CAPÍTULO TREINTA Y CINCO: LOS MUERTOS NO REGRESAN

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Un pueblo ha caído,

Los bombos suenan para despedir a los caídos,

Todos lloran a los guerreros perdidos, todos rezan por aquel mal que los atacó.

Todos se miran viendo sus heridas, el dolor en su mirada y la perdida.

¿Se puede avanzar cuando tus creencias, tus tierras y tu vida han sido arrancadas y pisoteada?

Fuego bajó la mirada viendo la herida que se extendía desde su pecho hasta su cadera, observó las tres líneas de donde salía sangre y el dolor se hizo presente, se sintió mareado y la poca fuerza que le quedaba la iba perdiendo, levantó la mirada encontrándose con los ojos del que consideró su amigo toda la vida, su compañero y hermano, quien lo ayudó a salir del mismo infierno y lo volvió a lanzar allí, como si su vida no importara.

Quería pensar que la herida en su pecho dolía más, pero mentiría, le dolía más la traición de Elihan, esa había calado en lo más profundo de su ser y lo odió. Como no tenía idea. Fuego volvió a levantar la mirada viendo al que fue su compañero convertirse lentamente, sus ojos reflejaban culpabilidad, incluso había empezado a llorar para después acercarse, el lobo retrocedió con la poca fuerza que le quedaba, no iba a rogarle por su vida, si quería matarlo como un fiel guerrero lobo moriría pero regresaría del infierno para hacerle pagar.

—Tú tienes más poder que cualquiera, pero lo rechazas —le dijo el sanador inclinándose, sin querer ver la gran herida que había provocado en el lobo—. Si aceptaras quien eres, esa herida no sería nada, y tú gobernarías, ¿no estás cansado de seguir las órdenes de los de Hierro?

—A diferencia de ti, yo si se dónde pertenezco —con dificultad terminó la oración, después de largos segundos añadió con la voz ronca—. Soy un guerrero lobo, sin corona y sin trono, soy hijo de nadie y nací para proteger a los de Hierro.

—Ese siempre fue tu error, querido amigo —señaló el sanador poniéndose de pie, sus ojos viajaron por todos los cuerpos humanos muertos, por las criaturas heridas y otras siguiendo luchando, aun cuando su vida se les iría ahí—. Prepárate, porque esto no es nada a lo que se viene, muchos quieren reclamar tronos y otros deben dejarlos.

— ¡Eres un cobarde! ¡Una vergüenza para la raza! —El sanador apretó con fuerza los ojos cuando escuchó la voz rota de Eireny la hermana de Fuego, la vio sostener con fuerza el arco y la flecha, era una guerrera valiente y fuerte, nunca se dejaría caer aun cuando su corazón estaba roto—. ¡Tu cabeza he de tener! ¿Cómo has podido hacer esto? ¡Como!

—Yo nací para algo grande pequeña Eireny, igual que tú y tus hermanos, pero yo tengo la valentía de ir tras ello —se giró empezando a caminar en dirección a la entrada de tierras santas, a la entrada del que fue por mucho tiempo sus tierras, pero cuando iba a cruzar un gemido brotó de su garganta. Tartamudeó llevándose la mano al pecho viendo la flecha atravesada, giró el rostro y vio a la guerrera con el arco en mano, una sonrisa en los labios mientras sus ojos lloraban. Cayó de rodillas pero con la poca fuerza que le quedaba desapareció de ahí, moviendo los dedos y cayendo al suelo en la que se había convertido su casa, escuchando los gritos a su alrededor.

Eireny apretó su pecho con fuerza porque dispararle a él fue una daga en su corazón, porque él fue su hermano, siempre lo consideró así pero esta traición había matado a muchos, había acabado con la esperanza y la libertad, y ahora en sus brazos tenía a un inconsciente Fuego que había sido atacado, gritó pidiendo ayuda, desesperada porque ya había perdido un hermano, no perdería a otro.

Sigurd gruñó enterrando las garras en el cuello del hombro, las retiró con lentitud viendo como la luz se iba de estos, escuchó gritos y luego el bombo que avisaba que los humanos se retiraban como los cobardes que eran. Escuchó a su pueblo gritar, diciendo que aquellos invasores habían huido pero no pudo compartir la felicidad, porque mirara donde mirara veía muerte, destruición y su castillo hecho trizas. Vio a sus amigos caer muertos, vio a guerreros caer heridos y también vio a los más fuertes irse al lado contrario, convirtiéndose en enemigos y luchando por una causa perdida.

LA CAPERUZA DEL LOBO © (I HDH)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora