9. NO PERDERÁS LA MANO

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Tony pica los ajos en una de las tablas mientras Peter corta las patatas en rodajas, las cuales servirán de acompañamiento para el pollo.

Todo está yendo bien. Todo lo bien que podría ir si no tenemos en cuenta que Tony Stark se ha hecho una buena paja en la ducha fantaseando con la boca de Peter.

Se oye un pequeño quejido, y Stark se gira para ver la palma de la mano de Peter ensangrentada.

—¡Menudo tajo, Parker!

El chico se lleva la herida a la boca, lamiendo la sangre.
Se acerca a la pica para abrir el grifo.

—No—Tony lo frena, agarrándole la muñeca—. Ni se te ocurra echar agua. Eso hará que sangre más. Espérame.

Sale corriendo de la cocina y regresa con un paquete de gasas estériles. Se lava las manos, para quitarse la esencia del ajo, y saca una gasa para presionar sobre la pequeña hemorragia.

—No te preocupes. No perderás la mano—bromea, haciendo que Peter se ría—. ¿Sabes? La sangre ayuda a evitar la entrada de gérmenes. En este caso no es necesario lavar la herida—Peter le escucha atentamente, como embelesado—. Además, eres Spider-Man. Se te va a curar en un abrir y cerrar de ojos.
—Gracias.

Se quedan mirándose fijamente mientras Tony presiona sobre la mano de Peter. Muy fijamente.
Aquel gesto del mayor, de cuidarle y protegerle, aunque sólo sea una herida tonta, es lo más cercano que han experimentado desde hace meses.
Y ambos lo saben. Peter siente que su rostro va a empezar a moverse solo, a acercarse a la boca de Tony y a mandar a la mierda todo.

Pero el mayor carraspea de pronto, como si volviera a la realidad, y le sujeta la otra mano para que el propio chico se presione en la herida.

—Mejor pica tú los ajos y yo corto las patatas.

Tal y como ha vaticinado, el corte deja de sangrar segundos después y, cuando meten el pollo en el horno, ya sólo queda una leve marca en el lugar por donde pasó la hoja del cuchillo.

Spider-Mallas se ha curado—comenta Tony, haciendo que Peter se sonroje.

Mientras esperan a que la cena esté lista, el mayor se deja caer en la encimera mientras el chico saca el móvil del bolsillo y revisa sus redes sociales.
El silencio se instaura entre ellos hasta que es el propio Peter quien habla:

—Entonces... ¿Iba a quedar hoy con alguna mujer, señor Stark?

El moreno gira la cabeza con un rápido movimiento y se le queda mirando, alzando una ceja.
El muchacho puede ser muy tímido a veces pero, en ocasiones como aquella, le sobra picardía.

Y prefiere no recordar la última vez que también se mostró atrevido...

—Sí, bueno... No es como si cancelar algo así me supusiera un enorme sufrimiento. Siempre hay tiempo para pasárselo bien, y además...—Le mira fijamente—. Tú y yo nos lo vamos a pasar muy bien esta noche...

Por el gesto de pánico de Peter, Stark sabe que ha entendido la indirecta.
¿Por qué se lo ha hecho? Ni él mismo lo sabe. Quizás sólo quiera romper con el atrevimiento que Parker ha comenzado. Devolverle su faceta tímida.

Y parece que ha funcionado.

—...viendo algo en Netflix, por supuesto—termina Tony, ya que dejó la frase en el aire para darle tiempo a Peter a malpensar.

Peter deja de contener el aliento, y espera que no se le note mucho el exhalo.
Por un momento ha creído... De verdad ha pensado que el señor Stark le estaba proponiendo algo indecente.

¿Qué pensará de lo que le hizo en su cumpleaños? Quiere sacar el tema, pero le da pavor. La única y última vez que lo hizo, el mayor se mostró muy tajante con dejarlo estar.

Degustan la cena en el comedor, mientras ven Steven Universe en Netflix. Tony no parecía muy interesado en la serie cuando Peter se la ha propuesto ("No me interesan los dibujitos animados. Eso es más para ti, Parker"), pero ha insistido tanto que al final ha acabado accediendo.

No puede decirle que no al muchacho.

No ha ido tan mal. De hecho, se han visto la primera temporada de una sentada.

—He de reconocer que está interesante—le dice Stark, mientras se levantan para recoger los restos de la cena—. Primero parecía una serie de dibujos animados infantiles, pero tiene mucho trasfondo.
—Se lo dije—responde Peter, triunfal, mientras llevan los platos y cubiertos a la cocina—. Le iba a gustar.
—Cuando tienes razón, hay que dártela, yogurín.

El reloj marca la medianoche. Una brillante luna llena ilumina, en el horizonte, la superficie del mar, y su luz atraviesa las enormes cristaleras de la mansión del multimillonario.

—Señor Stark—lo llama el chico—. Voy a ir a dar una vuelta por la playa.
—¿Tú solo?
—Bueno, está al lado, ¿no?—le pregunta señalando el enorme balcón de la mansión.
—Sí, está al lado si te tiras desde lo alto—bromea Tony—, pero si quieres bajar vas a tardar un buen rato andando.
—¿Podría llevarme uno de sus coches?
—¿Qué?—Lo mira con los ojos como platos—. ¿Tú? ¿Conduciendo mis coches? No. Mejor usa tu telaraña para descolgarte por el acantilado.
—Es que no me he traído el traje—confiesa, algo avergonzado.

Stark lo mira con gesto reprobatorio y los brazos en jarras.

—¿Sin tu traje? ¿Adónde vas sin él?
—¡Estoy de vacaciones!
—Nunca se sabe cuándo puedes necesitarlo.
—Habló el que les ha pedido a todos sus amigos que no le molesten para nada durante las vacaciones.
—Pero tengo mis trajes aquí.

Touché.

—Además—continúa Stark—. ¡Qué narices! ¡Puedes descender por el acantilado como una araña! No te estarás haciendo de rogar para no ir solo, ¿verdad?

El menor resopla, dándose por vencido. Y se ve tan adorable con aquella pose de derrota que Tony tiene que soltar una sonrisa y palmearle la espalda.

—Tranquilo, ya conduzco yo. Vamos a la playa. 

Peter ya no es un niño (Starker)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora