8. RECAÍDA

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Es hora de cenar, o eso le indican las tripas a Peter cuando rugen con desesperación.

Tony lleva toda la tarde ausente, continuando en su línea de ignorarle. Le dijo que tenía que bajar al taller a trabajar un poco, así que Peter se ha dedicado a trastear en internet con el portátil que se ha traído a Malibú.

Consulta el reloj y sale de la habitación. Sabe dónde está el taller, ya que Tony se lo ha enseñado horas antes, cuando llegaron a la mansión.
Baja las escaleras y allí lo ve: Sentado ante una larga mesa de trabajo, con una hilera de imponentes armaduras dentro de sus cristaleras a sus espaldas, mientras el hombre se encuentra enfrascado en su labor, soldando unas piezas de metal y protegiendo sus ojos con una máscara fotosensible que le cubre toda la cara mientras saltan chispas por doquier.

Dichas chispas no sólo las produce el metal, sino también Peter, muy dentro de él.
El señor Stark luce realmente sexy con aquellos pantalones negros de chándal y esa camisa sin mangas gris que se ciñe a su cuerpo y le deja los trabajados brazos al descubierto.
Parker siempre ha pensado que Stark se ve muy atractivo cuando trabaja de aquella guisa, pero desde que pasó lo del cumpleaños siente que su sensación ha incrementado.

—Señor Stark.

Tony se detiene, levantándose la máscara y mirando al chico.

—Ey, muchacho. ¿Ya te aburriste del porno?—bromea.

Y es que, aunque siente que a ese paso sonará demasiado sospechoso, Tony prefiere mencionar ese tipo de temas como si no fueran relevantes, como si realmente la idea de Peter masturbándose ante la pantalla se le antojase más paternalista que otra cosa.

Como si no estuviera deseando ser él quien agarrase el miembro del muchacho y lo sacudiera hasta sentir cómo se vacía en sus manos.

—Siento molestarle, pero es hora de cenar.
—¿En serio?—Mira el reloj de la pared, percatándose de que tiene razón—. Vaya. Pues cenemos.

Se quita la máscara y se acerca a Peter, que se encoge levemente al sentir cómo el mayor le da unas palmadas amistosas en el hombro y, seguidamente, lo guía con dicha mano escaleras arriba.

—F.R.I.D.A.Y, prepara para cenar...
—No, espere—lo frena Peter, una vez están arriba—. He pensado que podríamos cocinar algo nosotros. Ya sabe. Suena divertido, ¿no?

Cocinar con Peter. Tony se ha prometido a sí mismo no volver a involucrarse demasiado con el chico, aunque... ¿ha servido de algo?
Esa larga temporada que ha vivido prácticamente sin verle la cara no ha servido de mucho.
Sí. Se ha alejado y sí, ha conseguido centrarse en otras personas para tener relaciones. No se ha vuelto a masturbar pensando en él, pero ahora lo tiene ahí delante y siente que todo se ha ido al garete.

Tan sólo tiene que mirar a Peter a los ojos para saber que no podrá escapar jamás de sus encantos.

—¿Sabes cocinar?—le pregunta, poniendo los brazos en jarras, intentando, otra vez, adoptar una actitud paternalista.
—Un poco. Tía May me enseña cuando puede.
—Bien. ¿Y qué se te ha ocurrido?
—Mm...—Se lleva una mano a la nuca, rascándose mientras piensa—. Depende de lo que tenga. ¿Cree que podríamos preparar pollo al horno?

Tony consulta su nevera, confirmando que sí, que pueden hacerlo.

—Está bien—Peter arruga el entrecejo, como si le costara pensar, intentando recordar los ingredientes.

Se muerde el labio y Dios... Tony tiene que contenerse, porque le acaba de venir un impulso enorme de lanzarse contra esa boca y volver a degustarla como ya lo hiciera aquella noche.
Y sabe que ahora le gustará más, porque ninguno de los dos apesta a alcohol.

—Mientras recuerdas cómo lo cocina tu tía, voy a darme una ducha rápida—Señala su propio atuendo, sucio y sudado por el trabajo del taller—. No tardo.

Y tanto que no tarda. Porque se corre rápido. Mientras el agua cae, llevándose consigo los restos de sudor, la mano de Tony sacude agitadamente su polla, con la imagen de Peter mordiéndose el labio repitiéndose en bucle en su cabeza.
Se imagina acariciando esos labios con el pulgar, invitándole a abrirle la boca, introduciendo el dedo para que lo succione y llene de saliva, recreándose en el calor que emana de dentro, y seguidamente haciendo que se agache para que se meta su polla en la boca y la engulla hasta que no pueda más.

Le viene un espasmo, y otro más fuerte y, mientras le tiemblan las piernas, el semen sale a borbotones de la hendidura de su glande, cayendo contra el plato de ducha.

Tony, has vuelto a recaer. 

Peter ya no es un niño (Starker)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora