Prólogo

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Cuando todo lo que conocemos en el mundo llega a su fin, cuando el ser humano seca el último río, contamina la última planta y mata el último ser vivo en la naturaleza, es entonces cuando nos damos cuenta de que el dinero no compra la vida, y que no hemos sabido aprovechar todo lo que nos ha brindado la naturaleza y esa condición de "ser inteligente". 

La Gran Guerra Verde, fue el último clavo en el ataúd. La vida, un regalo que no solemos valorar, se desvanecía lentamente, dejándonos un planeta marchito y sin señales de redención. Ahora vivimos las consecuencias de una guerra en la que no hubo vencedores, solo víctimas. Las bombas bioquímicas devastaron ecosistemas y contaminaron hectáreas y hectáreas de bosques y ríos. Los mares son azotados con olas de plástico extinguiendo muchos animales a su paso, el aire está envenenado, y un virus mortal conocido como "enoyda" se esparce sin piedad entre los pocos que quedamos. Los infectados, conocidos como "tóxicos", quedan atrapados en una rabia sin memoria, exhalando un veneno mortal en sus últimos momentos. En el sur de España, la contaminación ha dejado las tierras estériles, mientras que el norte aún conserva vestigios de vida. Para muchos de nosotros, llegar al norte se ha convertido en la única esperanza, un rumor de que tal vez, solo tal vez, ahí aún pueda existir una vida digna.

Veinticuatro años han pasado desde que el mundo cambió para siempre. En un mundo sin leyes y en el que la línea que delimita el bien del mal deja de existir, comienzan a aparecer sobrevivientes que luchan por ver un día más por ver el sol. Para mí, amanecer significa una nueva oportunidad de caminar en este mundo sombrío por el que tanto he perdido. Mi madre la perdí cuando apenas tenía 6 años. Mi madrastra, la mataron tratando de protegernos, mi padre, ejecutado y mi primo tomado por unos cazadores hace 4 años. Mi cuerpo está lleno de heridas, no solo físicas, también emocionales, por traiciones de familiares o amigos, pero cada una de estas traiciones, me hace más inteligente, cada dolor me hace más fuerte, cada desilusión me hace mas hábil y cada experiencia más sabia.

Mi nombre es Sonia, tengo 21 años y camino por estas tierras yermas junto a mi hermano menor, Sergio, de 12 años. El tiempo nos ha enseñado que solo nos tenemos el uno al otro, y es la única razón por la que quiero seguir luchando, porque se merece cambiar esta vida de violencia y miedo, por una de risa y esperanza, algo que en este mundo parece una reliquia pero que aún mantiene como si fueran tesoros. —levanté mi cabeza en la oscuridad y vi a Sergio dormido con medio cuerpo fuera del saco de dormir y temblando.

Cerré la libreta y me levanté del árbol en el que estaba apoyada

—Eh... chico, ponte dentro del saco. No vaya a ser que te resfríes. 

Me acerqué y lo desperté ligeramente, el chico solo se metió en el saco y se acurrucó. Estaba muerto de frío. Guardé la libreta en mi mochila y cerré los ojos. Durmiendo poco a poco. 

Dos Pasos al InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora