CAPITULO 8

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Derek se despertó de repente, dándose cuenta de que algo no iba bien. Stiles
dormía pacíficamente a su lado, con la cara hundida en la almohada. El viento aún sonaba fuera, pero no había nada raro y ya estaba empezando a pensar que había sido algún sonido traído por ese viento lo que lo había despertado. Pero no era así.
Había alguien en la casa. Lo sabía con tanta seguridad como si pudiera verlo
delante de él. Salió de la cama con cuidado para no despertar a Stiles y se puso los vaqueros con una mano, mientras con la otra tomaba su pistola.
Salió de la habitación y se dirigió al salón. Se apoyó contra la pared, con la
pistola lista. Cualquier pequeño ruido que hiciera se vería disimulado por el del viento.
Pensó inmediatamente en Mike, en medio de un charco de sangre y sin vida. Derek apartó esa imagen, la muerte de Mike no tenía nada que ver con eso. Alguien había entrado en la casa y tenía que averiguar quién. Pero tenía un sabor extraño en la boca y el corazón le latía aceleradamente.
Derek esperó un momento, mientras trataba de oír algo que le indicara dónde estaba el intruso. El ruido llegó por fin como un golpe seco y una maldición desde el salón. Derek se deslizó por el pasillo sigilosamente. Sus ojos, ya acostumbrados a la oscuridad, distinguieron una vaga sombra. —No se mueva. Levante las manos y quédese muy quieto.
Justo en ese momento el viento dejó de sonar un momento, dándole más énfasis a su voz. Levantó la pistola para darle más credibilidad a sus palabras. La figura se quedó inmóvil. —Iba a encender la luz —dijo el hombre. Derek dudó un momento. Una luz le vendría a él tan bien como al otro. —Adelante, pero con cuidado. Un cuarenta y cinco hace unos agujeros muy desagradables. —Ya lo sé. Se encendió entonces una lámpara y Derek entorno los ojos para que no lo deslumbrara, manteniendo la pistola apuntando al intruso. El hombre se apartó de la lámpara con expresión tranquila. No tenía el aspecto de alguien a quien se acabara de sorprender entrando en una casa.
Era un tipo alto, casi como Derek y se imaginó que debía de tener unos cuarenta años, más o menos. Tenía el cabello oscuro y un espeso bigote negro. Le resultaba vagamente familiar, a pesar de que no lo había visto nunca. —Le sugiero que se quede quieto mientras llamo a la policía —le dijo mientras
se dirigía al teléfono. —Hubo un tiempo en que la policía estaba aquí mismo. O, por lo menos, parte
de ella.
Derek se lo quedó mirando, extrañado por lo vagamente familiar que le
resultaba. —¿Quién es usted? —John Lonigan, el hijo de Mike. ¿Y usted? —El hijo de Mike se llamaba como él. El intruso se encogió de hombros. —John Michael Lonigan. Nadie me llamó nunca Michael, excepto papá. —¿Cómo ha entrado? Michael Lonigan… si es que era él, le enseñó una llave. —Papá nunca cambió las cerraduras. Derek lo miró, pensativo. Tal vez esa sensación de conocerlo provenía de que se pareciera un poco a Mike, a pesar de que no era muy aparente ese parentesco. Mike era bajo y pelirrojo, no como ese hombre. De todas formas, Derek se sintió dispuesto a creerlo.
—¿Tiene alguna identificación? —Claro. Tengo mi pasaporte. ¿Me va a disparar si lo saco? El hombre parecía extrañamente tranquilo, teniendo en cuenta que le estaban apuntando con una pistola. —No, si es lo único que saca del bolsillo. Derek se apartó cuando el otro hombre se sacó un librito del bolsillo interior de
la chaqueta. Allí ponía que era John Michael Lonigan, ciudadano americano. Derek lo cerró y fue a devolvérselo, pero no terminó el movimiento. Una tabla del suelo crujió detrás de él y tiró el pasaporte al suelo. En las décimas de segundo que tardó en darse la vuelta y levantar la pistola, Derek tuvo tiempo para preguntarse cómo no se le habría ocurrido que el hombre tuviera un cómplice. Si estaba a punto de morir, ¿qué le iría a pasar a Stiles que aún estaba durmiendo arriba? Por encima del cañón del 45, se encontró con la sorprendida mirada de Stiles.
Estaba de pie en el pasillo, vistiendo una camisa de Derek que le llegaba hasta las rodillas y con el cabello rebuelto. Tenía una mano apretada contra la base del cuello y sus grandes ojos pasaban de él a la pistola que llevaba en la mano.
Derek bajó la pistola. Por un momento, se preguntó si alguien podría ver que le estaban temblando las manos. —¡Maldita sea, Stiles! Deberías haber dicho algo para que yo supiera que estabas ahí. Podría haberte disparado. El sonrió y se apretó el pecho con una mano. —Lo siento. Pero yo sabía que no dispararías si no sabías a lo que le estabas disparando. Esa confianza en él dejó a Derek sin palabras. El luego miró a John Lonigan.   ¿Qué pasa? ¿Quién es este hombre? Derek se dio la vuelta y se pasó una mano por la cabeza. —Dice que es el hijo de Mike. Eso pone en su pasaporte —dijo, recogiendo luego el pasaporte del suelo y pasándoselo a John. —El es Stiles y yo soy Derek. Derek  y Stiles ?dijo John abriendo mucho los ojos por un instante antes de tomar el pasaporte. ¿Vivís aquí? —Desde hace unos quince años o algo así. Lo habrías sabido si hubieras venido
a casa —le dijo Derek sin tratar de disimular sus sentimientos. John asintió. —Tienes razón. Debí volver mucho antes. Tú debes de ser el que me mandó el telegrama. Gracias. —Has venido demasiado tarde, ¿no crees? Stiles frunció el ceño ante las palabras de Derek. Tratando de disculpar su hostilidad, sonrió a John. —Encantado de conocerte. —El placer es mío, creedme. John tomó la mano que  le ofrecía. Lo miró, dándose cuenta de la camisa de
hombre que vestía y que dejaba ver una buena parte de sus esbeltas piernas. No había nada ofensivo en su mirada, de eso se dio cuenta Derek, así que, ¿por qué quería golpearlo? —¿Os habéis presentado ya Derek y tú? —No formalmente, ya que un cuarenta y cinco es una presentación un poco desagradable. Sonrió y Derek volvió a notar esa vaga sensación de familiaridad. Luego, le puso
el seguro a la pistola antes de ofrecerle la mano. Se la dieron mirándose a los ojos. Ese hombre ya había pasado su primera juventud, pero sus ojos parecían mucho más viejos. Era un tipo duro y, como iba vestido con unos vaqueros y chaqueta del mismo material, a Derek le pareció sacado de un anuncio de cigarrillos. —Siento haberos molestado, pero todo estaba oscuro y pensé que la casa debía
de estar vacía. —No hay problema. Debes de tener un montón de preguntas. —Unas pocas —le contestó John. Derek se pasó una mano por el pecho desnudo y se percató de que estaba semivestido antes de mirar a Stiles. Estaba bastante tapado, pero tenía que admitir que se sentiría mejor si se pusiera algo más convencional. —Mira, ¿por qué no nos permites que nos vistamos un poco? Luego haré un
café y podremos hablar.—¿Y por qué no hago yo el café? Si no habéis cambiado la cocina, imagino que
la conoceré lo suficiente como para hacerlo. —Muy bien. Estaremos de vuelta dentro de un par de minutos. Ninguno de los dos habló mientras subían las escaleras. Cerraron la puerta del dormitorio y Derek dio la luz antes de dejar la pistola en
su funda. —Siento haberte asustado —le dijo Stiles tranquilamente. —No ha pasado nada, pero no debes sorprender a un hombre que lleve una pistola. —Yo no sabía que tu tenías una pistola —le dijo el, sentándose en la cama. Ese movimiento dejó al descubierto una buena porción de sus piernas.Derek
apartó la mirada y se dirigió al armario para sacar otra camisa y ponérsela. ¿Tendría el alguna idea de lo que le estaba haciendo? ¿Alguna idea de lo mucho que lo deseaba? Viéndolo allí, sentado en la cama deshecha, le resultaba difícil resistirse a la tentación de meterse de nuevo en la cama y hacer otra vez el amor, ignorando el hecho de que el hijo de Mike los estuviera esperando abajo.
Ignorándolo todo menos el ansia que lo embargaba. —¿Derek? ¿Qué te pasa? —Nada. Sólo que estaba pensando en que debemos de darnos prisa, John nos espera. Se estremeció cuando el le tocó un hombro. Ese leve contacto fue casi doloroso y se apartó. Cogió sus zapatillas de deporte, como si lo único que tuviera en mente fuera vestirse.
Stiles no decía nada y su silencio lo obligó a mirarlo. El lo estaba observando,
tenía el rostro sereno, pero él lo conocía y lo amaba demasiado como para no ver el dolor que se asomaba a sus ojos. Dejó caer las zapatillas y se pasó la mano por el cabello, tratando de encontrar las palabras para decir lo que tenía que decir. 
¿Lamentas que hayamos hecho el amor? le preguntó el orgullosamente. Debería decirle que sí. Ese sería probablemente el final. El se daría cuenta de lo inadecuado que era para el y trataría de buscar a alguien con quien le fuera bien. Se sentiría herido por un tiempo, pero sería una ruptura limpia. Stiles lo observaba, esperando. —No, cielos, no.
Lo tomó de los hombros y lo abrazó. El apretó el rostro contra su pecho
desnudo, casi sollozando. Lo abrazó entonces por la cintura, como si tuviera miedo de dejarlo marchar. Derek se inclinó, apoyando el rostro contra su cabello, llenando sus sentidos con su olor.
—Tenía miedo de que me fueras a decir que lo lamentabas. La voz le temblaba y Derek sintió cómo se le encogía el corazón. El estaba
todavía dolido por la muerte de Mike y él no podía herirlo más.—No podría lamentarlo, nunca —le dijo él tomándole la cabeza entre las
manos. El lo abrazó también, apretándose contra él como si fuera lo único seguro que hubiera en el mundo para el. Se quedaron así un largo rato. El sujetándolo en sus brazos y sabiendo que eso
no debía… no podía durar. —Tenemos que bajar antes de que John se crea que nos hemos muerto —dijo
Derek por fin. Stiles lo soltó y él tuvo que resistir la tentación de volver a abrazarlo. En vez de
eso, retrocedió y Stiles se pasó una mano por el cabello, recogiéndoselo detrás de las orejas.
—Supongo que debo de estar hecho una facha. Derek lo miró con interés. ¿Sería verdad que no se daba cuenta de su aspecto?
Con su camisa y una gran porción de esas preciosas piernas asomando por debajo. Era como un sueño, era lo que cualquier hombre pudiera desear.
Ese sentimiento de posesión le cogió con la guardia baja y se inclinó enterrando las manos en su cabello, haciendo que levantara la cara. Solo tuvo una breve visión de la mirada sorprendida de sus cafes ojos antes de besarlo. Los labios de Stiles se suavizaron, invitándolo a que entrara. Era una invitación que ni siquiera trató de resistir y, durante unos pocos minutos, la habitación se quedó en silencio, sólo roto por el viento en el exterior. Cuando se apartaron, él lo miró. Se sintió orgulloso. El tenía todo el aspecto
de alguien que había sido bien amado y a conciencia. Ese pensamiento lo llenó de satisfacción.
—Estás muy bien. Ponte algo y vamos a bajar antes de que venga a buscarnos. Unos minutos más tarde entraban en la cocina. El rico olor del café lo inundaba todo. John los miró cuando entraron; los recorrió a los dos con la mirada como si pudiera ver más que sólo la superficie. Derek tuvo la desagradable impresión de que ese hombre podía contarle con pelos y señales lo que había sucedido arriba. No era un pensamiento muy cómodo. —Espero que no os importe—dijo John, señalando el plato que había delante de el. Me he hecho un sandwich. La comida del avión era muy mala y no he tenido tiempo de comer antes de llegar aquí. —Claro que no. Derek se acercó a la pequeña barra y tomó tres tazas. Luego se sentaron a la mesa y sirvieron el café. —¿Os importa que fume? —Adelante —le dijo Derek, John tomó su paquete de cigarrillos y se dio cuenta de la mirada de desaprobación de Stiles. Ya sé que es un mal hábito. Estoy siempre tratando de dejarlo. Puede sentarte muy mal. —Lo sé —dijo él, encendiendo un cigarrillo y tragándose el humo—. Voy a
dejarlo. Mañana. Stiles sonrió tristemente y a Derek no le costó nada ver la mirada de apreciación
que el otro hombre le dirigió. —Entonces, supongo que habrás recibido mi telegrama. No le importó que sus palabras sonaran secas. John dejó de mirar a Stiles. —Sí, lo recibí. Pero estaba en Oriente Medio y tardó un poco en llegarme. —Te perdiste el funeral —le dijo Stiles —Papá no era muy dado a las ceremonias. Supongo que no le importaría mucho que no estuviera en casa para el funeral. Sería estúpido que lo primero que hiciera después de volver a casa después de veinte años fuera ira a su funeral —dijo con una sonrisa amarga. —Estoy seguro de que Mike lo comprendería —le dijo Stiles, tomándole una mano.
John se tomó el resto del café y dejó la taza sobre la mesa de golpe. —Iba a venir las navidades pasadas. Luego algo pasó y tuve que dejarlo para el
verano. Supongo que se me pasó el tiempo. Nadie habló durante un rato.    Stiles miró a Derek con los ojos llenos de compasión y él tuvo que tragarse una punzada de celos, sabiendo que se estaba portando como un tonto.
—¿Cómo pasó?—preguntó John de repente—. Lo único que decía el telegrama era que había muerto. Yo me las arreglé luego para conseguir información suficiente como para saber que le habían disparado, pero no se mucho más. —¿Cómo lo averiguaste? —preguntó Stiles. Debes de haberte dado mucha prisa para llegar aquí tan pronto. —Tengo mis fuentes de información. Cuando se viaja tanto como yo, uno
aprende a quién llamar cuando se necesita algo. Derek se dio cuenta de que había más, pero no era el momento de insistir. —¿Qué le pasó a papá? —continuó John.Derek se encogió de hombros y miró fijamente la taza que tenía entre las manos. —Mike fue a abrir el almacén. Alguien entró por detrás y le vació un cargador de un 357. —¡Dios mío! —dijo John muy pálido. —
¿Lo encontraste tú? —Sí —le contestó Derek, tratando de no recordar de nuevo la escena.—Debió de ser muy desagradable. —No muy divertido. —¿Se sabe ya quién fue? —preguntó John con la voz tensa. —No. No robaron nada y no había huellas. Parece como si se tratara de una
violencia gratuita. Tal vez algún drogadicto. Puede también que haya sido una banda, pero no hemos tenido nunca problemas de bandas en esta zona. Puede haberlo hecho cualquiera. No hay un motivo ni pruebas.
Dejó de hablar, pero nadie dijo nada. No parecía que tuvieran mucho más que decir. Derek miró a John, preguntándose qué estaría pensando o sintiendo. Hacía veinte años que se había marchado de casa. Podía leerse muy poco en sus facciones. Derek tuvo la sensación de que era un hombre que no revelaba nada que no quisiera.
El viento que había aminorado antes de poco, volvió con toda su intensidad.
