2. PARA, POR FAVOR

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Ha bebido algo más de la cuenta. ¿Qué podía esperar en su propia fiesta de cumpleaños habiendo barra libre?

Y no es el único. Antes de despedirse e irse a su cama (porque sí: por sorprendente que pueda parecer, no ha sido el último en cerrar la fiesta a pesar de ser el protagonista y organizador), algunos de sus compañeros también arrastraban una buena borrachera.

No le preocupa. Todos saben que en la Torre Stark hay habitaciones y camas de sobra para todos. Conocen la planta de alojamiento, y a unas malas siempre pueden rendirse en el primer sillón o sofá que encuentren ante ellos.

Tony es buen anfitrión. Nada quisquilloso con ello.

Mientras, en la oscuridad, se pregunta por qué no dijo que no a esa última copa que Thor le entregó (quizás el "No hay huevos, Stark" tuvo algo que ver), tiene los ojos abiertos y mira al techo, a pesar de que la ausencia de luz no le permite distinguir nada.

Se gira, de costado, intentando dormir. Y está a punto de hacerlo cuando, a través de sus párpados cerrados, siente que se cuela un haz de luz, probablemente de la rendija de la puerta al ser abierta poco a poco.

¿Quién podrá ser?

Le encantaría incorporarse y averiguarlo, pero está demasiado perezoso.
Quizás sea Steve, el cordial y protocolario Steve (aunque hoy ha sido el bailarín ebrio Rogers), que desea darle las buenas noches antes de irse a dormir y darle las gracias por haber organizado una fiesta tan estupenda. O puede que sea Romanoff para informarle de que Banner se ha emocionado demasiado, ha dado paso a Hulk y en esos momentos está dejando los sesos de la cabeza de Scott aka Ant-Man contra la mesa de la sala de estar.

Podría ser cualquiera y a Tony prácticamente le da igual, porque ni se inmuta, ni abre los ojos ni pronuncia palabra alguna.

Nota que la puerta vuelve a cerrarse. Quizás, piensa, alguno de los borrachuzos de sus amigos se ha equivocado de habitación y, al darse cuenta de su error, ha desaparecido por el pasillo.

Sin embargo nota que, a sus espaldas, el colchón se hunde. Alguien se acaba de tumbar a su lado.
La persona que ha abierto la puerta no se ha ido, sino que ha entrado a hurtadillas y se ha metido en su cama.

En su cama. Sin pedir permiso. Sin mediar palabra.

Ahora sí: Tony se gira. Aquello es intolerable. ¿Cómo osa alguien tomarse semejantes confianzas con él?
Aún podría entenderlo si, como le ocurre a Natasha con Bruce, o a Wanda con Visión, él tuviera algún lío con alguno de sus compañeros, pero no es el caso.

¿Quién narices...?

Oh.

Entonces lo huele. Sí. Porque Tony reconocería aquel aroma entremezclado entre un millón.
No sabría describir a qué huele. No usa ninguna fragancia. Es su olor corporal, pudiera ser que mezclado un poco con el champú que debe de usar para lavarse el pelo.

Es Peter.

—Muchacho...

Le oye reírse por lo bajo, y nota por su aliento que tampoco se ha quedado corto a la hora de beber.

—Peter, te has equivocado de habitación—le dice, incómodo y nervioso.

Se gira hacia él, aunque apenas puede distinguir su silueta a través de la luz que emerge tenuemente por la rendija de la puerta.

—Estoy donde quiero estar, señor Stark.

Y lo dice con tal contundencia que, por unos momentos, deja a Tony sin respiración.

Peter ya no es un niño (Starker)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora