¿Que le han robado, señor Gillespie? Derek estaba intentado parecer serio e interesado, pero su corazón no estaba
realmente en lo que estaba haciendo. Ésta era ya la sexta vez que la pequeña tienda de productos
italianos de Gillespie había sido robada. No había más huellas
dactilares que las que debían de estar, no había señales de violencia, nada que no fuera dinero desaparecido.
De reojo, podía ver al hijo de Gillespie. Marty tenía diecinueve años y tenía el
tipo de actitud que podía proporcionarle una buena patada en el trasero el día en que se encontrara con alguien con ganas de dársela. Ese día, a Trace le gustaría estar el primero en la fila. Estaba apoyado contra la pared exterior del almacén, con las manos metidas en los bolsillos de sus estrechos vaqueros y con la espalda curvada en una postura casi imposible. Esbozaba una sonrisa que le hizo pensar a Trace en que, mejor que una patada en el
trasero, le sentaría más saludablemente un buen
puñetazo en la mandíbula. El chico destilaba inocencia por todos sus poros. -¿Su esposa oyó algo anoche, ¿Vio algo que pueda darnos una pista? -Nada. Todo estaba muy tranquilo. Lo que, con toda seguridad, significaba
que «todo» tenía una llave del local. Derek volvió a mirar a Marty y no tuvo la menor duda de quién era el responsable de los repetidos hurtos.
El primer policía que se había atrevido a sugerirle eso al padre de Marty se
había visto insultado en italiano y luego el viejo se había quejado en la comisaría. Derek no cometió el mismo error. No le cabía duda de que Gillespie sabía lo que estaba pasando, sólo que aún no estaba preparado para admitirlo. Hasta que no lo hiciera, la policía no podía hacer mucho más. Marty lo miró un momento. Luego, se encogió de hombros y se metió en la tienda, donde la compañera de Derek , Sally, estaba interrogando a su madre.
Trace volvió a mirar al padre del chico, dándose cuenta del dolor y de la ansiedad en la mirada del anciano. Esa mirada hizo que aumentaran sus ganas de partirle la boca al chico. -Es un buen chico. Tiene algunos problemas para encontrar trabajo ahora que
ha dejado el colegio. Derek tomó algunas notas inútiles y asintió. No era fácil encontrar trabajo, en
especial cuando no se hacía nada por encontrarlo. Un movimiento en la calle le llamó la atención y levantó la vista. Era la segunda
vez que el mismo coche pasaba por allí. Un Chevrolet azul pálido con una aleta abollada. El sol hacía que le diera la sombra al conductor. Era imposible ver de quién se trataba. Sólo veía que la persona que fuera lo estaba mirando, pero eso no era sorprendente. El coche patrulla aparcado delante de la tienda era suficiente para llamar la atención de cualquiera que pasara por allí. Trace dedicó de nuevo su atención al anciano.Aún estaban de pie delante de la tienda, cuando el coche volvió a aparecer.
Derek había dejado ya su cuaderno de notas y estaba oyendo las quejas de Gillespie
acerca de la paternidad. Era todo lo que podía hacer por el viejo antes de que
estuviera listo para afrontar el hecho de que su hijo le estaba robando asiduamente.
Sospechaba que, dentro de la tienda, Sally estaba probando la lasaña de la señora
Gillespie o cualquier otra cosa. Lo que significaba que luego iba a tener que aguantar
sus lamentos por haber roto la dieta de esa manera.
Oyó el coche antes de verlo. El motor tenía un ruido que no había notado
conscientemente, pero lo recordó cuando oyó al coche tomar la curva y dirigirse
hacia ellos. Se tensó cuando lo oyó acercarse. Era una tontería. El conductor sólo
debía de estar cotilleando, esperando ver algo excitante. No había nada que
justificara la súbita ansiedad que lo embargaba.
Volvió la cabeza, oyendo solo a medias a Gillespie. Era el mismo coche y seguía
sin poder ver claramente al conductor. De nuevo estaba reduciendo la marcha. La
ventanilla del pasajero estaba abierta. No había nada siniestro en el coche. Sólo era
un coche que, evidentemente, había visto días mejores. Empezó a volverse otra vez a
Gillespie cuando algo le llamó la atención, un curioso destello dentro del coche. Algo
como el cañón de un arma.
Trace se tiró al suelo, arrastrando consigo al anciano y apretándolo contra el
asfalto. La ráfaga de un fusil automático dio exactamente en el mismo sitio donde
había estado sólo unos segundos antes. Los cristales de la tienda saltaron en pedazos.
Derek rodó llevándose con él al anciano, hasta que ambos estuvieron cubiertos
por el coche patrulla. Ya seguro de que Gillespie estaba a salvo, Derek se puso de
rodillas y sacó su pistola. Aún a cubierto, se acercó a la parte delantera del coche. El
otro estaba aún ahí. Podía oír que se le había calado el motor. La cuestión era: ¿A
dónde estaba mirando el conductor? ¿Tendría tiempo de dispararle?
Se levantó con cuidado, asegurándose de que todavía estaba cubierto por el
coche. Luego, saltó al suelo por delante y rodó, quedándose de rodillas. Levantó el
arma y disparó dos veces muy seguidas. Los dos disparos dieron en el parabrisas,
pero evidentemente, no incapacitaron al que estaba dentro, ya que fueron
contestados por otra ráfaga que le habría matado si no se hubiera movido. Las balas
dieron en el suelo donde había estado antes, pero Derek ya estaba detrás de otro
coche.
Oyó una detonación seca y el ruido de una bala dando en el metal y, de reojo, se
dio cuenta de que Sally estaba aún en la tienda, protegida por una esquina y estaba
disparando también. Al verse entre dos fuegos el conductor del coche se dio a la
fuga. Derek salió corriendo detrás; la matrícula era perfectamente visible y tomó nota
mentalmente de ella. De todas formas, estaba seguro de que el coche era robado.
-¿Estás bien? -le preguntó Sally mientras se acercaba a él corriendo.
-Sí. ¿Está todo bien en la tienda?
Sus suposiciones acerca del coche resultaron ser correctas. El propietario había
denunciado el robo tres horas antes del tiroteo. Llevaron el coche patrulla a que lo
arreglaran y Sally y Derek se pasaron el resto de la tarde haciendo informes y
tratando de recordar detalles inexistentes. Al final, a la única conclusión a la que
pudieron llegar fue que se trataba de que alguien había tratado de matar a unos
policías. Esa idea era peor que cuando podía encontrarse un motivo a los tiroteos.
Todo el mundo estaba preocupado, preguntándose si sería un incidente aislado o el
principio de una serie de acciones donde el próximo policía podía no tener tanta
suerte como había tenido Derek .
Cuando se marchó a casa, Derek estaba agotado. Lo único que le apetecía era un
buen whisky, una ducha caliente y meterse en la cama, incluso podía pasar hasta de
la ducha. Aparcó el coche delante de la casa y descansó por un momento en su
asiento. Había pensado en lo que iba a decirle a Stiles por el camino y había decidido
que no era necesario preocuparlo. No había resultado herido nadie así que, ¿para qué
iba a preocuparlo?
Abrió la puerta y salió del coche. Le dolían todos los músculos. No estaba
seguro de si era por la tensión o por el contacto con el duro suelo, pero se sentía
como un saco de arena de los que usan los boxeadores para entrenarse.
Entró por la puerta de atrás. El olor a curry le indicó que John había hecho la
cena. Cada vez que cocinaba él, la casa olía como un restaurante indio. Derek no
había comido nada desde por la mañana, pero no tenía hambre.
El bajo murmullo de la televisión llegaba desde el salón. Cogió un vaso y sacó
unos hielos del frigorífico. Tuvo la tentación de marcharse a la cama directamente,
pero el whisky estaba en el salón, así que se llevó allí el vaso.
John estaba viendo la televisión. Stiles estaba tumbada en el sofá con un libro en
el regazo.
El levantó la mirada y le sonrió. Eso fue suficiente como para que se
evaporara parte de la tensión que aún sentía. ¿Cómo podía ir algo mal en el mundo
cuando stiles le sonreía de esa manera?
-Hola. Hoy vienes muy tarde, ¿no?
-Hola. Espero que no me hayáis esperado para cenar -les dijo, acercándose al
pequeño bar y sirviéndose luego un whisky.
-No. Stiles y yo nos hemos comido un excelente pollo al curry -le dijo John-.
Pero te hemos dejado un poco. Está en el frigorífico.
-Gracias, pero de verdad no tengo hambre.
Derek se dejó caer en un sillón y se relajó por primera vez desde el tiroteo.
-¿Qué te ha pasado en la cara?
Ese relax desapareció con la pregunta de Stiles. Maldita sea, se había olvidado
por completo del rasponazo que tenía en la mejilla. Se lo tocó. Debía habérselo hecho
al tirarse al suelo. Sonrió y se encogió de hombros.
-He tenido una pequeña discusión con un trozo de suelo. Nada serio.
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JUNTOS PARA SIEMPRE { STEREK}
RomansaStiles Stilinski era lo más importante de su vida En el mismo instante en que fijó su mirada en aquel pálido y bonito niño, Derek Hale supo cuál era la razón de su vida: proteger a Stiles, Para ello, Derek tuvo que escaparse de su casa. Fue una...