Las luces parpadearon. —Parece como si fuera a irse la luz —dijo Derek, levantándose para dejar la taza
en el fregadero. —Ya se me había olvidado lo que podía llegar a ser Santa Ana. Recuerdo
siempre el sur de California como la tierra donde siempre luce el sol y hace un tiempo perfecto. Uno tiende a olvidar los aspectos más desagradables de las cosas. ¿Has viajado mucho? El interés que se leía en la voz de Stiles le recordó a Derek lo poco que él había viajado, lo poco que había visto. —Un poco. Nunca antes Derek se había alegrado tanto de que se fuera la luz. Tuvo el efecto
inmediato de terminar con la conversación. Encendieron unas lámparas de butano y, con ellas, la cocina quedó iluminada
de nuevo. —Por lo menos podremos terminarnos el café —dijo Stiles filosóficamente. —Cierto —la contestó John, mirando su reloj—. Volverá dentro de un par de
horas. No sé vosotros, chicos, pero yo voy a dormir un poco. —Yo también —le dijo Stiles, tapándose la boca para disimular un bostezo. Derek se dio cuenta de repente de lo cansado que estaba. —Si no os importa, creo que puedo echar mi saco en el sofá. Mañana ya encontraré un sitio donde quedarme. Eso si no se nos lleva el viento antes. —No seas tonto, John. Esta es tu casa tanto como nuestra. En realidad, más. No hay ninguna razón para que te quedes en otro sitio o para que duermas en el sofá — le dijo Stiles con un tono de voz que no admitía discusiones.
John miró a Derek con una ceja levantada interrogativamente. Derek asintió.—El tiene razón. Yo puedo arreglar mi habitación y dormir en la de Mike. —No, yo dormiré en la habitación de papá. Probablemente a mí me traiga menos recuerdos que a vosotros. Nadie mencionó el hecho de que, evidentemente, de que Derek y Stiles habían estado compartiendo una habitación antes, lo que dejaba dos habitaciones libres. Si se le ocurrió a John, tuvo el tacto suficiente como para no decir nada. —Hasta mañana —se despidió John, cogiendo una de las lámparas. Luego salió de la cocina sin hacer mucho ruido, a pesar de las botas que calzaba. Era un hombre acostumbrado a moverse en silencio. Derek se dio cuenta de ello sin darle mucha importancia. Era más consciente del hecho de que Stiles y él estaban solos de nuevo.
Ninguno de los dos habló hasta que oyeron el ruido de una puerta al cerrarse. —Creo que deberíamos volver a la cama —dijo Derek. —Yo también lo creo, es muy tarde. Se marcharon juntos de la cocina. Se detuvieron en lo alto de las escaleras. Derek aminoró la luz de la lámpara hasta que sólo dio un poco de luz. No se miraron. A la derecha, estaba el dormitorio de Derek —No quiero estar solo esta noche —le dijo Stiles sin mirarlo. Derek sintió una punzada de dolor en el pecho. Parecía tan inseguro, tan perdido. Sintió remordimientos. Se estaba preocupado sólo de lo que él sentía, estaba portándose como un egoísta. ¿Y qué pasaba con lo que Stiles estuviera pensando y sintiendo?
hombre por primera vez,
Ellos habían dado un paso enormemente arriesgado esa noche, lo estaba haciendo sentirse como un paquete abandonado. —No tengo ninguna intención dejarte solo. —Yo creía… Pero Derek le puso un dedo en la boca y lo obligó a callar. —No creas. Puede que sea un poco bruto, pero no soy tonto. Y tendría que ser
un tonto para permitir que durmieras solo esta noche. En su habitación, John oyó cerrarse una puerta. Una solo. Sonrió. Así que no se
había equivocado con la tensión que había entre los dos. Se dirigió a la ventana, apoyando un hombro contra la pared y mirando al exterior.
Los alrededores estaban a oscuras, pero podía mirar hacia el valle, debajo de donde estaba, donde las luces de las calles parecían joyas en la noche. No habían cambiado muchas cosas por allí desde que era pequeño. Podía
recordarse a sí mismo cuando era pequeño y su padre tenía que auparlo para que pudiera ver algo por la ventana.Su padre. Cerró los ojos por un momento antes de volverlos a abrir y quedarse mirando por la ventana. El dolor lo sorprendió. Hacía casi veinte años que había dejado esa casa, jurándose que no volvería nunca. El orgullo juvenil y la ira hacía ya tiempo que habían dado paso a una vida que pareció que nunca iba a permitirle volver a casa.
No, eso no era completamente cierto. Le había resultado más fácil no volver a casa. Había habido veces en que había tenido tiempo más que suficiente para arreglar las cosas entre su padre y él. La rabia y frustración que le habían hecho marcharse habían desaparecido hacía ya años, pero quedaba demasiado en él del chico rebelde como para que le resultara difícil volver a casa.
Cerró las cortinas y se apartó de la ventana. Miró a su alrededor. Como todo lo demás, la habitación no había cambiado. Se acercó al vestidor y abrió una caja pequeña de caoba que encontró allí.
Recordaba perfectamente cuando le regaló esa caja a Mike. Tenía doce años, lo suficientemente joven como para seguir pensando que su padre era perfecto. Había hecho la caja en la clase de trabajos manuales y estaba muy orgulloso de ella. Y su padre la había conservado durante todos esos años.
John cerró la tapa y dedicó su atención a las fotos que había encima del vestidor. La primera que tomó fue una que recordaba muy bien. La hicieron después del último partido de fútbol que había jugado en el colegio. Ahora podía sonreír por la mirada fiera que le estaba dedicando a la cámara, pero recordaba lo importante que le había parecido en ese momento el partido.
Dejó la foto en su sitio y tomó la siguiente. Debía de ser una foto de la fiesta de graduación de Stiles. Miraba a la cámara con una calma total, nada intimidado por el aparato. La comparó con el chico que había visto bajando las escaleras vestido con una camisa de hombre nada más. Parecía un poco mayor que el niño de la foto, e incluso más guapo, si eso era posible, pero tenía esos mismos ojos cafes enormes, que parecían estar viendo mucho más de lo que uno querría que viera.
El  estaba también en la última, un poco más joven, tal vez con dieciséis o
diecisiete años. Derek estaba con el. Era una toma un poco candida y bucólica. Los dos vestían vaqueros y camisetas y John reconoció la fachada de la casa que había detrás de ellos. No habría sido más que una simple foto de familia si no fuera por sus expresiones. Derek tenía sus brazos alrededor de su cintura, con el pecho pegado a su espalda. Era evidente que Mike los había colocado así, pero ninguno de los dos estaba mirando la cámara. Stiles se había apartado un poco para mirar a Derek y él lo estaba mirando a el. Lo que llamaba la atención no era la posición, eran sus expresiones. Derek estaba mirando a Stiles como si el fuera lo más precioso del mundo, y Stiles lo estaba mirando como si todo el mundo girara a su alrededor.
John dejó la foto, sintiendo un curioso dolor en el pecho. Lo había sabido; lo
había sabido todos esos años. Dos chiquillos un poco sucios y una maleta vieja. No tenían nada en especial y a la vez, sí lo tenían. No lo habían reconocido. Quince años era mucho tiempo y ellos no eran entonces más que unos crios. No, podía ser que Derek fuera un crío en la edad, pero ya era todo un hombre. No sabía de lo que habían huido, pero ni entonces ni ahora dudaba de que tuvieran una buena razón.
Luego miró la cama. Les había dicho que se quedaba con esa habitación porque a él le traería menos recuerdos de Mike que a ellos, pero no era exactamente la verdad. Los recuerdos estaban allí, tan reales como siempre. Se acercó a la bolsa de viaje donde llevaba casi todo lo que tenía en el mundo y sacó un saco de dormir. Lo puso en la alfombra cerca de la puerta. Había querido quedarse allí por esos recuerdos, por tener quizás la oportunidad de despedirse. Pero esa despedida se le estaba haciendo un poco más dura de lo que se había esperado. Había muchas cosas que dejar atrás, demasiadas explicaciones que no podían darse.
Se metió en el saco de dormir y fue a apagar la luz de la lámpara haciendo que la habitación se quedara a oscuras. John cerró los ojos, queriendo ser capaz de dormirse. El viento seguía rugiendo en el exterior, aislando la pequeña casa. Pero no era el viento lo que hacía que un hombre se sintiera solo. A veces, uno llevaba esa sensación en su interior.

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