Capítulo 25 | Ataque de primos.

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Logré hablar con Vilma —mientras esperaba a mis mejores amigos— y cuando salieron de clase hablé con Parker y Selina.

Rosie y yo acabamos de llegar a casa, y con una gigantesca dificultad pude evadir a Lucas, así no me mataba por el pisotón que le di.

Lanzo mi mochila a un lado en cuanto cierro la puerta y tomo al gato negro de nombre Salem entre mis brazos. Acaricio su cabecita hasta su cuello, justo en donde más le gusta. Salem ronronea y se me pega más para que siga acariciandolo.

—No entiendo como puedes querer tanto a esa bola de pelos negros y mugrosos —dice Rosie, asqueada.

Ella nunca ha sido una fanática de Salem, ni de los gatos, ni de los animales, ni de las personas, ni de de cualquier cosa que sea normal o tierna. Rosie siempre ha sido de gustos por los insectos, cosas negras y hasta arañas.

—No le hagas caso a esa niña fea —respondo, mientras continúo haciendo cariños en su cabeza y modulo la voz para que parezca como de bebé—. Ella está celosa de tu belleza innata. Eres hermoso, Salem.

Estiro a Salem hacia Rosie para que ella lo cargue.

De manera instantánea Rosie suelta un quejido agudo y pone sus manos en modo defensa para que no se le acerque el gato.

—Anda, cargame tía Rosie —mi voz se hace más aguda de lo normal para fingir que Salem es el que está hablando. Lo muevo de lado a lado para agregar ternura a esto.

—Stella, aleja a tu sucio, sangre sucia, muggle e inmundo gato de mí o tomaré mi varita y diré "Avada Kedrava" —amenaza Rosie. Últimamente ha estado un poco —mucho— obsesionada con Harry Potter, de ahí los insutos como «muggle». La semana pasada llamó a una maestra «ingrata, sangre sucia y muggle».— Recuerda, nunca cargaré a esa bola de pelos.

—Nunca digas nunca, Cordelia.

Hago énfasis en su segundo nombre y dibujo una gran sonrisa malévola. Puedo observar como su rostro se va decolorando hasta llegar a un tono morado, pues odia más su segundo nombre que a los «muggles».

—Estás muerta, Fowler —masculla la rubia.

Pongo a Salem en el piso para que él no sufra ningún daño de nuestra lucha. Tan pronto me agacho para dejarlo y que Salem se vaya, la reina de la oscuridad brinca sobre mi espalda como si yo fuera un caballo y empieza a tirar de mi melena café.

Entre varios quejidos y gruñidos llego al living y tiro a la mocosa en el sillón. Ella suelta un gruñido y comenzamos a darnos manazos. Primero yo voy ganando y luego me tira al suelo. Aunque no tenga tanta fuerza, cuando se trata de una pelea fraternal muevo cielo, tierra y mar para ganarle a la princesa grumosa.

Jalones de pelo, manotadas, golpes, mordidas y más.

Un bulto abraza mi pierna y yo estoy tan concentrada golpeando las manos de Rosie que no me importa otra cosa.

—¡Suelta mi pierna, criatura infernal! —le grito a la rubia.

—¡Yo no estoy agarrando tu pierna, torpe muggle!

—¡¡Stella!! —un niño pequeño grita, emocionado.

¿Un niño pequeño?

Una chica con mala suerte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora