—¡Vamos, señor Stark! ¡Será divertido!
—He dicho que no, Peter.El muchacho aguarda al pie de la escalera que lleva al taller del genio, que se encuentra en esos momentos atareado en una de las mesas de trabajo.
—Llevo días yendo solo a la playa.
—Y te lo pasas bien, ¿no?
—Sí, claro. Ya sabe que disfruto mucho con el surf, pero... me encantaría que usted viniera conmigo.Desde lo sucedido la noche en la que Peter se presentó hecho un flan y muerto de ansiedad en la habitación de Tony, Peter no ha vuelto a sufrir ningún ataque más.
Durmió con Stark una noche más, por prevención, pero a partir de la tercera noche prefirió enfrentarse solo an sus propios pensamientos, prometiéndole al mayor que, si se sentía nervioso, acudiría inmediatamente a su habitación.Por el momento no ha tenido problemas, y ambos lo agradecen. Ya no sólo por el mal trago que saben que se pasa en momentos así, sino porque cada uno, dentro de su fuero interno, sabe que no podrían resistir muchas más noches durmiendo junto al otro sin que pase nada.
Peter tiene mucho miedo al rechazo. Le gusta la relación que mantiene con Tony. Es especial y destila cariño a raudales, y no quiere que otro desliz la ponga a pender de un hilo.
El multimillonario, por su parte, sabe que Peter no rechazaría un acercamiento por su parte, pero sigue castigándose mentalmente por amar y desear a alguien tan joven.Ya no sólo le molesta su propia lucha mental, moral contra sus sentimientos, sino que se pregunta por la opinión pública.
¿Qué dirían los demás? ¿Qué dirían sus amigos? ¿Qué diría su tía?
¿La prensa? ¿Acosarían al muchacho? ¿Se le echarían encima a él, a pesar de que el chico está en edad legal de consentimiento?
No quiere hacerle pasar por algo así. Peter, obviando su doble identidad como Spider-Man, es un chico normal y anónimo, y así debería seguir siendo.
Por ese motivo, aunque pasa tiempo con él y se divierten juntos, ya sea viendo series, jugando al ajedrez o saliendo fuera a comer, intenta pasarse la gran parte del tiempo trabajando, metido en su taller y enfrascándose en proyectos poco ambiciosos pero bastante enrevesados, con el fin de entretenerle lo suficiente.
Mucho está tardando tía May en volver.
Llamó hace unos días, indicando que el estado de su tía abuela no mejoraba y, por el momento, Peter tendría que seguir quedándose en California.
Y ahora tiene al maldito mocoso ahí, de pie en los últimos escalones de su taller, insistiéndole en que vaya con él a la playa.
—Tengo mucho trabajo, Peter.
—¿No vino a Malibú de vacaciones? ¿A desestresarse? ¿Por qué no para de trabajar? ¡Vamos! ¡Será divertido!Lo último que le viene bien a Tony, para seguir resistiéndose a Peter, es tener que verle el bañador.
Si no se puso como una piedra la noche en la que durmió con él, teniéndole semidesnudo, fue porque el estado de ansiedad del chico impedía con creces que en aquellos momentos le pudiera mirar de otra manera.Eso y que se acababa de correr antes de que llamase a la puerta.
La segunda noche, Peter acudió a él con la camiseta del pijama puesta. Siendo el mismo contexto, es decir, dormía con él por la ansiedad, el mayor tampoco encontró ni una razón por la que pudiera ver erótica aquella situación.
Pero Tony sabe que eso no quita que desee sexualmente al muchacho.
—Vamos...—insiste Peter.
Cuando Stark deja sus herramientas en la mesa y echa una mirada reprobatoria al chico, le ve poniendo un gesto de súplica bastante adorable.
Sin duda, el Gato con Botas de Shrek es mucho menos adorable que Peter Parker ahora mismo.
—Oh, yogurín, deja los pucheros—se queja—. No me vas a convencer.
Pero un gemidito del chico, seguido de su labio inferior arrastrándose hacia afuera, hace que Tony flaquee vergonzosamente.
—Porfa...
—¡Está bien, Dios! ¡Eres muy insistente!-Peter sonríe mientras Tony se levanta de la banqueta-. Dame unos minutos para que me ponga el bañador y coja una sombrilla. No quiero que me dé mucho el sol.
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Peter ya no es un niño (Starker)
Fanfiction"Mentiría si dijera que no lleva bastante tiempo pensando en Peter. Y no de la forma en la que lo hacía antes. Aquel muchachito ya no es el tierno niño inocente e incauto de quince años que, empujado por un fuerte sentimiento altruista, quería ayuda...