Capítulo 6 | La tía Phyllis.

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El día ya ha acabado. Mis amigos y yo tenemos la costumbre de venir a hablar en el estacionamiento. Todos ellos hablan de cosas sin importancia, yo estoy callado y busco con la mirada a la única persona que en este instante me interesa. No hay rastros de ella, no la puedo localizar en ningún lado.

—¿Estás bien, amigo? —pregunta Cam, a lo que yo asiento.

—Ahora vuelvo.

Mi pierna parece mejorarse con cada segundo que pasa, ya no duele tanto ni es tan difícil caminar. Me alejo de mis amigos y vuelvo entrar a la escuela, los pasillos tienen una escasez de estudiantes.

Mis oídos pueden oír la música proveniente de una de las aulas. Me asomo por la ventanilla de las puertas para ver si Stella está ahí, mientras más camino por los pasillos, más cerca se oye la música. Dejo que mis oídos me guíen hasta el teatro de la escuela, de ahí es la música, ya que están preparando el escenario con utileria.

Veo a Stella salir detrás de las densas cortinas con una caja de cartón entre sus brazos. Canturrea la canción y al parecer, aún no se da cuenta de mi presencia, entonces sigue preparando el escenario con distintos objetos. Mueve sus caderas al ritmo de la música, algo que me hace dibujar una sonrisa en mi rostro.

—¿Te gusta el teatro?

Tan pronto oye mi voz salta del susto. Se voltea para mirarme y sus párpados quedan pegados a su frente.

—Sí... —responde tímidamente.

—Te he estado buscando. —Menciono, con las manos en los bolsillos y doy un paso hacia el escenario.

—¿En serio? —una sonrisa ilumina todo su rostro. Yo asiento para responder su pregunta.

Pienso en que decirle para estar más tiempo con ella. Trato de pensar algo, pero nada me viene a la mente. ¡Piensa, Lucas, piensa!

—¿Quieres que te lleve a tu casa? —El fruto del pensar.

—No, gracias, Lucas. Todavía me faltan cosas por hacer y Selina y yo iremos a mi casa —esboza una sonrisa pero hay rasgos de decepción en ella.

Bajo la mirada para evitar sentirme tan humillado por el rechazo. Stella continúa acomodando cosas y sé que es para evitar mi mirada.

Una melena roja se oculta tras las cortinas. Sé perfectamente de quién es ese particular color de cabello, Selina Henderson.

Selina sale por donde Stella había salido, me dedica una mirada y luego regresa sus ojos a Stella para hablarle.

—Stell, lo siento. No puedo llevarte a tu casa —afirma la pelirroja. Toma las puntas de su cabello y enreda sus dedos en ellas—. Mi... mamá me acaba de llamar, dice que mi tía... m-mi t-tía... Phyllis se cayó de las e-escaleras.

La castaña mira a Selina con duda y en silencio. Inspecciona minuciosamente cada movimiento de Selina.

—Tú no tienes ninguna tía Phyllis —asegura y se cruza de brazos.

—Sí la tengo... —Los nervios de Selina se van incrementando. ¡Ya sé que está haciendo! Está mintiendo para ayudarme a que lleve a Stella a su casa. ¡Selina Henderson te mereces el cielo!—. Es mi tía Phyllis... Ya sabes, la de pelo... púrpura.

Una chica con mala suerte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora