CAPITULO DOS

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Por la mañana, Derek se preguntó si no se habría imaginado los sucesos de la noche anterior. Tal vez su imaginación le hubiera jugado una mala pasada. Pero, cuando se sentó a la mesa para desayunar, delante de Jed, se dio cuenta de que no
era así.
A pesar de que sólo eran las siete de la mañana. Jed ya había bebido. El olor a licor le llegaba desde el otro lado de la mesa. Addie puso un plato delante de su hijo y Derek miró la comida sin decir nada. Ya había visto la forma en que le temblaban las manos a su madre.

—Podría romper una ventana con estos huevos. Después de todos estos años, aún no has aprendido a cocinar unos huevos decentes —dijo Jed con un tono de voz más que enfadado.

De reojo, Derek vio cómo su madre se retorcía las manos contra el gastado
delantal y no tuvo que mirarla a la cara para ver que estaba a punto de llorar. Sabía tan bien como Derek que Jed tendría un arrebato de rabia cuando diera uno o dos tragos más.
—Lo siento, Jed. Te haré otros.
—No importa. Si Derek se puede comer los suyos, yo reconozco que podré hacer lo mismo con los míos. ¿Cómo has dormido, chico? ¿No te ha molestado nada?
Derek respiró fuertemente, obligándose a tragar un bocado de huevo gomoso. Levantó la
mirada y se encontró con la de Jed. Lo que vio en ella casi le hizo vomitar.
Jed lo sabía. Sabía que no era una coincidencia que Stiles no estuviera en su habitación la noche pasada. Sabía que él se lo había llevado deliberadamente. Debería
estar enfadado, avergonzado o desafiante, pero no era ninguna de esas la emoción que vio Derek en su mirada. Era como una especie de diversión, un reto, lo que se
veía en sus ojos enrojecidos. Derek volvió a respirar fuertemente. Luego bajó la mirada. No le importaba que Jed tomara esa actitud por miedo. Si seguía mirando un instante más a su padrastro, lo estrangularía. Lo invadió una rabia como nunca antes
había conocido. Quería sentir la piel de Jed bajo las manos, sentir cómo se le escapaba la vida. Lo deseaba tanto, que podía saborear el deseo de matar.

Dio un respingo cuando una pequeña mano le tocó la muñeca. Escondidos bajo la mesa, los pequeños dedos de Stiles se cerraban dudosamente sobre los suyos. Derek lo miró y sus ojos se encontraron. Eso ojos color miel reflejaban un poco de miedo. El notaba su enfado, pero no estaba muy seguro de a qué se debía.
Mirándolo a los ojos, Derek sintió que su rabia se deslizaba de la fiera necesidad de violencia a la fría decisión. Esa era una batalla que Jed no iba a ganar.
Le apretó levemente los dedos a Stiles para darle ánimos y le dedicó una media sonrisa. La incertidumbre se esfumó de su rostro y el volvió de nuevo su atención al desayuno, su mundo estaba de nuevo a salvo. Derek levantó la cabeza y miró de
nuevo a su padrastro. Jed miró a los ojos al chico y su sonrisa satisfecha se esfumó.

Apartó la mirada y tomó de nuevo la botella. Le dio otro trago. Desde que era un pequeñajo, al chico siempre lo había mirado con esos fríos
ojos azules que parecían mirar tan dentro de cada uno. Siempre parecía ver cosas que no debieran ser vistas, saber cosas que uno no quisiera que supiera. Había sido demasiado blando con él. Siempre le había dicho a Addie que el chico necesitaba una
buena paliza para ablandarlo un poco. En trece años de matrimonio, esa fue la única
vez en que ella había demostrado un poco de decisión. Nunca había logrado olvidar
la forma en que lo miró cuando le dijo que nunca se le ocurriera ponerle una mano encima a su hijo.
Dio un trago de licor, sintiendo cómo le quemaba la garganta y le calentaba el estómago. Volvió a mirar a Derek esta vez desde detrás de un velo de alcohol y se preguntó si no se habría imaginado esa fría amenaza en los ojos del niño. El alcohol hizo que le fuera fácil creer que había sido así.

Ese día, Derek encontró imposible concentrarse en el colegio. Su mente seguía dando vueltas para ver si encontraba una solución. Tenía que haber una forma de proteger a Stiles Tenía que encontrarla.

La leve nevada de dos días atrás se había fundido, dejándolo todo lleno de barro. Cuando pasó por la gasolinera para comprarle una golosina a Stiles el empleado le dijo que, seguramente, no tardaría mucho en caer una fuerte nevada.
—Creo que va a hacer un invierno realmente frío —le dijo el hombre. Derek caminó hasta su casa, pensando en lo que podía traer el invierno. Con los vientos fríos aullando fuera, habría pocas oportunidades de escapar de las borracheras de
Jed. Se abrigó con la chaqueta, sabiendo que el viento que le helaba ahora no sería nada comparado con lo que podía ser enero.
Esa noche hizo que Stiles volviera a dormir en su habitación. El aceptó sin hacer preguntas. Era una bendición que no tuviera que explicarle lo inexplicable.

JUNTOS PARA SIEMPRE { STEREK}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora