EL CUENTO DEL SOL QUE NUNCA SE CONTÓ

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Sus grandes ojos oscuros brillan bajo el manto de la noche, iluminan el camino y luego la muchacha rompe en lágrimas que han sido acumuladas por horas desde que escapó de aquella pesadilla. Su cuerpo arde, duele y ya perdió la cuenta de las veces que ha caído al suelo por el dolor, busca por aquel camino a sus padres; a sus hermanos o alguien que le diga que no está sola, que las criaturas se han ido. No llora, no grita y mucho menos siente miedo, solo quiere salir de la oscuridad y buscar aquellos brazos que le dan calor.

La pequeña no entiende porque está ahí, tampoco entiende el dolor en su pecho que le quita la respiración, pero solo debe presionar ahí con fuerza y recordar la voz de su madre para que deje de doler.

Artemia cae de rodillas, gime al ver aquel color en sus rodillas, lleva sus dedos ahí y termina llorando por el dolor, aunque muy en el fondo la pequeña sabe que el llanto no es por la herida, sino porque se siente perdida. Se pone de pie, da unos pasos más y vuelve a caer al suelo, esta vez se lastima más y solloza el nombre de su madre, pero ella no acude.

¿Dónde está su madre? ¿Y su padre?

Grita su nombre, pero el bosque la imita, burlándose de su sufrimiento y la pequeña termina escondiendo su rostro entre sus piernas sintiendo frío, dolor y miedo.

Hay pasos en la oscuridad, se escuchan más cerca y ya tiene cuidado. Se esconde, oculta su rostro entre sus manos lastimadas, cuenta hasta diez y levanta la mirada, sigue ahí, en el mismo lugar completamente sola. ¿Por qué sus padres no llegan? Mira alrededor confundida, los colores vivos del bosque ahora son oscuros; macabros y tiene mucho miedo, aún más porque sabe que el bosque oculta secretos. Vuelve a escuchar pasos, esta vez se pone de pie y empieza a correr, la están siguiendo, puede escuchar las patas contra la tierra con ímpetu. Como si aquel que la sigue pesara mucho, tanto que provoca que la tierra se sacuda con violencia provocando más de una caída en ella.

Cae nuevamente, se arrastra hasta el viejo árbol y llora temiendo lo peor, esta vez siente desconfianza, siente el dolor en su pecho y en sus rodillas. Abre los ojos, pero las lágrimas nublan su vista y ya no sabe lo que ve, pero siente que es algo malo. Susurran el nombre de su madre, pero a los segundos su voz se corta. Está ahí, de pie, con unos grandes ojos azules brillantes y unos colmillos afilados. No es bueno. No lo es.

Puede escuchar los latidos de su corazón y como su alma se desprende para huir de las garras del lobo. Se estira, trata de huir, pero no hay tiempo. El lobo la ha capturado.


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LA CAPERUZA DEL LOBO © (I HDH)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora