La mañana simbolizaba gloria en Platonis, la noche era peligro. Pero en esta ocasión el peligro se convirtió en motivo, fuerza, propósito y venganza. Siempre Robert inculcaba a sus hombres en el motivo real de ser un guerrero. No es aquel que mata a placer en el campo de batalla, es el que muere por sus compatriotas. Es el que se mantiene a raya, no por ser cobarde, sino por resguardar la vida de sus seres queridos. Los platonianos no eran hombres de ira o venganza pero si eran feroces si se les encontraba ese lado. Sin embargo, en aquella ocasión ya no había moral que seguir, no había a quienes enseñar… solo pensaba en retribución.
- Después del rio deben estar. – decía en voz baja Adrien.
- El tramo este Este, el bosque… sin duda allí. – dijo Robert.
Era exactamente el lugar que mencionaban, pero en el camino uno de los 30, uno llamado Greg, logro ver a lo lejos unos cuerpos. Rápidamente fueron hasta el lugar a ver de quienes se trataban. Era la segunda tropa, la que había atacado a los civiles de Platonis, la que Robert vio a través de los árboles.
- Mercenarios… - dijo Adrien.
- Sí. No hay casi rastros de lucha. Una emboscada rápida y letal. – agrego Robert.
El lugar era peor que una masacre. Los cuerpos mutilados y sangre por doquier. Era como si los Utopianos no tuvieran ni la mínima oportunidad de haberse defendido de aquel ataque. Los Mercenarios eran conocidos por ser bestiales en batalla, pero no pertenecen a ninguna unidad o pueblo. Son solo hombres que siguen a un líder y cobran una gran cantidad de oro por aquellos trabajos rápidos. Robert conocía solo a un grupo de Mercenarios y sabía muy bien que estos eran los mismos.
- ¿Otro enemigo más? – pregunto un hombre.
- Son un peligro. Espero no toparnos con ellos. Cabalguen… - ordeno el líder Platoniano.
En el tramo Este, Floid, aun despierto, esperaba la señal de los Mercenarios. Al mismo tiempo su mente se ocupaba de ideas sobre Platonis y trataba de armar una nueva estrategia para lograr entrar a las murallas tranquilamente. De pronto un pequeño ruido se escuchó a lo lejos. ¿La señal? No parecía la señal. No era el ruido acordado. Se escuchaba más como un galope. 2, 3, 5, quizá 10… ¡Muchos!
- ¡Platonis! – gritaron 32 hombres enfurecidos y atacaron rápidos como el viento.
Los Utopianos difícilmente lograron tomar sus armas y la batalla comenzó de inmediato. Un asalto rápido y preciso. Sin embargo, los soldados enemigos eran al menos el doble de los 32 de plata y lograron defenderse un poco y proteger al comandante.
- ¡Estratega! ¡Haz algo! – gritaba despavorido el comandante, con temor su rostro.
Floid enloquecía, su plan corría enorme, critico peligro y no encontraba salida alguna.
- ¡Huya, mi señor! – dijo. – Al norte, al bosque.
El comandante corrió rápidamente dejando a su tropa, mientras que Floid permanecía protegido por los soldados. Su corazón latía a un ritmo demasiado acelerado, más que el galope de Robert y sus hombres.
- Uno a uno… ¡Que sufran! – gritaba Adrien.
Los 32 acabaron con todos los Utopianos. Quizá la ira, quizá la adrenalina del momento, pero rápida y ferozmente acabaron con todos, solo quedaba uno, Floid.
- Ropaje distinto… atrás… joven… inútil… ¿Estratega? – pregunto Robert.
Floid trago fuerte sabiendo que no encontraría razonamiento en aquellos ojos que destilaban fuego.
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Sueño de Unión.
AléatoireLos sueños siempre son algo difíciles de lograr, y mucho más cuando la fuerza más grande del mundo esta en tu contra. Pero son en esos momentos de dificultad cuando sale a florecer aquel valor que nos lleva a ser impulsados a la meta que queremos lo...