CAPÍTULO TREINTA: LA HISTORIA QUE NO FUE CONTADA

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Una vez amé, así como todos lo cuentan,

Un amor que me hizo sentir feliz y luego me destruyó

Hizo mi corazón pedazos y luego se fue, arrebatándome lo único que me quedaba.

El amor me destruyó y el odio me hizo renacer.

— ¡Mi señor! —dijeron ni bien el Dios puso un pie en el templo, quitó los rizos que caían en su frente y se apresuró a entrar a la habitación donde estaba el bebé, vio a las doncellas inclinar su rostro en su dirección y luego a los guardianes bajar sus espadas y abrir la puerta. Pasó saliva e ingresó a la habitación notando los colores vivos, el olor a la naturaleza y el sonido del río. Todo para él, y para que lo mantuvieran muy lejos de ahí.

—Hola Tayron —susurró y el pequeño rubio levantó la mirada soltando una risita, mostrando su falta de dientes. Tenía apenas dos años, había pedido la ayuda para que esa habitación fuera especial y el niño no creciera, se mantuviera pequeño, a él no le convenía que ella pudiera sentirlo y saber que existía—. Me han dicho que has estado hecho el rebelde, ¿Qué sucede?

El pequeño arrugó su boquita y estiró sus brazos para que lo tomara, así que Apolo con cuidado se acercó envolviendo sus manos alrededor del delgado cuerpo del niño, éste con rapidez envolvió sus deditos y recostó su cabeza en su hombro bostezando. Era su réplica pero le avergonzaba decir que era su hijo, y se arrepentía de lo que había hecho, pero era tarde para arrepentimientos, el mal ya estaba hecho.

—Creces tan lento pequeño hijo, ¿te tratan bien aquí? —inquirió sabiendo que no obtendría ninguna respuesta y se odió, pero ahora criaturas inocentes estaban en peligro y sacar a su hijo de ahí no sería una buena idea. Caminó hacia el pequeño río y se sentó bajo un árbol con su hijo en brazos, el pequeño refregó su rostro y soltó una carcajada al ver saltar los peces para después volver a zambullirse, quiso ir ahí y no se lo impidió. Se despojó de su ropa e ingresó manteniendo al niño en sus brazos para que solo se mojara hasta sus hombros y ver aquella sonrisita en esa boquita preciosa—. Tu madre daría mucho por tenerte en sus brazos, por haberte visto crecer y ver aquellos ojos brillar. ¿Algún día me perdonaras, Tayron?

Después de salir del río regresaron, lo cambió y se recostó a su lado viéndolo dormir sujetando su mano. Acarició las pequeñas pecas que tenía en su nariz y en su cuerpo, contó los lunares y acarició los pequeños rizos rubios para después besar sus deditos. Le fue imposible no recordar, aún más cuando en su pecho llevaba aquella carga tan pesada.

Artemis atenía razón y él apoyó cada plan que tuvo, cada día y ambos la llevaron acabo. Cuando vieron a sus hijos correr de un lado a otro, demostrar fuerza, amor por las tierras, la naturaleza y la vida, supieron que había sido una buena idea. Era inteligentes y con el alma de líder, los vieron tomar sus tierras, crear sus aldeas y alzarse como Dioses, pero ignoraron sus ataques, las muertes que se llevaron y el poco control que tuvieron.

Por años tuvieron que guiarlos para que tomaran una decisión adecuada, para que controlaran su poder y lo utilizaran de buena manera, ambos Dioses querían protegerlos porque habían salido de ellos, y ya en el pasado sus padres se habían equivocado con los humanos, ellos no cometerían ese error. Aquellas criaturas a las que llamaron hijos, esas inteligentes y fuertes ahora eran atacadas, matadas y muchos de ellos inocentes, perdiendo cachorros y perdiéndose ellos mismos. Artemisa estaba furiosa, pero estaba vez él sé que se movió fue Apolo, quiso arreglar y alejar a los humanos que querían acabar con su magnífica obra, con sus hombres perfectos. Con su redención.

LA CAPERUZA DEL LOBO © (I HDH)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora