La escarcha crujía bajo sus pies. Derek se encogió bajo su chaqueta, casi no sedaba cuenta del frío. Tenía demasiadas cosas en que pensar para preocuparse por las incomodidades físicas. El dinero que le había dado su madre le pesaba en el bolsillo.
Sabía que Addie había hecho lo que podía y, por una parte, no podía estar
enfadado con ella. Pero por otra, sentía un profundo resentimiento. Tenía sólo quince años y no había derecho a que cargara sobre sus hombros toda esa responsabilidad. Ella era su madre y le había fallado justo cuando más la necesitaba.
Respiró profundamente el frío aire. Tenía que aceptar que su madre había
hecho lo que creía que era lo mejor , Derek estoy cansado.
¿A dónde vamos?
Sigue agarrado a mi chaqueta, Stiles. Esta noche no vamos muy lejos. Sólo
hasta el granero de Hoffman. Pasaremos allí la noche y nos iremos por la mañana. A California
¿Y para qué vamos al granero de Hoffman? —Para jugar, Stiles.
¿No crees que puede ser divertido? —Puede. El niño no parecía muy seguro y no lo podía culpar por ello. Pero era la mejor razón que se le había ocurrido darle en ese momento. Cuando llegaron a la propiedad de su vecino, Stiles estaba empezando a dar
tumbos, dormido. Derek sujetó todo el equipaje con una mano y le pasó la otra por los hombros, haciendo que se apoyara contra él.
La puerta del granero estaba abierta sólo un resquicio, pero suficiente para
ellos. Dentro hacía frío, pero no tanto como en el exterior. Derek sacó una pequeña linterna del bolsillo y alumbró aquello hasta que encontró lo que quería. —Vamos, Stiles. Hay que subir por esa escalera y luego dormiremos en la paja. —Estoy muy cansado Derek —le dijo el, frotándose los ojos. —Sólo es un poco más y podrás dormir en la blanda y caliente paja. Vamos, Stiles, va a ser divertido. Por un momento, él pensó que iba a seguir protestando, pero quizás la promesade una cama en lo alto de las escaleras pudo más. El se desabrochó la chaqueta lo suficiente como para colocarse allí a Isaiah y quedarse con las manos libres para subir. Pareció tardar una eternidad en llegar a lo alto mientras Derek miraba por encima del hombro, casi esperando que el viejo Hoffman apareciera por la puerta con la escopeta.
Llegaron a lo alto sin incidentes Stiles estaba dormido al cabo de pocos minutos,
tapado con una manta vieja que Derek había encontrado en una esquina. Los rumores de que Jimmy Hoffman se llevaba allí a sus amigas antes de que fuera a la universidad debían de ser ciertos, dada la cantidad de mantas que había allí. Derek se lo agradeció de corazón. Se tumbó cerca de Stiles.
Su vida no volvería a ser la misma después de esa noche. Había dado los
primeros pasos por un camino cuyo final sólo podía suponer. No era un pensamiento muy confortable, pero el cansancio pudo con él y se durmió por fin. Por la mañana, el ruido de un motor lo despertó.
Más tarde, comieron allí mismo los sándwiches que les había dado Addie. Stiles estaba de buen humor y se reía de la paja que tenía Derek en el cabello. Le dijo que se parecía al espantapájaros de El Mago de Oz. Derek imitó la forma de andar que tendría alguien con las piernas de palo. No le salió muy bien, pero, por lo menos, logró que Stiles se riera. A pesar de sus preocupaciones, él se sentía de buen humor. Pasara lo que pasase, había hecho bien en llevárselo de esa casa. Era ya lo suficientemente mayor como para darse cuenta del calibre del paso que acababa de dar y lo suficientemente pequeño como para ver con optimismo lo que los esperaba. Ese optimismo se esfumó cuando salieron del granero y volvieron a andar por
la carretera. Hacía frío. El sol estaba fuera, pero daba poco calor. —¿ Derek? ¿Por qué vamos a California? —Porque allí vive mi tío. —¿Y vamos a tener que ir andando todo el rato? —No, vamos a coger un autobús tan pronto como lleguemos a la ciudad. Stiles se paró en medio de la carretera. Derek hizo lo mismo y se quedó mirándolo, tratando de refrenar su impaciencia. ¿Qué te pasa? Derek , vamos en mala dirección para ir a la ciudad. Es que estamos yendo a otra Stiles. ¿Y eso? Él dudó un momento y, entonces, decidió que sería mejor contarle la verdad que tratar de contarle una mentira razonable. Porque no quiero que nos vea nadie que nos conozca. ¿Cómo es que nos fuimos anoche tan tarde? ¿Y cómo es que no nos han
llevado tu mamá o tío Jed a coger el autobús, como hicieron conmigo el señor y la señora Lauder cuando me vine aquí? Jed no sabe que nos hemos ido. ¿Nos estamos escapando? Sí, supongo que sí. ¿Y eso? Yo… yo pensé que era una buena idea. ¿Te importa?
¿Cómo iba a poder explicarle las auténticas razones? —No —dijo el niño agitando fuertemente la cabeza—. Si tú estás conmigo, está
bien.
—Va a gustarte California, Stiles. Nos va a gustar a los dos. —De acuerdo. Agarró más fuertemente entonces a Isaiah y le dio la mano a Derek. Su confianza en él aterrorizaba. El creía mucho más en su capacidad para cuidar de el que él mismo.
Continuaron andando. Derek mantenía la mirada fija en el horizonte. Unas pesadas nubes de tormenta se estaban formando en el norte. Sabía lo que eso podía significar. Podría ser fatal ser sorprendidos por una tormenta de nieve. Eran poco más de las doce y les quedaban todavía algunos kilómetros para llegar a la ciudad cuando empezaron a caer los primeros copos de nieve. Derek inspeccionó la zona para ver si encontraba algún cobijo. No había nada. Nada que no fuera pradera y más pradera. Tenían que seguir andando. Apretó a Stiles junto a él, protegiéndolo todo lo posible.
La nieve cuajaba muy rápidamente y el viento hacía que los copos las dieran en el rostro. Derek necesitaba de toda su concentración para estar seguro de que seguían en la carretera. Stiles iba dando tumbos a su lado, agarrado a su chaqueta y con la cara totalmente cubierta por el gorro y una bufanda. Sólo se le veían los ojos. Si tenía miedo, prefería no decir nada, lo que Derek le agradecía. Estaba demasiado preocupado él mismo como para ponerse a consolarlo.
Estaba empezando ya a preguntarse si no deberían de pararse y construir un
refugio de alguna clase cuando oyó el ruido de un motor por detrás. Tardó un momento en darse cuenta de lo que se trataba. Un camión. Si no se quitaban de la carretera, podía atropellados, a pesar de que se arriesgaban a caerse en una de las cunetas. Apretó más aún a Stiles. El camión apareció por detrás de él. El conductor había dado las luces, tratando de ver a través de la espesa cortina de nieve. Derek se apartó todo lo que pudo, pero oyó cómo el motor aminoraba más la velocidad y, finalmente, se colocaba a su lado. Se detuvieron entonces. Se abrió la puerta del asiento del pasajero desde dentro y se oyó una voz profunda que les dijo: —¿Qué demonios hacen dos niños por la carretera en medio de una tormenta como ésta? ¿Queréis que os lleve? Derek dudó solo un momento. No podía ver nada del hombre que les hablaba, pero era seguro que no se podían quedar allí. Derek, tengo frío —dijo Stiles. Él supo entonces que no le quedaba otra solución. El desconocido parecía estar
de acuerdo. —Vamos, chico, súbelo. Yo te ayudaré. Luego sube, antes de que todos nos helemos. Dentro hacía calor. Derek no se había dado cuenta en realidad del frío que tenía
hasta sintió cómo le entraban en calor las manos y la cara.¿Estáis bien? Sí. Gracias, señor. —Llámame John. —Yo soy Derek y éste es Stiles. John asintió y puso en marcha el camión. Encantado de conoceros. ¿A dónde vais? Derek estaba ayudando a Stiles a quitarse el abrigo y dirigió una mirada recelosa al hombre. Vamos a Los Angeles a quedarnos con mi tío. El tiempo es muchísimo mejor por allí. ¿Esta carretera va directa a la
autopista? Hace unos cuantos kilómetros tomé un desvío equivocado. —La carretera principal está a unos cuatro kilómetros de aquí le dijo Derek relajándose un poco. Muy bien. Derek miró hacia delante y dejó que el calor de la cabina le inundara todo el cuerpo. Afuera nevaba mucho y, si no hubiera aparecido el camión, estarían aún ahí. Podían haber muerto.
Parecéis un poco jóvenes para ir solos a Los Angeles. No era una pregunta, pero, por el tono de voz, parecía que el hombre estuviera esperando una explicación. Derek dudó un momento. El orgullo le impedía contarle a un extraño los detalles de sus problemas personales. Pero no se podía arriesgar a dejar que John decidiera que lo mejor para ellos era devolverlos a casa. Tenemos una buena razón para ello fue toda la explicación que pudo darle. Sus miradas se encontraron por un largo instante antes de que John volviera a dedicar su atención a la carretera. Derek esperó sin hablar, sabiendo que sus palabras estaban siendo sopesadas en alguna parte del cerebro de ese hombre. Cuando volvió a mirar la cara de John, Derek se dio cuenta de que no era tan viejo como le había parecido al principio. No debía de tener más de veinticinco años. Pero su mirada parecía contener muchos recuerdos, tantos que no encajaban con su joven rostro. De acuerdo, acepto la explicaciónle dijo John, volviendo a mirarlo. Ese
tío vuestro, ¿Os está esperando? Sí le dijo Derek sin dudar. Era una mentira y los ojos de John se entornaron por un momento, como si pudiera ver la verdad, pero no dijo nada más. Asintió y pareció conformarse. Si queréis, podéis venir conmigo hasta Denver. Desde allí, podéis coger un
autobús. Derek no dijo nada por un momento. De todas formas, habrían tenido que hacer un transbordo en Denver. No estaría mal ahorrarse ese dinero. No quería llegar acasa de su tío sin nada de dinero. Por otra parte, no sabía nada de John, excepto que había aparecido justo cuando necesitaban ayuda. No era mucho para empezar. Había oído muchas cosas que podían pasarles a los que hacían auto-stop y no tenían cuidado. Y…
Pasó la mirada de John a Stiles. Se había quedado dormido con Isaiah apretado contra su pecho y la cabeza apoyada sobre su hombro. Lo colocó en una posición más cómoda.
Gracias. Te estaremos muy agradecidos si nos dejas ir contigo.
No hay problema. Agradezco la compañía. Un hombre puede volverse
antisocial si se dedica todo el tiempo a conducir un trasto de estos. John tomó un paquete de cigarrillos y encendió uno sin dejar de mirar a la
carretera. De todas formas, yo no soy un tipo muy sociable, pero, a veces, me canso de ser mi única compañía. Nosotros agradecemos que hayas aparecido dijo Derek, mirando la nieve que caía persistentemente. Sus hombros se encogieron en un estremecimiento involuntario y John siguió su mirada. Ahora podríais estar bastante congelados. ¿Sabes?, si yo creyera en el destino,
incluso podría pensar que tiene algo que ver con todo esto. Llevo meses haciendo esta misma ruta y ésta es la primera vez que me equivoco en un cruce —dijo, encogiéndose de hombros y sonriendo—. Pero no creo en el destino.
Derek no dijo nada. No podía decir en ese momento si él creía o no en el destino. Stiles se despertó al cabo de una hora. Miró un poco dormido a John por un momento, como tratando de recordar quién era y luego le sonrió dulcemente. Tú eres el hombre del camión grande que nos recogió. Eso es. ¿Has dormido bien? Derek se dio cuenta de la forma en que se suavizó la expresión de John cuando lo miró. Sí, muchas gracias. Es un camión muy grande. —No está mal. —Tengo hambre, Derek. Hay una parada de camiones un poco más adelante —dijo John—. Si puedes
aguantar un poco, os invito a un par de hamburguesas. Derek le apretó un brazo a Stiles para que no aceptara.
El lo miró, pero no dijo nada.
—Gracias, pero llevamos algo de comida. Su voz reflejaba orgullo, John lo miró fijamente. ¿Sándwiches revenidos? Derek se ruborizó, pero no cedió.No necesitamos caridad. Tengo bastante dinero. Deja que te dé un consejo. No existe eso de «dinero suficiente». Siempre se va
al doble de la velocidad que piensas que lo hará. Y no dejes que tu orgullo te haga no aceptar un poco de ayuda. El orgullo es una buena cosa, pero no puedes dejar que sea lo que te guíe en la vida. Te lo digo por experiencia. Y la última parte del consejo es que nunca dejes de aceptar una comida gratis.
Luego salió de la carretera y aparcó el camión al lado de otros muchos
parecidos y apagó el motor. Yo voy a comer algo, y me gustaría que me acompañarais. Derek dudó; el orgullo estaba luchando aun contra el sentido común. Pero Stiles no dudó nada.
A mí me gustaría comer una hamburguesa, por favor. Pero sin cebolla. No me gusta nada. La expresión de John se transformó en una sonrisa. Ponte la chaqueta y veremos qué es lo que se puede hacer, pequeño. Al final,
Derek los siguió. Le había parecido absurdo quedarse solo en el camión. Además, tenía que admitir que le atraía más una comida caliente que los sándwiches fríos que les había hecho su madre.
No se quedaron mucho allí. Comieron, llenaron el depósito del camión y se
marcharon. La nieve continuaba cayendo, a veces pesadamente, a veces de forma más ligera. Stiles dormitaba y Derek y John a veces hablaban y a veces guardaban silencio. Sólo una vez John estuvo cerca de preguntarle la razón por la que iban solos. Parece un gran chico —dijo John, señalando a Stiles. ¿Es tu hermano? No le contestó Derek sin pensar, pero luego quiso haber mentido. Es… mi
primo. John lo miró de una forma que dejó claro que la mentira era poco creíble y que había llegado demasiado tarde. Sois muy jóvenes para andar viajando solos. Ya te lo he dicho. Tengo un tío en Los Ángeles y vamos a reunimos con él. —Bueno, no sé nada de tíos, pero sé cuándo alguien se está escapando. Yo lo hice una vez. ¿Tenéis una buena razón? La tenemos. Derek no añadió nada más. Sólo pensar en Jed le revolvía el estómago. John lo
miró y Derek mantuvo la mirada sin dudar, de hombre a hombre. Al cabo de un momento, John asintió. Me doy cuenta de que la tienes. Luego no preguntó más. El camino a Denver fue largo y aburrido. Había poco que ver fuera de la cabina del camión. De vez en cuando la tormenta aminoraba, pero todo seguía gris y frío,como para no hacerles olvidar que el invierno había llegado. John conducía
prudentemente y Derek se relajó. Por lo menos, durante algunas horas había alguien más para ayudarlo a cuidar a Stiles.
Pero fue por poco tiempo. Demasiado pronto, John estaba aparcando el camión cerca de la estación de autobuses de Denver. —Esto es todo lo lejos que puedo llevaros. Derek miró a la ajetreada estación y se estremeció. —De verdad que te lo agradecemos. —No ha sido nada. Ha sido agradable tener compañía. Encendió un cigarrillo y lo miró a los ojos. —¿Tenéis dinero suficiente? —Sí, lo tenemos —le dijo Derek, con un cierto orgullo en la voz. John sonrió, pero su mirada decía que lo comprendía. —Tienes mucho orgullo, Derek. Pero recuerda lo que te dije… puede
ocasionarte problemas. A veces es necesario que seas capaz de pedir ayuda. Derek se contuvo de decirle que no necesitaba ninguna ayuda de nadie. —Gracias por el viaje. John asintió, como si supiera lo que le estaba pasando por la cabeza. Como te he dicho, he disfrutado con vuestra compañía. Luego, pasó la mirada de Derek a Stiles, que estaba mirando la estación con ojos muy abiertos. Los Ángeles es un sitio muy grande. Es fácil perderse. El tono de su voz parecía indicar que, si estaban huyendo de algo, habían
elegido un buen lugar para ir. —¿Has estado allí, John? le preguntó Stiles con los ojos aún muy abiertos,
como si le estuviera preguntando si había estado en la Luna. —Nací y me crié allí. Pero yo me marché de esa ciudad, como ahora vosotros
dos vais a ella. El mundo es algo extraño, ¿no? Estaba sonriendo, pero Derek pensó que podía adivinarse el dolor bajo esas palabras. —Mirad, voy a daros una dirección. Si algo va mal y no encontráis a vuestro tío,
podéis ir allí y os ayudarán. Se puso a escribir algo en un viejo sobre y luego dudó antes de dárselo a Derek.
Miró el sobre como si fuera algo más que una simple dirección. —El hombre que vive aquí a veces es muy huraño, pero os ayudará. Derek tomó el papel y lo metió en la bolsa. Gracias, pero vamos a quedarnos con mi tío. No hace daño tener las espaldas cubiertas. Derek ayudó a bajar de la cabina a Stiles y luego bajó él. Corrieron para atravesar
la calle, deteniéndose al otro lado para echarle una última mirada al gran camión. John levantó una mano para despedirse y Derek le respondió, lo mismo que Stiles. No se movieron de allí hasta que el camión desapareció de su vista. Bueno, vamos a ver cuándo sale el próximo autobús para Los Ángeles. John es muy agradable, ¿no, Derek? —Sí, es un gran tipo. —Parece muy solo, creo. Nosotros no vamos a estar así, ¿verdad, Derek? No, mientras estemos juntos. ¿Vamos a estar siempre juntos, Derek? Stiles le dio la mano y se apoyó contra él. Derek sintió como si el pecho le diera
un salto y le apretó la mano. —Siempre, Stiles, siempre.
El viaje en autobús desde Denver hasta Los Ángeles resultó terriblemente aburrido. Stiles lo aguantó mejor que Derek ya que estuvo todo el rato entretenido con los juegos que él había comprado en la estación. Durante todo el trayecto, Derek estuvo pensando en su tío, preguntándose cómo sería, si querría verse de repente con dos niños.
Al final no tuvo importancia lo que hubiera pensado su tío, ya que no lo
pudieron encontrar. Ya no trabajaba en la Lockheed y su nombre no aparecía en la guía telefónica de ninguna de las ciudades que rodeaban la fábrica. Después de un par de horas de infructuosa búsqueda telefónica, Derek colgó el teléfono y se apoyó en la pared. Tenía ganas de llorar. Si volvía la cabeza, podía ver a Stiles sentado en una silla de plástico, muy concentrado en el libro de juegos que tenía entre las manos. El creía en él. Creía en su habilidad para cuidar de el. Se frotó los ojos y respiró fuertemente mientras trataba de pensar en el siguiente paso. No se le había ocurrido que no pudiera encontrar a su tío. Todas sus esperanzas estaban basadas en tener un sitio a donde ir, donde quedarse. Después de esas llamadas telefónicas, todas esas esperanzas se habían esfumado y ahora tenía que volver a empezar. —¿Pasa algo malo, Derek?
Derek abrió los ojos, tratando de que no se le escaparan las lágrimas. Stiles estabaa su lado, con la mirada interrogante. —No pasa nada. No… no puedo encontrar a mi tío ahora, así que vamos a tener que mantenernos nosotros solos una temporada.
¿Se ha perdido?
—Sí, supongo que es así. Seguiremos buscándolo, pero creo que será mejor que busquemos algún lugar donde quedarnos hasta que lo encontremos. —De acuerdo —le dijo el, dándole la mano—. Isaiah y yo tenemos hambre. —¿Sí, eh? Supongo que será mejor que busquemos algún sitio para comer. Le echó una última mirada al teléfono. Pero no tenía sentido seguir llamando.
Tal vez pensara mejor con el estómago lleno. Pero no hubo ninguna diferencia. Todavía seguían solos en medio de una gran
ciudad sin ningún sitio a dónde ir. Derek apartó sus temores y trató de pensar en el próximo paso. Necesitaban quedarse en algún sitio. Un motel le pareció la respuesta evidente. Pero no era tan sencillo como parecía. No había pensado en la imagen que daban él y Stiles. Sus ropas estaban arrugadas por el viaje. Por único equipaje llevaban una mochila vieja. Además, nadie querría dejarle una habitación a un par de niños. Lo intentaron en cinco moteles, hasta que, por fin, lograron convencer a un recepcionista de que estaban esperando a sus padres, que llegarían al día siguiente. Eso resolvía su problema por una noche, pero no el de las siguientes. El dinero, que había parecido más que suficiente en Oklahoma, desaparecía muy rápidamente. El Día de Acción de Gracias fue sólo unos días después de su llegada a California y Los Ángeles celebró la fiesta con un cielo azul brillante y un sol radiante. Derek y Stiles lo celebraron con unos sándwiches que se comieron en un parque. Navidad llegó más pronto de lo que parecía posible. Les resultaba poco natural ver todos los adornos y luces de Navidad sin que hubiera la menor traza de nieve. Pero Derek tenía más cosas para preocuparse que del tiempo. El dinero no les iba a durar mucho más tiempo. Tenían que andar mudándose de motel en motel cada pocos días, ya que el cuento que les contaban de que iban a ir a recogerlos sus padres, empezaba a ser sospechoso al cabo de unos días y era posible que el encargado llamara a la policía. Así que se cambiaban antes de que eso sucediera. Pasaron la Navidad en un viejo motel de Santa Mónica. No tuvieron árbol, pero. Derek compró un lobo de peluche barato y lo puso en la almohada de Stiles en Nochebuena. Derek casi lloró al ver la cara de felicidad y excitación que el niño puso cuando vio el regalo por la mañana. —¡Derek! ¡Es precioso! —dijo, abrazándolo y mirándolo con una sonrisa de felicidad—. Voy a llamarlo «sourwolf» y será amigo de Isaiah. Derek lo miró y quiso quitarle el peluche y tirarlo a la basura. El no se merecía pasar la Navidad en un viejo motel y recibir como único regalo un lobo barato comprado en unos grandes almacenes. Debía estar viviendo con una familia cariñosa, con gente que le diera las cosas que el se merecía. Debía haber hecho de ángel en la representación de Navidad.
A veces pensaba que sería mejor para Stiles que los encontrara la policía y se hiciera cargo de ellos la Protección de Menores. Tal vez ellos le encontraran un buen hogar, uno de verdad. O, tal vez, lo mandaran de vuelta a Oklahoma. De una u otra forma, lo perdería para siempre. Puede que a el le fuera mejor sin él, pero no se podía permitir perderlo. Yo tengo un regalo para ti. Lo he hecho yo mismo le dijo el, buscando
bajo la cama y sacando luego de un libro de ilustraciones una hoja de papel que, evidentemente, había sido parte del libro. Está un poco arrugado. El niño se puso a alisarlo sobre la cama con toda su buena intención. —Así está bien. Iba a envolverlo, pero no sabía cómo. Derek tomó el trozo de papel y estudió con cuidado el dibujo a lápiz. No era difícil reconocer las dos figuras. La más pequeña tenía el cabello pintado de cafe y llevaba bajo un brazo un perro rosa. La otra era mucho más alta. Había puesto el color negro en un intento de parecerse al tono de cabello oscuro de él. Tenía dos puntos azules brillantes en medio de la cara y un brazo sobre los hombros de la figura más pequeña. —Somos nosotros dos, Derek le dijo Stiles acercándose.
Es un retrato, como los que hay en los museos. Iba a hacer uno de ti solo, pero me parecía que quedabas muy solo, así que me puse yo también y a Isaiah. Me parece que está mejor así. ¿Te gusta? Derek mantuvo la mirada en la hoja de papel, temiendo que se le escaparan las lágrimas.
Derek, ¿te gusta? La pregunta era un poco más ansiosa ahora, y él se aclaró la garganta. Creo que es el regalo más maravilloso que me han hecho nunca. Cuando dijo eso, el rostro de el niño se iluminó con una ancha sonrisa. ¿De verdad? De verdad. El le echó los brazos al cuello, apretando el rostro contra su hombro. —Te quiero, Derek Yo… yo también te quiero a ti, Stiles. La frase no le salió muy bien, porque "no podía recordar la última vez que lahabía utilizado. Cuando era pequeño tal vez se la hubiera dicho a su madre, pero de eso hacía ya tanto tiempo…
Los brazos de Stiles lo apretaron aún más. —Vamos a estar siempre juntos, ¿no es así, Derek? Para siempre. —Para siempre. Muy pronto todo va a empezarnos a ir bien. No vamos a tener que estar viviendo siempre en moteles. Voy a encontrar un trabajo y un sitio donde vivir y todo irá bien. Voy a encontrar un buen trabajo.
—Tú puedes hacerlo, Derek. Lo sé. El lo miró con una fe ciega en la mirada.
Pero se iba a necesitar más que la fe en él de Stiles para cambiar la forma en que estaban viviendo. Conseguir un trabajo era más fácil decirlo que hacerlo. Nadie quería contratar a un chico al que no conocían… sin identificación ni experiencia. De vez en cuando encontraba algo ocasional para un día, pero nada duradero. El dinero se les fue acabando, hasta que llegó el día en que no les quedaba ni para pagar el motel más barato.
Se juntaron con la gente sin nombre que vive en las calles de Los Ángeles,
rebuscando comida en los contenedores de basura y durmiendo entre cartones. La primavera llegó pronto, así que, por lo menos, no tuvieron que preocuparse por el frío, pero eso era lo único que iba bien. No importaba lo mal que estuviera la situación, Stiles seguía creyendo en Derek Cuidaba de él lo mejor que podía, pero no podía protegerlo de los horrores de vivir en la calle. Deshechos humanos, drogadictos y prostitutas eran sus vecinos donde fuera que pasaran la noche. Algunos de ellos eran amables, pero la mayoría de ellos los miraban como competidores de lo que podían ofrecer las calles.
En enero Derek cumplió los dieciséis años. A esa edad, podía pasar
perfectamente por veinte, medía un metro ochenta y estaba desarrollando unos hombros bastante anchos, a pesar de que la vida de los últimos meses lo había dejado muy delgado.
Aceptaba los trabajos que fueran siempre que los encontraba, pero eso era de vez en cuando y siempre tenía que preocuparse por Stiles cuando lo dejaba solo. Cuando no podía encontrar un trabajo, robaba comida para sobrevivir.
Los días mejores eran cuando Stiles y él iban a la biblioteca. Por unas pocas
horas, era posible imaginarse que todo era diferente. Pero tenían que tener cuidado e ir sólo a horas en que el encargado no se extrañara porque Stiles no estuviera en el colegio. Era solo un pequeño escape.
Las cosas no podían seguir así. Stiles podía tener una fe inquebrantable en él, pero Derek sabía que estaban llegando al final del camino.
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JUNTOS PARA SIEMPRE { STEREK}
RomanceStiles Stilinski era lo más importante de su vida En el mismo instante en que fijó su mirada en aquel pálido y bonito niño, Derek Hale supo cuál era la razón de su vida: proteger a Stiles, Para ello, Derek tuvo que escaparse de su casa. Fue una...