The Time We Met [Showki]

Bitter

Kihyun temblaba y lloraba. Se resistía tanto como podía, pero no tenía tanta fuerza. Resiste la primera ronda, puñetazos en su estómago y algunos en la cara. Esta vez no se estaban midiendo. Le dolía demasiado. Su nariz estaba sangrando. La segunda ronda fue peor. Era malo con las patadas,sobre todo cuando le daban justo en la boca del estómago, impidiéndole respirar. Las lágrimas caen sin parar.

-P-Por f-favor... Ya.. N-No p-puedo..

-¡Callate! -un golpe directo a su cara. -apenas estamos empezando -Kihyun ya no soportaba, no quería llorar, se sentía humillado, su orgullo aplastado cada vez que esos dos lo hacían derramar lágrimas.

Sollozó con fuerza, quería desmayarse de dolor, así al menos estaría inconsciente cuando le hicieran más daño. Youngjae se sentó sobre él, sacó una pequeña navaja,brillante y filosa. Kihyun abrió mucho los ojos y comenzó a patalear para quitárselo de encima.

-Shhh.. Tranquilo gordito. Solo será un recuerdito -dijo mientras le acercaba el objeto punzo cortante al rostro. -para que no se te olvide quien eres, tu eres mío -dijo, haciendo que el pequeño soltara un grito de dolor. Himchan le sostuvo las manos. Estaba inmovilizado. Mirando con pánico a Youngjae, quien se acercó a su rostro y lo lamió. Kihyun trató de luchar un poco más. Nunca en su corta vida tuvo tanto miedo. Youngjae tenía una mirada horrible, perversa. Le sonrío y Kihyun entró en pánico cuando vio una de sus manos levantar la camisa del uniforme deportivo, a la altura del pecho, dejando ver su ombligo y  su vientre.

-¡Suéltame! -gritó con fuerza, le estaba tocando demasiado, jalando y apretando la suave piel.

-Por eso no deberías comer tanto,pequeña rata -dijo palmeando su estómago -es una lastima -Youngjae colocó la mano izquierda sobre su vientre, como tratando de hacer que dejara de moverse. En la derecha tenía la navaja, muy cerca de la piel. Le rozó, tanteando, y río cuando Kihyun soltó un grito de terror. Youngjae lo odiaba, detestaba al chico gordito. Le gusta molestar y hacer llorar a los demás, le causaba placer ver a otros sufrir. Pero Kihyun... Oh, Kihyun era especial. Youngjae sabía que no tenía sentido molestarlo, era inteligente, no se metía con nadie. Nunca se había peleado con nadie, era uno de los invisibles y rechazados. El único error del pequeño fue cruzarse en su camino, mirarlo de forma inocente y disculparse el primer día de clases. Le odió. Con fuerza, porque nunca un chico lo había mirado así. Como una persona. Y le gustó. Le hacía sentir cosas, cosas que un chico no debe sentir por otro chico. Porque Youngjae no era gay. Y por eso odiaba a Kihyun, porque no podía tenerlo, porque él tenía la culpa de todo lo que estaba sintiendo y lo haría pagar por haberlo cambiado. La única forma que conocía de hacerlo era ésta. Cerró los ojos con fuerza, recordando todo eso, sintiendo de nuevo todas las emociones prohibidas y le cortó. Le enterró la navaja, formando la "Y", sí, iba a marcarlo. Para que no olvidara que solo él podría dominarlo a su antojo, no importa con quien se juntara después. Kihyun gritó y pataleó en cuanto Youngjae abrió su piel. Lloró, suplicó que se detuviera, pero Youngjae lo ignoró y siguió cortando. En algún momento Kihyun dejo de sentir, estaba mareado y le pesaban los párpados, poco a poco, fue cerrando los ojos. Tal Vez, todo era solo una pesadilla.

🍃☁🌙

Cuando Kihyun despertó, ya había anochecido. Sus ojos se tardaron unos segundos en acostumbrarse a la oscuridad. Trató de sentarse y soltó un quejido de dolor cuando lo hizo, su estómago dolía, al igual que el resto de su cuerpo y su rostro. Temblaba de frío. Se puso de pie con dificultad y se dio cuenta de que no estaba en la escuela. Camino hacia donde se escuchaban los autos. Llegó a la vieja carretera que salía del pueblo. Lo habían aventado a las afueras, como animal. Tomo fuerzas y se puso a caminar de regreso. Parecían ser entre las nueve y las diez de la noche. Su madre estaría muy preocupada, se tardaría por lo menos una hora en llegar. El camino fue largo y frío. A lo lejos podía observar las montañas que rodeaban el pueblo, las estrellas brillan con intensidad y la Luna guiaba sus débiles pasos. A simple vista, este lugar parecía un pequeño paraíso, dando la impresión de paz y seguridad. Pero en realidad era la entrada al mismo infierno, uno al que estaba siendo condenado y del que posiblemente nunca saldría. Las lágrimas caían por sus mejillas, maldecía internamente a esos dos idiotas sin vida. Sentía la herida arder y punzar,sus piernas dolían, podría desmayarse en cualquier momento.