15. TE QUIERO

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Sudores fríos. Temblores. Dificultad para respirar. Sensación de que el aire no llena sus pulmones. Parece como si el aire pesara como si todo el peso de la misma vida cayera contra él.

Sí. Tony Stark está sufriendo un ataque de ansiedad.

Se revuelve en su cama, en medio de la oscuridad.
Ha perdido la noción del tiempo que lleva sumido en ese estado.

Las lágrimas salen a borbotones de sus ojos, mojando la almohada, haciendo que se sacuda con fuerza mientras, encogido, intenta vagamente calmar sus nervios.

Peter no se ha mostrado muy a favor de salir, tras aquella conversación en la que se han confesado todo. Pero Tony ha insistido tanto, aparentando que se encuentra bien, que el chico ha acabado por salir, llevándose las llaves del coche.

No le ha visto muy contento, pero al menos le ha hecho caso.

Los minutos pasan con dolorosa lentitud. La relatividad del tiempo está jugando con él, retrasando por mil la hora en la que el sol aparezca en el horizonte y le regale un nuevo día.

—Señor Stark.

Se asusta de tal manera que para de sollozar al instante, incorporándose en la cama y mirando hacia la puerta de su habitación, que aquella noche la ha dejado abierta.

Distingue la silueta de Peter, parado bajo el marco e iluminado en contraluz por la luz que la luna y el faro irradian desde el exterior hacia la sala principal.

—¿Cuándo has llegado, Parker?—le pregunta, secándose con rapidez las lágrimas, aunque sigue moqueando por todo el tiempo que lleva llorando.
—Ahora mismo. Siento si no me ha oído entrar.

Tony encendería la luz de no ser porque no tiene el mejor rostro que pudiera presentarle al muchacho. Se nota los ojos hinchados y el rostro entumecido.

—¿No deberías estar con...?
—¿Con Bryan? Sí. Estaba cenando en su casa.
—No... no esperaba que regresaras hoy.

Peter alargó el pie, entrando, y le siguió el otro, caminando hasta quedarse a los pies de la cama de matrimonio de Stark, que seguía sentado mirando su silueta.

—No le mentiré: el chico quería acostarse conmigo, pero no me apetecía. No podía hacerlo, y ya sabe por qué.
—Peter...
—¿Usted me quiere, señor Stark?

La pregunta provoca que el corazón del genio dé un vuelco. Siente que nuevas lágrimas se anegan en sus ojos. Intenta que no caigan, pero las nota rodar irremediablemente por sus mejillas.

—Claro que te quiero, Peter, maldita sea—La voz le tiembla—. Te quiero muchísimo. No estaría pasándolo tan mal si no fuera así.

El muchacho se descalza, y comienza a gatear por la cama, acercándose al mayor, que le observa sorprendido y con el corazón palpitándole en las sienes.

—Peter...
—No quiero seguir así—le dice, acercándose hasta que sus rostros están a un solo palmo.

Pueden sentir la respiración del otro. Tony aún conserva resquicios de la ansiedad que lleva horas arrastrando, y Peter, aunque algo nervioso, parece el más calmado de los dos.

—Yo también te quiero, Tony.

El mensaje cala en el multimillonario por dos razones: la primera, y más evidente: porque le acaba de hablar "de tú", usando su nombre de pila por primera vez desde que se conocen. La segunda, por la seguridad y sinceridad de sus palabras.
Stark jamás hubiera creído que, al final, fuera el más joven de los dos quien diera el paso final, quien llevara las riendas y sacara el coraje necesario para enfrentarse a la situación y llevarla a un desenlace que creía favorable.

Peter ya no es un niño (Starker)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora