ayudar.

Los caballos estaban lejos para ir por ellos, así que envió a 15 hombres en busca de los animales y los demás le siguieron a toda prisa hasta Platonis. No estaban lejos, el bosque de Plata está relativamente cerca, pero... ¿Qué podían hacer aun si tuvieran el tiempo necesario o de sobra?

*26 de Wamfrid – 133... Un día antes*

- Así que eres el nuevo estratega. ¿De dónde eres? – pregunto el comandante.

- Soy de Kalt, mi señor, cerca de la muralla norte. – respondió Floid.

- No pareces de allá. He estado en esa zona y la gente no es tan... Clara, pulcra, inteligente. Te ves cómo alguien de Nomir jajaja. – se burló el superior.

- Muchos me dicen eso, pero estoy orgulloso de quien soy y de donde provengo, mi señor. – se inclinó Floid. – y estoy a su servicio.

El comandante era muy perezoso como para seguir interrogando al joven estratega, y muy avaro como para gastar su dinero en vestirlo decentemente, como debería verse. El dinero era algo que en la Utopía sobraba, pero si algo hacen los de alto rango como los comandante, generales y capitanes es malgastarlo en bebidas y mujeres.

Sueño de Unión.Where stories live. Discover now