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– ¡¿Por qué demonios aceptaste?! ¡Se supone que fuiste a negociar con ellos, no a aceptar obsequios de Jin GuangShan!

– Hermano, parte de hacer negocios consiste en dar y recibir obsequios -, se atrevió a recordarle el joven, sacudiendo la cabeza con suavidad.

El líder de la Secta QingheNie giró a mitad de su camino a la ventana. Su larga coleta ondeó a su alrededor casi agresivamente cuando quedó frente a su hermano menor.

Comparado con los otros líderes, que rondaban la cuarentena, Nie MingJue podía considerarse demasiado joven a sus 28 años; no obstante, su elevada estatura y musculosa anatomía, unidas a su ceño constantemente fruncido, le hacían parecer mayor. Como siempre, usaba las ropas oscuras de su Secta, lo cual solo acentuaba su continente rudo e inaccesible.

Al contar con la atención de su hermano mayor, Nie HuaiSang desvió la mirada y se abanicó nerviosamente durante unos minutos.

– Pues, ¿por qué no te dio uno de esos inútiles abanicos que tanto te gustan? – gruñó Nie MingJue.

– Eh... me regaló un juego completo.

– ¡Entonces, sí que pudiste rechazar el otro obsequio, chiquillo!

– Pero es que...! – exclamó HuaiSang poniéndose en pie; pero se interrumpió, vacilando. Como su hermano lo observara con interés, se humedeció los labios y continuó: – Ese obsequio es para ti, hermano mayor.

Las facciones de Nie MingJue pasaron de expresar cólera al más absoluto desconcierto. Su mirada oscura fue del joven a la puerta varias veces para finalmente quedarse fija en HuaiSang.

– ¿Para qué querría yo una de esas... esas...?

– Flores del paraíso -, sugirió su hermano menor, con dulzura -. Es el nombre que reciben. Creo que deberías de ir a verle antes de tomar una decisión. De cualquier modo, permíteme señalar que sería una descortesía devolver un obsequio de otro líder. Jin GuangShan podría sentir que le desprecias. Estoy seguro de que no devolverías un obsequio de Jiang FengMian o Lan Qiren.

– Ni Jiang FengMian ni Lan Qiren me regalarían una prostituta.

– Probablemente porque ni en Gusu ni en Yunmeng existe alguna digna de ser obsequiada a un líder de Secta. Ve a verle, ¿sí? Lo menos que puedes hacer es echarle un vistazo.

Nie MingJue se balanceó en sus pies adelante y atrás.

Su hermano menor apretó los labios y se dirigió a la puerta lateral de la estancia. Sin esperar una reacción del mayor, abrió y pasó al otro lado. Luego de unos minutos, el líder Nie le siguió, todavía frunciendo el ceño.

En medio de la estancia, encima de una esterilla roja, se encontraba una persona arrodillada. Un amplio velo blanco, profusamente bordado en oro, le cubría hasta el regazo, descubriendo las finas manos cruzadas encima de los muslos. La seda blanca y roja del vestido se abría ligeramente en torno a su posición, imitando la corola de una flor. No cabía duda de que cada detalle había sido dispuesto de forma intencional: desde los pliegues del velo hasta la forma en que los delicados dedos adornados por anillos de filigrana dorada se mantenían inmóviles.

Nie HuaiSang rodeó a la persona y tomando el velo con ambas manos, dijo, de modo teatral:

– Da ge, te presento a Bái Sháo Yào* .

Nie MingJue casi se atragantó con su propia respiración. Al retirarse, el velo había dejado a la vista el torso esbelto y delgado, un cuello elegante y blanco y un rostro de facciones agraciadas y suaves. El cabello oscuro estaba recogido en un intrincado diseño de finas trenzas que se agrupaban en lo alto de la cabeza, rodeadas por una tiara de oro mientras tres alfileres con flores de pedrería colgando atravesaban el cabello. Al tener los ojos bajos, era posible apreciar las largas pestañas curvas y las líneas de kohl que extendían la curva de los ojos rasgados. Los labios habían sido pintados de un suave tono rosa, contrario al rojo generalmente empleado por las prostitutas.

TIĀNTÁNG ZHĪ HUĀ (Flores del Paraíso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora