CAPÍTULO DIECISIETE: VERDADES QUE MATAN

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Dicen que en el bosque se esconde la criatura más peligrosa,

Dicen que tiene unos colmillos grandes, unos manchados de sangre.

Algunos dicen que es grande y que sus garras pueden matarte,

Pero otro dicen que la criatura más peligrosa se encuentra cazando a los lobos.

La hija mayor de Mailes se colocó la camisa gris y la abotonó, para después atarse su cabello y ocultarlo en un gorro del mismo color. Cuando estuvo lista, evadió a las doncellas y caminó en dirección a la biblioteca que había visto cuando había llegado, sabía que el rey mantenía magia negra en su reino, pero necesitaba averiguar tantas cosas, y sabía que su familia no diría nada e incluso su madre, quien le temía a su padre.

La joven empujó la puerta y apretó la vela que había robado. Caminó con lentitud, alumbrando el camino y los libros empolvados, buscando el indicado. Cuando vio uno grueso con las palabras "Tierras santas" su corazón magulló con fuerza su pecho, y sin pensarlo dos veces, lo tomó y caminó hacia una esquina, donde nadie se daría cuenta que estaba ahí.

Abrió el libro y sus ojos cayeron en el dibujo de la primera imagen, ahí donde aparecían dos jóvenes atractivos y de sonrisa afable. Hombre y mujer, ella con el cabello oscuro y llevando en sus manos un arco y flechas, sus ojos puestos en el horizonte mientras él la veía. Su cabello dorado y ondeado caía con gracia en sus hombros, haciendo juego con el color miel de sus ojos, llevaba su torso desnudo y en sus manos llevaba una espada dorada, que brillaba a simple vista. Abajó de esto estaba escrito con gracia.

Porque los hermanos reinan, porque ella lo acompañará en cada aventura. Porque su mundo cayó y necesitan empezar de cero.

Artemisa y Apolo.

—No deberías estar aquí y mucho menos leyendo eso, Liana —se sorprendió al escuchar la voz de su madre, rápidamente cerró el libro y se puso de pie con la cabeza agacha.

—Madre —se disculpó y ésta tomó el libro de sus manos y lo colocó en su lugar—. Yo...

—Si tu padre te hubiera dicho, estoy segura que no siguieras de pie —la reprendió viéndola fijamente—. Otra vez te has escapado, Liana. ¿Por qué lo haces?

—Tú sabes que lo que padre hace está mal, pero aun así te quedas callada.

—Es el deber de ser esposa, cuando te cases lo entenderás.

—Si debo tapar las injusticias de mi esposo, entonces espero no casarme —siseó la muchacha y su madre levantó la mano estampándola en la mejilla de la joven. Ella avergonzada y molesta apretó los labios, bajando la mirada.

—Eres muy joven para entenderlo, e incluso de corazón noble. Es mejor que estés lista, en poco tiempo tu padre te buscará marido y veamos si tienes el mismo concepto, querida —vio las lágrimas en los ojos de su madre, pero esta vez no fue tras ella. Solo se quedó de pie ahí, aguantando las ganas de llorar.

Nunca se sintió parte de su familia, no tuve el amor de sus padres, su único consuelo fue que Odell estuviera ahí siempre, cuidándola de todos y enseñándole sobre cómo defenderse. Tuvo su cariño y con los años lo demás no le importó, aunque siendo joven se planteó por qué su padre prefería pasar más tiempo con su prima, aunque su madre solía decirle que era porque Lia era huérfana, no terminó de comprenderlo.

LA CAPERUZA DEL LOBO © (I HDH)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora