Capítulo 29 | La primera vez.

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Los sábados nunca han sido más molestos.

Selina se coloca a mi lado en lo que observamos cada uno de los movimientos de mi madre, la vigilamos como si ella fuese un bicho radioactivo a punto de explotar y dejar la casa hecha pedazos. Incluso Salem la mira como si fuese su siguiente blanco a atacar.

Lillian se encuentra en la esquina de la cocina con una taza de café entre sus manos. También se encuentra vigilando a mi madre, aunque, por supuesto, ella es mucho más sigilosa que un par de adolescentes escandalosas con cero habilidades para el espionaje.

Emily se queda quieta y continúa con la labor de doblar la ropa de esta familia. Yo sé que lo hace para ganar nuestros corazones, pero ¿quién me creen? Eso no va a funcionar conmigo —a menos de que me consiga el bote de helado más grande del mundo. Así quizá podría considerarlo—. Nos mira a las tres mujeres con obvia incomodidad; por un segundo deja la blusa de Rosie en el brazo del sofá en el que Lucas y yo nos habíamos besado.

No, Stella, no. Deja de pensar en él.

—Entonces, chicas —nos mira con una sonrisa agradable y cálida—. ¿Cómo les va en el instituto? ¿Ya saben lo que quieren estudiar en la universidad?

Sí, eso es un no.

He ahí otro problema: aún no tengo ni media idea de lo que quiero hacer con mi futuro. Digo, me gusta la fotografía, pero no creo que ese trabajo me deje mucho dinero. Tampoco quiero separarme de mi familia ni de mis amigos.

La pelirroja sonríe y asiente, entusiasmada.

—Estudiaré Trabajo Social en la Universidad Estatal de Carolina del Norte —habla con suma emoción, me alegra que ese futuro la haga sentirse tan feliz.

—Qué maravilla, Selina —felícita mamá, noto que empieza a acercarse a nosotras. Salem entrecierra sus ojitos amarillos—. ¿Y tú, Stella?

—No lo sé.

«Y si lo supiera tampoco te lo diría», pensé.

Parece que mi tía Lillian se percata de mi incomodidad al responder la pregunta de mi madre, entonces decide intervenir en nuestra grata conversación.

—Y Emily, ¿qué has estado haciendo en tu vida?

Mamá traga saliva con dificultad, —No mucho. Lo usual. Trabajo como ilustradora de libros para las historias de Art Frazetta...

Antes de que pueda decir una sola palabra más de su supuestamente sosa vida, ella es interrumpida por Selina y por Lillian, quienes comienzan a respirar como si acabaran de correr el maratón del siglo; Sel se ha puesto más colorada de lo que ya es, entre tanto, Lillian abanica a mi mejor amiga con su mano y busca las palabras indicadas para hablar.

—¿Trabajas para Art Frazetta? —interroga con una sonrisa de alegría pura. ¿Acaso me he perdido de algo?

—Sí.

—¿Qué está sucediendo? —pregunto en vano, puesto que no obtengo ningún tipo de respuesta.

—¡Madre mía! ¡Trabaja para uno de los mejores escritores de novelas gráficas de todos los tiempos! El trabajo de ambos es simplemente extraordinario, no puedo creer que esté hablando con una celebridad —exclama la tía Lillian con los ojos bien abiertos, a punto de salirse de su lugar. La pelirroja sigue sin poder pronunciar palabras coherentes—. Espera un momento. Si tú trabajas con Art, entonces tu nombre de celebridad es Faith Konietzko. ¡Santa madre!

Una chica con mala suerte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora