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- Deja eso por un momento y come algo, señor.

- Solo un segundo -, protestó MingJue entre dientes, pasando otra página del extenso informe.

Meng Yao depositó la bandeja encima de la mesa adyacente y rodeó el escritorio de su jefe. Silenciosamente, estiró un brazo por encima del hombro del líder Nie y agarró los pliegos por una punta.

- ¡Qué demon...! – rugió Nie MingJue, girando en el asiento cuando su informe fue hurtado; pero ya el omega se alejaba hacia el otro lado de la mesa -. Meng Yao...

- El informe seguirá aquí en media hora -, replicó el joven sin inmutarse por la furibunda mirada que el hombre mayor le dirigía y dejando los papeles en su propio buró, tomó el almuerzo de su jefe para ponérselo delante. – Come, señor. Estás despierto desde las cuatro de la mañana, entrenaste durante cinco horas y llevas desde entonces encerrado en esta oficina. Necesitas comer si esperas mantener este ritmo.

El líder de la Secta QingheNie se disponía a expulsar a su ayudante en forma muy poco educada cuando el olor de la comida inundó sus fosas nasales y su estómago rugió como una bestia salvaje. Con un gruñido, se dejó caer nuevamente en la silla y atrajo hacia sí las vasijas, olisqueando en el aire como un animal hambriento. En realidad, estaba famélico. Normalmente, podía pasar horas, y hasta días, sin comer – como cualquier cultivador de respeto que ya hubiese practicado la inedia – pero cuando al trabajo sumaba la ansiedad, su cuerpo demandaba alimentos reales y no solo energía espiritual. Además, últimamente las comidas tenían un olor más llamativo y un sabor... interesante.

- ¿Tú lo cocinaste? – inquirió con la boca llena MingJue.

- Solo le añadí un poco más de salsa y unas gotas de aceite y pimienta -, confesó el omega.

- Realmente tienes muchos talentos.

Meng Yao se mordió el labio inferior e inclinó más la cabeza sobre su propio cuenco de arroz, ignorando el impulso de bromear acerca de sus otros talentos que el líder Nie se negaba a querer comprobar. Aunque ChiFeng-Zun era bastante liberal en cuanto a las normas de protocolo, el omega sospechaba que un chiste que se refiriera a su inicial función al ser obsequiado no tendría una buena acogida por parte del rudo cultivador.

- ¿Algún motivo en especial por el que quieras leerte todos esos informes en un día, señor? – inquirió el jovencito, optando por concentrarse en un tema serio y seguro.

- Tengo que viajar en tres días -, informó Nie MingJue después de vaciar un vaso de agua.

Meng Yao se puso en pie y diligentemente, rellenó el vaso de su patrón antes de empezar a recoger los platos.

- ¿Estarás fuera mucho tiempo? – siguió preguntando con tono casual.

- Una semana tal vez. Quiero dejar todos los negocios de la Secta lo mejor organizados posibles para que HuaiSang no forme embrollos.

- El joven amo Nie es inteligente, señor.

- No dudo de su inteligencia, sino de su dedicación. Y de su capacidad para resistir a los caprichos de esa bailarina que es su amante.

Meng Yao esbozó una leve sonrisa cuando terminó de apilar la vajilla encima de la bandeja. ChiFeng-Zun era un hombre difícil de entender y de complacer: no le atraían los hombres; pero las mujeres no merecían su confianza.

- Solo he escuchado buenas opiniones de la señorita Fei Xing -, comentó con dulzura.

- Baila bien -, se encogió de hombros Nie MingJue al tiempo que se ponía en pie y daba unos pasos por el estudio.

TIĀNTÁNG ZHĪ HUĀ (Flores del Paraíso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora