CAPÍTULO TREINTA Y OCHO: EL FAVOR DE RUMPEL

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Luna no había podido dormir en toda la semana, seguía ocultándose en su habitación y salí a caminar cuando todos dormían o eso creía. Ninguna raza se había ido, al contrario, todos luchaban entre sí, peleando y otros ideaban planes de ataque. No había visto muchas veces a Gorkan, siempre de lejos y solo había obtenido un asentamiento de cabeza, estaba muy ocupado, él trataba de proteger su hogar, su gente y Luna lo entendía muy bien.

A Mireia la vio pocas veces y en esas había pasado a saludar, la hembra también entrenaba con la hermana de los de Hierro, al que no había visto fue al hermano ultimo lo único que escuchaba eran sus gritos en la madrugada, los rumores decían que había quedado mal herido y otros: que había perdido la belleza. ¿Qué rumor hacer caso? Ya no se podía creer en nada. La joven quería huir de esas tierras, quería empezar de cero pero su gran amor hacia Gorkan la estancaba en aquel lugar donde no la querían.

La muchacha miró el cielo e hizo una mueca viendo que pronto llovería. Últimamente hacía mucho frío, incluso aquellas criaturas empezaban abrigarse porque el calor de su cuerpo no era suficiente, había escuchado algunos osos decir que no eran buenos augurios, que lo que se acercaba era de temer.

Tomó el abrigo blanco de piel que le habían dado hace unos dios y se colocó en sus hombros para después abrazarse a él y salir de su habitación, recorrió el amplio pasillo tratando de hacer el menos silencio posible, así que logró escapar del castillo por la cocina y luego recorrió el bosque hasta que pudo ver el riachuelo cerca, una sonrisa tiró de sus labios y se sentó en una de las piedras observando la belleza de esas tierras, como la naturaleza se inclinaba hacia su líder lobo, como florecía y brillaba mostrándole respeto.

—Es peligroso que salgas, ¿Qué haces aquí? —La joven se sobresaltó al escuchar la voz dura de Gorkan, se puso de pie de inmediato llevándose la mano al pecho tratando de calmar los latidos de su corazón—. Pueden herirte.

—Yo necesitaba salir, me siento presa en aquellas paredes.

—Es por tu protección, Liana.

—Luna, por favor llámame Luna —Gorkan la miró y segundos después asintió sentándose a su lado—. ¿Acabas de llegar?

—Sí, estuve viendo la entrada principal...está destrozada —hizo una mueca que lo hizo ver aterrador, la muchacha trató de alejar el miedo pero cuando Gorkan movió la nariz recogió el aroma—. No voy hacerte nada, ¿Por qué me temes?

—Yo le temo a todo, Gorkan —murmuró la joven en voz baja viendo el río—. Desde lo que sucedió eso, las pesadillas me han tomado cautiva y ahora todo me causa miedo. ¿Qué puedo hacer ante eso?

—Luchar —murmuró en voz baja—. Toma una espada y lucha contra ellas, muéstrales que tú eres más fuerte, que puedes vencerlas. No dejes que los malos sueños te alejen de la realidad.

— ¿Y si en la realidad las pesadillas cobran sentido?

—Ya sabrás como derrotarlas —finalizó mirándola—. Mailes sigue encerrado, no quiere dar la dirección exacta de donde se encuentra la caperuza, ¿Tú tienes idea de donde puede estar?

—Creí conocer a mi prima por mucho tiempo, pero me equivoqué —tartamudeó y Gorkan apretó los labios—. La venganza terminará por consumirte el corazón.

—Y es que yo no sé si aún lo tenga —siseó poniéndose de pie y Luna lo imitó—. Debo vengar a mi familia, debo matarla y recién podré descansar.

— ¿Podrás tener tu final feliz? —la joven retorció sus dedos nerviosa, Gorkan la miró y una sonrisa triste tiró de sus labios, ¿Lo tendría? ¿Alguien que llevaba las manos bañadas de sangre? ¿Tendría su final feliz?

LA CAPERUZA DEL LOBO © (I HDH)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora