3. ESTO NO HA PASADO

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¿Qué hora es?

Tony se despereza en la cama, notando el regusto del alcohol en su boca, la cual tiene tan seca que podría lijar una piedra si la lamiera.

Consulta su reloj de muñeca, ya que las cortinas están echadas y no dejan pasar apenas la luz de fuera.
Las diez de la mañana. No está mal, teniendo en cuenta que la fiesta debió de postergarse hasta altas horas de la madrugada.

Se levanta, quejumbroso, estirándose en cuanto se pone de pie y doliéndose de las caderas.
Se nota que ha cumplido los cincuenta. Aunque se mantiene en forma gracias al gimnasio y a su trabajo como Iron-Man, el tiempo no perdona.

Agarra la cortina y la aparta, dejando entrar la luz.

Y entonces lo ve.

Peter Parker, aún con el traje de la noche anterior puesto, metido bajo las sábanas y durmiendo profundamente.

"¡La madre que me...!"

Echa de nuevo la cortina, deseando no haberle despertado, y oye la respiración acompasada del muchacho que le indica que continúa sumido en su letargo.

Recuerda lo sucedido la noche anterior. Por unos momentos, al despertar, lo había olvidado, pero ver allí al chico le trae los recuerdos del desliz: Peter metiéndose en su cama, sus labios devorando los suyos, la boca del joven lamiendo su miembro erecto...

Nota un escalofrío que le hace que le tiemblen las piernas.

No. Eso no puede estar pasando.

No se ha follado la boca de Peter, como si no hubiera un mañana, hasta correrse en abundancia dentro de ella.

Aquello jamás ha pasado. Tiene que borrarlo de su mente.

Agarra su teléfono y activa la linterna, para así iluminar las zonas precisas de la habitación que necesita ver para poder llevarse ropa limpia y meterse en el baño.

Pensaba ducharse en el de la habitación, pero no quiere despertar a Parker, de manera que sale al pasillo con lentitud, abriendo lentamente la puerta.

Los pasillos están vacíos. Corre por uno de ellos en dirección a otro de los baños de la planta.

Cuando se asea y sale con ropa limpia, se dirige al comedor. Sus robots están haciendo su trabajo, aspirando el suelo y limpiando los desperfectos.
Hay algunos cristales rotos, restos de comida y confeti. ¿Confeti?
Oh, sí, claro. Olvidaba que Pepper se encargó de que no faltara ningún detalle cliché en la fiesta, como la rudimentaria tarta con velas, el confeti y los globos.

Sobre uno de los sofás, Peter Quill duerme despatarrado, con la corbata desabrochada y sosteniendo, aún, un botellín vacío de cerveza.

Por lo demás, no hay ni un alma en la estancia. Tony se figura que algunos deben de haberse ido a sus respectivas casas y otros, seguramente Capi o Natasha, deben de haberse quedado a dormir en las habitaciones de invitados que ya conocen de sobras, y que Tony siempre se asegura de que estén limpias y a punto cuando sabe que va a recibir visitas e intuye que la velada va a retrasarse.

—F.R.I.D.A.Y, desayuno post-fiesta.
Marchando, señor.

Es el protocolo habitual. Cuando sabe que tiene invitados (o, directamente, mucha hambre), su IA activa los robots que se encargan de cocinar para que preparen un elaborado y voluminoso desayuno.

Mientras el resto de robots siguen adecentando la casa (Quill debe de estar tan agotado que ni se inmuta cuando uno de ellos le pasa un trapo por la cara para limpiarle restos de vino), Tony ocupa uno de los sillones reclinables y revisa las últimas noticias a través de su teléfono móvil.
Nada que requiera la presencia de Iron-Man, por el momento.

Tres bandejas repletas de tortitas recién hechas, un par más con tostadas, bandejas con chocolate de untar, mantequilla y mermelada de frutas comienzan a decorar la larga mesa del comedor. También zumo natural, leche y café recién hecho para quien quiera servírselo.

A menos que se despierten muy tarde aunque, en ese caso, sólo tendrá que ordenar que recalienten de nuevo lo que sus invitados rehúsen de degustar a temperatura ambiente.

Se levanta del sofá y se sienta a la mesa. Toma uno de los platos, sirviéndose una tostada, a la que unta mermelada de melocotón con suma tranquilidad.
También suma a su desayuno un par de tortitas, y entre ambas vuelca una generosa capa de chocolate con avellanas.

Sabe que debe mantener la línea, pero un día es un día.

Oye pasos acercándose al comedor. Sólo es cuestión de tiempo que aparezca.

Y así lo hace: Peter se deja ver, con el traje puesto y arrugado, el cabello que la noche anterior lucía pulcro y engominado, ahora se presenta desordenado y sucio. Luce aún su cara de recién despierto y camina descalzo, con los calcetines negros como único impedimento de que sus pies rocen el suelo.

Tony se encoge en su silla, pero da otro mordisco a su tostada, la cual cruje en su boca mediante lo que al genio le parece un sonido demasiado fuerte.
Hace rato que los robots han dejado de trabajar, y el silencio sólo se quiebra con el sonido de su masticación.

—Buenos días.
—Parker—Le mira unos segundos y pronuncia su apellido como saludo.

Saca rápidamente el móvil para fingir que le interesa mucho lo que Twitter tiene que mostrar aquella mañana.

Como siempre, en su cuenta oficial, tiene miles de menciones: algunas, ingenuas, solicitándole entrevistas; otras, insultándole de las formas más crueles y a la vez originales que existen; decenas de ellas son directamente proposiciones sexuales explícitas.

Lo de siempre.

No le afectan especialmente ninguna de ellas, pero esa mañana le interesa muchísimo leerlas a conciencia, actualizando sus menciones.

Todo con tal de no tener que dirigirle la palabra al chico.

Peter se sienta ante él, incómodo. Mira la comida, que aún humea y huele de maravilla, y siente que se le abre el apetito.

—¿Puedo?—Señalando la fuente de las tortitas.

Stark le mira de reojo, masticando.

—Claro, Peter. Está para que te lo comas.

Mierda.

Mierda, mierda y mierda.

¿Por qué ha tenido que decir esa frase con doble sentido? No lo ha hecho a propósito, pero nada más pronunciarlo se ha dado cuenta del error.
Lo último que desea es recordarle a Peter lo que pasó la noche anterior, aunque sería muy ingenuo creer que el muchacho no lo tiene en cuenta.

Aunque ambos estuvieran ebrios, si Tony lo sabe, por consiguiente Peter también.

El chico se sirve dos tortitas y un vaso de zumo de naranja recién exprimido, y comienza a desayunar en silencio.

—¿Y los demás?
—Este...—Señala a Quill, a quien se le escapa algún ronquido de vez en cuando—...me da que dormirá unas cuantas horas más. Y del resto no sé nada. Si están, ya aparecerán.

Está bebiendo de su café, bien cargado, cuando la voz de Peter le corta:

—Señor Stark... Quisiera hablar de lo de anoche.

Tose. Se atraganta un poco. Peter abre los ojos y hace amago de levantarse para ayudarle, pero el mayor extiende la mano en señal de calma, recuperándose.

No. No hace falta que te acerques, Peter. De hecho, Tony desearía que ni siquiera le mirases.

—No hay nada que hablar—tercia, dejando la taza en la mesa.
—Yo... estaba borracho, y...
—Cállate, Peter—le corta, muy serio—. No hay nada que hablar. No pasó nada.
—Pero...
—He dicho que no pasó nada—insiste.

Por si Parker necesitara más pistas, Tony señala con un gesto de cabeza a su tocayo, Peter Quill. Aunque esté dormido, no quiere arriesgarse a que esté escuchando.

Y, qué narices, no piensa mencionar el tema jamás en su vida.

Peter ya no es un niño (Starker)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora