Día 0

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Eren miraba su maleta con desaprobación, muchas veces había soñado con hacer un viaje inolvidable y cumplir ciertos requisitos de cosas que jamás había hecho, como ir a la
playa o nadar desnudo en una piscina. Su madre unos años atrás se lo había prometido y sin embargo sus palabras quedaron solo en su memoria cuando cubrieron el cajón con tierra. Tal vez, esa era una de las razones por la cual había decidido a salir de su pequeña burbuja y decirle a su padre que ese año, lo pasaría como él quería.

Había muchas cosas que a Eren le había costado asimilar, como el porqué de no poder disfrutar una adolescencia normal como todos los demás, hospitales, estudios en casa,
leves dolores de cabeza y articulaciones, pérdida de peso y de cabello, más hospitales, más tratamientos y el maldito encierro en esas cuatro paredes. Lo sabía, se estaba agotando en extremo y aún no había podido descubrir lo que se sentía tener arena entre sus pantalones.
Luego llegó la muerte de su madre, fue un accidente automovilístico que lo lanzó al vacío, sintió que se derrumbaba completamente después de la pérdida. Ella era la que más había estado junto a él y su tratamiento, siempre pasaba por su habitación a darle palabras de aliento que en ese momento las necesitaba, abrazos y besos en la frente que lo hacían sentir protegido, su padre vino a vivir con él, cuando dos años atrás su madre falleció.
Por eso, el hecho de que el tratamiento ya no sea efectivo hizo que Eren replanteara su situación, un año de vida como máximo. Primero había llorado, luego se había enojado y más adelante con una sonrisa le avisó a su padre que se iría de casa. Grisha hizo todo lo posible por mantenerlo con él, pero la decisión ya estaba tomada. Disfrutaría hasta el final.

Volvió a mirar su maleta y suspiró, ¿No sería demasiado? No tenía una lista de cosas que quisiera hacer, bueno tal vez sí, pero creían que eran demasiadas y algunas casi imposibles. Levi, su vecino y único amigo, se había emocionado con la idea de pasar sus vacaciones lejos de todo y enseguida lo siguió en aquella locura. Claro que no le había dicho que el tratamiento ya no funcionaba y tampoco lo que había comentado el médico. Porque todos sus conocidos habían reaccionado igual y no quería imaginarse a su vecino en aquella situación.
Nunca le había gustado que las personas lo miraran así o que lo trataran diferente a los demás, seguía siendo un adolescente que le gustaba mirar porno y robar la pizza sobrante del refrigerador. Sí, tal vez no conocería lo que era formar una familia o trabajar siquiera, y aunque al principio había entrado en una depresión bastante grande, supo que no serviría de nada quedarse en cuclillas en la madrugada y llorar hasta que el sol volviese a salir, lo aceptaba, lo había aceptado desde que habían cruzado las puertas del hospital y no se quedaría allí para ver como los demás lamentaban algo por lo cual no estaban pasando.

–¿Qué tanto tienes ahí?–. La voz de Levi lo hizo brincar del susto, llevó una mano hacia su pecho y lo miró con una sonrisa –me parece muy interesante la ropa que llevas allí. He puesto más de lo necesario en la mía.

–¿En serio?– tal vez su locura era algo que ambos querían compartir.

–Demonios sí, dijiste que tenías una lista, tengo mi camioneta con tres maletas diferentes, mis ahorros y mis tarjetas ya están listas para explotar.

–Mis ahorros también lo están– Eren pasó la mano por su cabello varias veces antes de cerrar la maleta –¿Crees que en algún momento quedemos en un lugar solitario y
tendremos que comportarnos como caníbales?

Levi le sonrió y asintió reiteradas veces.

–También lo creo. Y condones, por si encuentras a alguien caliente con quien pasar el rato.

–Levi, el viaje es para conocer, no para acostarme con cualquiera.

El más bajo levantó sus hombros mientras le restaba importancia.

–Yo lo hice.

–¿Piensas abandonarme por un rubio fornido durante nuestras vacaciones?

–Tal vez.

Eren tomó sus maletas y Levi le ayudó a cargarlas mientras reían, el castaño nunca lo diría pero el hecho de poder viajar con él lo traía demasiado nervioso y extasiado.

Cuando Eren se mudó a la ciudad había abandonado cualquier rastro de pasado que había vivido, decidido a que no quería volver a formar alguna amistad con absolutamente nadie, no para que luego esas personas lo extrañaran. Pero el destino fue el detonador, cuando al bajar del auto, lo primero que sintió fue un pelotazo en su cabeza, seguido por una risa contagiosa y un perdón, demasiado gracioso.
Recordaba haberlo mirado bastante molesto, pero sus palabras se habían atorado en su garganta en cuanto lo vio. Levi llevaba una camiseta blanca con unos pantalones bastante cortos, el cabello negro despeinado y una sonrisa que hubiese derretido a cualquiera. No le había contestado, pero si le había devuelto el balón sintiendo sus manos demasiado temblorosas como para ser verdad.
Su segundo encuentro fue cuando Kenny y él hicieron su aparición en la puerta principal, llevando consigo una tarta de chocolate de bienvenida y ambos fueron invitados por su madre a cenar. Descubrió que Levi tenía la manía de morderse el labio inferior antes de contestar alguna pregunta y que, aunque él se había puesto reacio a dirigir palabra alguna cuando estuvieron sentados en el sillón de la casa, el azabache no le había dado descanso. Entonces, empezaron los mensajes a través de sus ventanas, las cruzadas nocturnas cuando ninguno de ellos podía dormir, los llamados y más adelante
las invitaciones a reuniones y fiestas que él rechazaba continuamente.
Cuando Eren pronunció la palabra cáncer, estaban sentados mirando un maratón de The Walking Dead, Levi había dejado de masticar la pizza y lo había mirado de soslayo y cuando el castaño le comentó que últimamente se sentía muy cansado, el azabache solo le contestó con un “que puta mierda” que Eren había agradecido.
Cuando ya llevaban un año juntos, las cosas cambiaron drásticamente para el castaño, porque él se sentía demasiado avergonzado de mirarlo a la cara después de una noche de haberse masturbado pensando en él, sabía que posiblemente estaba confundido, después de todo, era la única persona de su edad con la que tenía contacto, pero las cosas no solo pasaron a ello, sino que comenzó a tratar de verse mejor cada vez que Levi se acercaba, cada vez que le hablaba, se emocionaba con el solo hecho de que entrara a su habitación por las noches, porque allí era cuando disfrutaba el olor de perfume, jabón y tabaco que desprendía, se había hecho adicto a sus sonrisas cómplices, del brillo que tenían sus ojos y de su voz profunda. Le gustaba cuando sus manos se rozaban y allí estaban las palabras que siempre había temido decir: estaba enamorado.

Las maletas fueron acomodadas en la camioneta y un poco empujadas para que entraran todas, Levi no dejaba de hablar y de preguntarle qué era lo primero que harían.
Su padre había salido a despedirlo con una sonrisa algo forzada y casi se derrumba en lágrimas cuando lo abrazó.

–Si realmente sientes que ya es suficiente, vuelve a casa. ¿De acuerdo?

–Sí papá.

No quiso mirarlo cuando avanzó hacia el azabache y luego se metía en la camioneta, no quería mirar hacia atrás, no ahora.

–Adiós Grisha, cuidaré de Eren no se preocupe.

Levi había sacado su cabeza y su brazo para despedirse de su padre y eso lo hizo sentirse un poco culpable, hizo lo mismo agregando una sonrisa lo más sincera que podría llegar a ser.

–¡Adiós papá!, ¡te mantendré informado no te preocupes!

Cuando arrancaron y se dirigieron a la ruta principal, Eren ya tenía en sus manos su pequeña lista, Levi lo miró con una sonrisa y luego alegremente le habló.

–¡A tus órdenes mocoso!

Sí, no se equivocaba, esa sería la experiencia más hermosa que tendría en su vida.

El último viaje (Riren) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora