Capitulo 15

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Sus ojos se aguaron y paso a paso fue acercándose en silencio hasta topar con la cama, en la cual se encontraba él postrado, derramando lágrimas pues se veía un cuerpo gravemente herido.

-Lo siento tanto Jean... -exclamó la azabache con un nudo en su garganta, apoyando la frente en su pecho pudiendo sentir una respiración apenas perceptible.
-Mikasa -un susurro-
-¡Jean ¿por qué lo hiciste?!
-Perdóname -posando la mano sobre su rostro con un gran esfuerzo- aún que fue lo mejor que me pudo pasar, tenerte conmigo, conocerte, sentirte tan cerca... probar tus labios -sonrisa-.
-Basta Jean... por favor, esto no es una despedida, no lo es... -agachando la mirada-.
-Quería verte una última vez y aquí estás.
-Voy a cuidarte
-Solo te pido que no me guardes rencor.
-No Jean, nunca lo haré..

Una sonrisa se dibujó en el rostro del castaño, su mano cayó y sus ojos se cerraron.
La pelinegra se recostó unos momentos en su pecho sintiendo la aún calidez de su cuerpo.
Poco después entró Hanji junto con dos personas dispuestos a llevarse el cuerpo, pidiendo a La azabache que se retirara para poder proceder.
Ella asintió y salió, caminaba por inercia, sus pies dirigían la dirección mientras su mente luchaba por asimilar lo sucedido pues a pesar de los errores que había cometido Jean ella le tenía una gran estima, sabía que sus sentimientos eran puros luchando por ella hasta el final.

Se detuvo en seco pues la sostuvieron por los hombros, intentó librarse aún con la mirada en el suelo, no tenía interés de lidiar con la presencia de otros. Pero esas manos la volvieron girándola bruscamente y abrazándola. Intentó luchar ante tal atrevimiento pero sus fuerzas cedieron inmediatamente rompiendo en llanto ante tantas emociones que ya no podía manejar, sin importarle quién fuera, solo necesitaba la calidez de esos brazos. Sintió como la cargó acunándola entre sus brazos, se sentía tan bien que solo quería encerrarse en esa protección, manteniendo sus ojos cerrados mientras avanzaba, hasta que fue recostada en una cama abrió sus ojos aún empapados de lágrimas pudiendo ver la ventana la cual atrajo toda su atención, de pronto unos brazos rodearon su cintura y una respiración acarició su oreja. Se paralizó por un instante y en seguida se volvió para al fin encontrarse con quien la había estado consolando sin saber.
Su rostro palideció al toparse con esos ojos verdes que tanto había anhelado traer de vuelta, tocó su rostro al temer que fuera solo un mal juego de su mente, pero sus manos podían palparlo, podía sentir la misma textura que ya tanto conocía.
Él sonrió de lado al notar él escepticismo de la pelinegra, acarició su cabello y chocó su frente con la de ella.

-Aquí estoy Mikasa y no pienso irme de ti mientras tú me quieras aquí.
-Eren.
-Perdóname por irme así, pero no quería lastimarte más, sé que fue cobarde y que no merezco tu perdón pero te juro que no te volveré a fallar.
-Eres un idiota... -derramando una lágrima-.
-Y no lo niego, quizá no te merezca, lo sé, pero dejaré que tú lo decidas. Seré lo que tú quieras y te prometo que sabré responder a lo que necesites.
Puedo sentir como se acelera tu corazón y creo saber por qué es -Ruborizándola- Por que siento que llama al mío, y si es así probablemente aún me ames, aún que sea un poco de lo mucho que yo aún te amo. -acunando su rostro-. Te necesito... -acercándose lentamente hasta posar sus labios sobre los de ella.

Ella correspondió su beso, los anhelaba tanto que los necesitaba de vuelta. La razón le decía que no podía aceptarlo tan fácil después de tanto dolor pero se sentía tan bien tenerlo cerca.
Cada vez el beso de hacía más profundo, las lágrimas brotaban pero no podían alejarse.

-¡Me abandonaste! -dijo Mikasa separándose en un aire de su conciencia-.
-Y me arrepiento Mikasa, me arrepiento de todo el daño que te he hecho, no puedo perdonármelo, pero lo que menos me perdonaría sería no luchar por tí.

Su cuerpo se estremeció y con avidez busco nuevamente esos labios pero ahora con mayor intensidad, sentía rabia y paz al mismo tiempo, descargándolo sobre el cuerpo del ojiverde, tocándolo con desesperación.
Su agitación incrementaba a cada segundo deseosos de ser uno nuevamente.

Eren la giró quedando sobre ella sin dejar de besarla, era algo que no se podía permitir. Tocaba cada parte de su curvilíneo cuerpo, con hambre de fundirse en ella, no había escrúpulos en su tacto y ella lo disfrutaba como ninguna otra vez.
Una a una fueron volando las prendas de los dos.
De un momento a otro se separaron para poder mirar sus rostros.

-Mikasa, ¿Puedo? -rozando ligeramente sus sexos-
¿Quieres ser mía?

La azabache asintió con la cabeza pues lo ansiaba con demasía. El ojiverde no pudo disimular el regocijo mezclado de pasión que le invadió e inmediatamente comenzó a introducirse lentamente, hizo un par de movimientos pero la excitación crecía a cada segundo y sin poder resistirlo la pasión se apoderó de los dos induciéndolos a incrementar la intensidad de cada penetracion. La pelinegra sentía perder el piso, un calor incalculable dando algunos pequeños mordiscos en los hombros y cuello, arañando la espalda de éste sin poder controlar sus instintos provocándole algunos gruñidos que lo extasiaban aún más.
No les importaba nada más que él entregarse el uno al otro, hasta que sucumbieron en un profundo climax.
Permanecieron abrazados unos momentos apreciando cada segundo juntos. Pronto el agotamiento derrotó a la pelinegra quedando en un profundo sueño.
Eren la arropó y la contempló un rato. Después se vistió y salió...

-¡Armin!
-¿Eren?!!

...

Errores del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora