Capítulo 28 | Silencio.

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Mi cabello ahora parece un nido de pájaros mal construido y que terminó estrellándose brutalmente contra el suelo. Es posible que toda esa mata de pelo castaño que cubre mi cabeza luzca mucho peor que ese pobre nido al que me imaginé en las peores condiciones posibles.

Al llegar a los primeros escalones de mi casa decido parar por unos pocos segundos para poder alcanzar a limpiar las lágrimas escurriendo por mis mejillas y el rímel corrido bajo mis ojos.

Si fuese Halloween me iría a uno de esos concursos anuales de disfraces y seguro ganaría por el mejor disfraz de ¿novia muerta zombi? ¿Tal vez como la llorona? O solo como una pobre adolescente con pésima suerte que se quedó sin dinero para pagar un solitario viaje en taxi y cuyo celular decidió morir justo cuando más lo necesitaba.

Sí, definitivo.

Yo ganaría sin duda alguna como la tercera opción de disfraz, además de que se asemeja a mi situación actual.

Saco la llave de la casa desde uno de los bolsillos escondidos del bolso y la termino por encajar en la cerradura.

Papá me matará.

Ya estoy lista para mi muerte.

Él odia cuando no contesto el móvil; me sermoneará por la millonésima vez que no lo compro para que lo utilizara como adorno para la bolsa y que debería de empezar a ser más responsable de no mantenerlo tan preocupado, que hasta le podría dar la diabetis —término utilizado y aprendido gracias a mi tía Lillian y a Tucker—.

Respiro hondo antes de girar la llave y abrir la perilla, luego empujo la puerta con delicadeza para no ser descubierta —creo que hasta puedo oír la música, tipo película de Hollywood, de espía justo en el momento más tenso de todos— y entro de puntillas a mi hogar.

Bien, Stella. Hasta ahora todo marcha bien.

Cuando giro para cerrar la puerta no recuerdo que mi queridísimo gato, Salem, es tan negro que cuando no prendo la luz no puedo verlo debido a mi mala visión nocturna; por lo que termino pisando una de las patitas de mi gato y ambos soltamos un chillido al percatarnos de lo que acababa de suceder.

—Ni de broma serías buena espía —aclara papá, sentado en el primer sofá de la estancia.

—Y tú sí serías un buen villano. —Eso es, eso es. Cambia el tema y distráelo para poder subir corriendo a tu habitación, Fowler—. Mírate: ahí sentado en el sofá, en plena oscuridad y hablando hasta que es el momento perfecto para que me dé un paro cardíaco.

Enciendo la luz.

Él entrecierra los ojos por el súbito cambio de luz.

—Si quieres cambiar el tema para salirte con la tuya, déjame decirte de una buena vez que no funcionará. Para que ni lo intentes.

¿Acaso todos los papás leen mentes o tienen radares de tus planes maquiavélicos?

Suelto un suspiro cansado. Acomodo una de las mechas sueltas detrás de mi oreja, —Papá, de verdad estoy muy cansada y no creo que pueda lidiar con esto esta noche. ¿Podemos hablarlo mañana?

Le da un sorbo a su taza de café con cierta incomodidad antes de abrir un poco los ojos. Oh, no.

Conozco esa expresión.

Una chica con mala suerte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora